"La destreza del editor es diferente a la del corresponsal de guerra. El segundo está en el terreno, expuesto al peligro, a la presión de la adrenalina y a ver el horror en toda su magnitud. El primero regresa a su casa cada noche, pero debe conciliar su vida familiar con el impacto de haber visto desfilar espantosas imágenes por su pantalla todo el día, sin que nadie pueda realmente entender lo que siente".
En la sede de AFP para Medio Oriente y África del Norte, los editores de fotos y videos son los encargados de examinar atentamente las imágenes que vienen de Siria, Irak, Gaza, Libia y otros puntos conflictivos de la región. Cuerpos mutilados, niños heridos gritando de dolor y, más recientemente, decapitaciones de rehenes: gran parte de ese material ultraviolento, no apto para publicar según los criterios de la agencia, va al cubo de basura. Pero para entonces ya ha conmocionado a los periodistas que lo vieron.