Una mujer camina con su bebé mientras un miembro de la policía militarizada toma su arma en la favela Rocinha, en Rio de Janeiro, el 23 de septiembre de 2017 (AFP / Carl De Souza)

Balas perdidas

Rio de Janeiro – El título se impuso por sí mismo. Fue lo único que no requirió debate en el proyecto interactivo de nuestra oficina multilingüe de Rio de Janeiro: “Balas perdidas” en portugués y en español; “Balles perdues” en francés; “Stray bullets”, en inglés.

El objetivo era contar algunas de las realidades que caben en esas dos palabras extrañamente reunidas: la de una bala que se incrusta en el cuerpo de cualquier persona que se hallaba dentro o cerca de una favela de Rio, donde los enfrentamientos entre narcotraficantes y policías o entre bandas rivales son cotidianos. Estaban en la escuela, en su casa, en la calle. Sin distinción de edades.

Llevaba apenas un mes en la “Ciudad maravillosa”, cuando un feto recibió un disparo en el vientre de su madre. Esto me hizo pensar que estábamos llegando al colmo del horror. Morir por una bala perdida antes siquiera de nacer: ¿Cómo era esto imaginable?

La policía militarizada circula por la favela Rocinha, la más grande de Rio, el 28 de septiembre de 2017. (AFP / Mauro Pimentel)

La idea del proyecto vino de Mauro, nuestro fotógrafo colaborador en Rio. Un carioca con un vasto conocimiento de las favelas que nos propuso hacer un reportaje sobre la explosión de violencia en estas “comunidades” -como son llamadas las favelas en Brasil- un año después de los Juegos Olímpicos, pero enfocado en las víctimas de las balas perdidas.

En julio pasado, los tiroteos en las favelas se volvieron tan corrientes que dos diarios cariocas crearon la inquietante rúbrica “Guerra en Rio”. A finales de ese mes, las autoridades llamaron al Ejército para tratar de frenar la espiral de violencia. Los policías, con bajos salarios a menudo pagados con retraso, se vieron desbordados; varios agentes fueron acusados de vender o alquilar armas a los traficantes.

La policía militar en la favela Rocinha, en Rio de Janeiro, el 25 de septiembre de 2017. (AFP / Mauro Pimentel)

La metrópoli tropical de postal y ciudad de la samba, las playas y el fútbol, se veía absorbida por un torbellino de corrupción y espanto.

La aplicación “Fogo cruzado”, desarrollada por la ONG Amnistía Internacional, informa en tiempo real de las zonas donde hay tiroteos, del número de muertos y heridos y de los operativos policiales en marcha, de tal modo que los residentes puedan mantenerse alejados de las zonas de peligro. La mayoría de las ciudades tienen aplicaciones para los embotellamientos; en Rio, hay varias para los tiroteos. 

Decidimos hacer un proyecto con video, fotos y texto, que diera voz a las ‘víctimas colaterales’ de esa guerra, a los residentes o transeúntes atrapados en los enfrentamientos, aunque no tengan nada que ver con las bandas criminales que controlan estos barrios pobres, de casas coloridas apiñadas en las colinas.

El funeral de un niño de 13 años, Paulo Henrique de Oliveira, víctima de una bala perdida durante una operación policial contra los traficantes de drogas en la favela Complejo de Alemao, en Rio de Janeiro, el 26 de abril de 2017 (AFP / Yasuyoshi Chiba)

Una vez definida la idea, un amplio equipo de periodistas, fotógrafos y videastas debatimos cómo materializarla: ¿cuántos testimonios? ¿en qué formato? ¿con entrevistas a sociólogos, policías y políticos?  Y ¿cómo distinguir entre las víctimas de balas perdidas y las de excesos policiales frecuentemente denunciados?

 Optamos por entrevistar principalmente a residentes de favelas o a personas heridas o que tuvieran un pariente abatido por una bala perdida. Personas que nos contaran cómo estas balas trastornaron sus vidas solo porque alguien estaba en el lugar y en el momento equivocados, como Luciana Novaes, alcanzada en la cervical por un disparo en el comedor de su universidad.

