Tipos duros
Wolverhampton, Reino Unido -- Me da pena haber fotografiado la que fue la última edición de la competición de “Tough Guy” (Tipos rudos), porque no solo ofrecía imágenes sorprendentes, sino verdaderos momentos de distensión. Es gracioso ver hasta qué punto la gente puede divertirse, aunque tenga que sufrir.
Actualmente hay muchas carreras de este tipo en Reino Unido. Pero “Tough Guy”, que comenzó en 1986, se jactaba de estar en el origen de este movimiento y de ser la más difícil de todas. No sé por qué va a dejar de celebrarse, pero la voy a extrañar.
Fundamentalmente consiste en recorrer un campo a través de colinas y terrenos llenos de obstáculos de todo tipo. Algunos parecen hasta un castigo. Uno de mis preferidos era una especie de refugio bajo el cual los concursantes debían reptar, en total oscuridad, sin poder evitar vallas electrificadas colgadas del techo.
Para un fotógrafo es como un sueño hecho realidad. Algunos participantes se disfrazan y, como es una carrera famosa, atrae a extranjeros. Vi holandeses, finlandeses, checos e incluso japoneses. Muchos de ellos se lo tomaban más en serio que los propios autóctonos. No se vestían de forma tan folklórica, sino con vestimentas casi profesionales para competir en carreras, en colores neón, lo que también proporcionaba buenas imágenes.
La salida es un momento intenso, con todo el mundo abalanzándose hacia adelante y rodeado por una nube de humo. Apenas dura cinco minutos, tras los cuales te quedas solo con tus colegas de la prensa y los cientos de espectadores de la carrera. Luego comienza la competición en sí misma con sus pruebas locas.
Este año, una de mis pruebas preferidas ocurría en un pequeño estanque. El agua tenía apenas unos grados de temperatura y era suficientemente profunda para que, como mucho, solo sobresaliera la cabeza. Como colofón, estaba lleno de troncos de madera.
Para cruzarlo, los participantes tenían que intentar mantener la cabeza fuera del agua y después sumergirse para pasar por debajo de cada tronco. Eso ofrecía unas imágenes fantásticas, porque se podían ver las expresiones de sufrimiento en el momento en que emergían e intentaban inhalar en medio del frío, temblando y gritando de dolor. Lo tenían que hacer en tres ocasiones hasta que, por fin, conseguían salir del estanque.
La seguridad es una parte integral de la competición y hay varios guardias en los puntos más delicados para ayudar a quienes tienen dificultades, aunque también animan a los competidores para que sigan adelante.
Otra de las pruebas complicadas de este año era correr por encima del fuego. Se prendían unas pacas de paja y un grupo de bomberos se encargaba de mantener vivas las llamas.
De entrada uno piensa que, en esas condiciones, es fácil obtener buenas fotos, pero en realidad es todo lo contrario. Uno se la pasa todo el tiempo preguntándose si se está perdiendo algo que merezca más la pena fotografiar en otro lugar.
El ambiente con los otros fotógrafos que cubren la carrera es muy relajado en todo momento. Normalmente nos llevamos muy bien, pero aquí la relación es especialmente buena porque hay mucho espacio. No tenemos que pelearnos para ocupar un espacio concreto o para encontrar el ángulo perfecto.
No me quedé hasta el final porque, hacia las 13H00 se puso a llover. Cuando eso ocurre, los participantes acaban totalmente embarrados y las fotografías quedan menos vistosas. Además, como otros medios se van pronto para enviar sus fotos, me veo obligado a hacer lo mismo.
Creo que yo también contribuí al espectáculo. Llevaba botas altas y pantalones impermeables, y tenía toda la parte inferior de mi cuerpo llena de barro. Como llovía mucho, la parte superior de mi cuerpo y las dos cámaras que llevaba en bandolera estaban completamente mojadas.
Voy a extrañar la carrera, no solo por las imágenes. Todo el mundo parecía divertirse como un loco. Resulta sorprendente si se piensa en los dolores que se infligen los participantes. Pero todos ellos aceptaron sufrir eso, nadie los forzó.
Hay gente totalmente cubierta de barro, sin un ápice de piel o ropa limpios, que salta o hace alguna tontería cuando te ven. Es un tipo de acontecimiento gracioso y estrafalario que me gusta incluir en mi agenda. No sé por qué van a acabar con él, porque es muy popular. Espero que encuentren un buen sustituto.
En mi cabeza quedará una imagen de la última edición que resume bien esta competición. Había una mujer a la que fotografié al principio con una divertida falda y la cara maquillada como la típica Catrina del Día de los Muertos de México. Parecía estar pasándolo bien y se veía que se había esforzado con su vestimenta. Cuando la volví a ver más tarde, estaba llena de barro y agotada, y ya no tenía pinta de estar disfrutando tanto.
Todavía le quedaba un tramo por recorrer. Al inicio, la escuché decir que había hecho la carrera varias veces, unas 18 o algo parecido. Me convenció de que la completaría y de que estaría bien. Pero ahora se veía tan diferente que al comienzo, que era un contraste difícil de creer.
Este blog fue escrito con Yana Dlugy en París