El castillo olvidado
Les Trois-Moutiers, Francia – Se trata de un castillo prácticamente inaccesible, una ruina hermosa que deja libre curso a la imaginación. Jamás he soñado con la Bella Durmiente, pero muero de ganas de descubrir lo que esconde en su interior. Sin embargo, por ahora no puedo hacer más que acercarme.
Se encuentra en un pequeño pueblo cerca del departamento francés de Vienne, bastante perdido de no ser por la relativa notoriedad que le proporciona un centro vacacional cercano.
Lo descubrí hace ya un tiempo en un sitio internet dedicado al Urbex, lo que se ha venido llamando “exploración rubana” (urban exploration). Esta actividad reúne a apasionados del descubrimiento de sitios, monumentos o simples edificios que, por lo general, están abandonados.
Para un típico parisino serían las catacumbas o antiguas canteras, pero fuera de las grandes ciudades hay antiguos monasterios, fábricas, castillos… la lista no tiene fin.
Para mí no es exactamente un hobby, pero de vez en cuando me divierte explorar sitios así.
En el blog que habla del castillo de Mothe-Chandeniers se menciona la dificultad de acceder. Flanqueado por dos dependencias, parece que una de ellas está habitada por un hermano del propietario que custodia vehementemente la mansión.
Habida cuenta de la situación, decidí no arriesgarme. Sin embargo al día siguiente, navegando por internet, descubrí una página de recaudación de fondos que proponía a los internautas hacerse copropietarios de esta hermosa ruina.
Así que propuse el tema a la agencia y lo aceptaron. Pensé que tendría un poco de tiempo para preparar la cobertura pero a los pocos días me llamaron para que hiciera las fotos lo antes posible para que pudieran acompañar al texto.
Traté de convencer a algún miembro de la campaña de recaudación de fondos para que me acompañara, pero ninguno podía, así que decidí jugármela, haciendo caso omiso de la dificultad. Viajé hasta el lugar y al llegar estacioné mi auto discretamente en un bosquecillo cercano y me aproximé al castillo. Me encontré con algo que no se veía en Google Earth: una valla infranqueable que rodeaba el lugar.
Hice unas imágenes desde el aire que envié rápidamente a París, y desde el desk me llamaron en seguida para pedirme fotos desde abajo. Les expliqué que no estaba preparado para que me partieran la cara, ya que el vigilante de los lugares tenía una pésima reputación, pero que iba a intentarlo.
Tras caminar a lo largo de la valla llegué a un gran seto, detrás del cual se vislumbraba el castillo.
Atravesé el seto y me encontré al descubierto. Imposible pasar desapercibido. No había dado cuatro pasos cuando me encontré de frente con el hombre.
Tras una sincera explicación, conseguimos entendernos.
Gran escéptico de la operación de salvamento que promovía el sitio de internet por la enorme magnitud de los trabajos, el hombre accedió a dejarme pasar e incluso me acompañó hasta la entrada del castillo.
La puerta estaba férreamente cerrada con candados para evitar cualquier incidente, y al verla entendí el riesgo que suponía entrar ahí: la mayoría de las fachadas eran como la cáscara de un huevo vacío, parecía que no quedaba nada del interior.
Pero bien protegido por el foso de agua que lo rodea, el lugar resulta aún más atractivo y da rienda suelta a la imaginación para revivir un pasado tan fastuoso como lejano.