Luciana quedó tetrapléjica, le tomó casi un año volver a hablar y ahora utiliza un respirador artificial. Pero sacó coraje para rehacer su vida. Hoy es concejera municipal aunque su mayor logro, asegura, fue librarse del resentimiento. “Le agradezco a Dios todos los días no vivir con rabia”, afirma.

Desde la primera entrevista, las palabras eran tan poderosas que decidimos filmar a las personas en un plano cerrado sobre fondo negro, de manera que nada quitara fuerza a sus testimonios. No mostramos las favelas, pero hicimos tomas y fotografías de las pertenencias de las víctimas: cuadernos de un niño, zapatos, medallas de deportes. 

Finalmente nos limitamos a ocho entrevistas, luego de haber pensado en hacer más de veinte. Queríamos potenciar el poder de sus palabras. Ocho historias, todas parecidas, pero diferentes a la vez.

Conforme avanzábamos, completábamos el proyecto. El servicio de Infografía en París nos dio la idea de incluir un módulo interactivo, con gráficos y mapas para explicar el contexto.

El proyecto tomó más de cuatro meses de trabajo.

No imaginábamos al iniciarlo los desafíos que nos aguardaban. Desde aspectos técnicos (que nuestros colegas en París nos ayudaron incansablemente a resolver), hasta problemas prácticos, como encontrar a personas dispuestas a dar su testimonio.

Un conjunto de datos sobre los disparos reportados por habitntes de Rio de Janeiro y su representación en un mapa. (AFP/ Interactive)
El storyboard de la infografía interactiva (I) y las portada con los testimonios (D). (AFP/ Interactive)

 

Aunque hay casi dos millones de cariocas que viven en favelas (más de un cuarto de la población de Rio), muchas de ellas, como Manguinhos, Acari o el conjunto Amarelinho, nos estaban vedadas por razones de seguridad. Nuestros contactos nos ayudaron a contactar a víctimas o a familiares que aceptaran una entrevista. A veces, nos tomaba semanas.

Algunas personas se rehusaron, como Claudinea, la joven mujer que perdió a su bebé porque le dispararon en el vientre. Estaba abrumada por el dolor.

A menudo la emoción cortaba la palabra de las personas entrevistadas y obligaba a todos –entrevistadores y entrevistados- a tomar aliento. Eran relatos de personas que casi nunca tienen una voz, mujeres y hombres completamente olvidados en esta guerra. Algunos hablaban por primera vez de sus tragedias. Otros eran conscientes de que nunca obtendrán justicia por la pérdida de un hijo o de una hermana adorada y a muchos les tomó un año o más encontrar de nuevo el equilibrio en sus vidas.

Vista de la favela Rocinha (I) desde un apartamento en el barrio Sao Conrado (D), uno de los más cercanos a esa comunidad y el más rico en Rio de Janeiro, el 27 de septiembre de 2017 (AFP / Mauro Pimentel)

Como periodistas en Rio, vivimos en barrios mucho menos violentos, aunque a menudo cercanos a una favela, dado que en la “ciudad maravillosa” hay más de mil. A veces oímos tiroteos, pero nuestras vidas no corren peligro; no hay riesgo de que una bala perdida atraviese nuestros muros y nos dé en la cabeza. Y podemos ir al mercado en la mañana sin preguntarnos si regresaremos vivos a casa.

Este proyecto fue extremadamente importante para los periodistas que participaron en él. Como muchos de ellos me dijeron, “las víctimas de balas perdidas ya no son sólo números, por cada nueva víctima ahora pensamos en las que conocimos”.

Con todos los testimonios recogidos, fue extremadamente difícil sintetizar una entrevista de una hora en apenas tres minutos y resumir nuestros textos a unas pocas frases. O elegir unas pocas fotografías entre las decenas que mostraban rostros sombríos. Pero todo ello era parte del reto de crear un minidocumental interactivo que destaque estos casos individuales, sin perder de vista la amplitud del problema.

Esperamos haber logrado mostrar el dolor, la impotencia, la sensación de injusticia, pero también el valor y la inmensa dignidad de estos seres humanos confrontados a situaciones intolerables y a una pérdida irreparable. Nos sentimos honrados de que estas personas hayan confiado en nosotros.

 

Pascale Trouillaud