De la jauría al motín
Los periodistas toman por asalto al secretario del Partido Comunista de Xinjiang en Pekín, el 6 de marzo de 2014 (AFP / Mark Ralston)
París, 25 de julio de 2014 - En una vida anterior fui periodista económico. He visto a colegas de corbata y mocasines con borlas transformarse en una horda de bestias feroces, atropellándose, pisoteándose, casi mordiéndose para arrancarse un comunicado que dice que "los tipos de cambio deberían reflejar los fundamentos de la economía". Esto ocurrió en Tokio, al final de una reunión de ministros de Finanzas del G-7. Incapaces de prever un desbordamiento de ira de tal calibre en una sala de prensa hasta ese momento pacífica, los funcionarios japoneses habían cometido la imprudencia de poner la pila de comunicados sobre la mesa del buffet. Decenas de tazas se hicieron añicos. Una jarra con café hirviendo acabó en el piso.
Al menos por televisión, todo el mundo ha visto alguna “jauría” de periodistas amontonarse a empujones alrededor de una personalidad para hacerle fotos, filmarla o grabarla. “Jauría” no es quizá el término más apropiado. En una jauría, se supone que los participantes, ya sean perros o aficionados al fútbol, comulgan en el fervor y se apoyan mutuamente. En la jauría periodística sucede justo lo contrario. Los anglosajones denominan a este fenómeno "media scrum", o sea "melé (como el momento de máximo enredo de cuerpos en el rugby) de medios". Pero esta tampoco parece la expresión ideal. Porque contrariamente a su equivalente en el rugby, la melé en periodismo no conoce ninguna regla.
Pregúntenle a Chloe Chauvris. Esta reportera de vídeo de la AFP cubría la sede de campaña del ex primer ministro francés Francois Fillon la noche de la elección del presidente del partido de derecha UMP en noviembre de 2012. Una pesadilla que no ha podido olvidar.
Los periodistas toman por asalto a Jean-François Copé,entonces secretario general de la UMP, el 24 de agosto de 2012 en Niza (AFP / Valéry Hache)
"Estábamos reunidos en una sala pequeña", cuenta. "Fillon se hizo esperar durante horas. Cuando apareció, una marea humana lo arropó hasta llegar casi a asfixiarlo. Yo fui literalmente llevada por la marea. Fillon se encaminó hacia la salida y todo el mundo se lanzó en su persecución. Se formó un impresionante cuello de botella en la puerta. Estábamos atrapados, la gente gritaba, mejor dicho, aullaba, era histeria general. Me arrancaron un mechón de pelo. Una periodista terminó aplastada".
Para Chloe no fue ni mucho menos el final del sufrimiento. Un año y medio más tarde, allí está de nuevo en pleno “media scrum” en el palacio de justicia de Pau, en el sur de Francia. Un médico procesado por eutanasia, Nicolas Bonnemaison, acaba de ser absuelto al final de un juicio supermediático. Amontonados en las afueras de la sala de audiencias, los periodistas esperan su salida.
"Cuando Bonnemaison finalmente apareció, escoltado por policías, fue una locura", recuerda la periodista. "Le íbamos todos atrás. Milagrosamente, nadie se cayó, pero en un momento me empujaron hacia la izquierda. Para que la cámara se mantuviera estable, me lancé a la derecha. Oí un crujido…"
Los periodistas toman por asalto al director deportivo del equipo ciclista Astana, Marc Biver, tras un control antidopaje positivo al corredor Alexandre Vinokurov en el Tour de Francia, el 24 de julio de 2007 en Pau (AFP / Joe Klamar)
Resultado: cinco vértebras desplazadas. El incidente obligó a reflexionar. La AFP consideró seriamente proponer a sus periodistas una formación en seguridad en melés mediáticas. "Debería inspirarse en la que se les da a los reporteros que cubren motines", sugirió Pierre-André Romagny, el redactor en jefe técnico de la agencia.
Tensiones y movimientos de masas impredecibles
Según la percepción general, la situación ha empeorado en los últimos años. La aparición de nuevos canales de información continua y la proliferación de blogs y de micro-sitios informativos han multiplicado el número de participantes en la cobertura de los grandes eventos. Los recién llegados a la jauría no necesariamente conocen las convenciones tácitas, como no pararte delante de un colega que llegó antes que tú, o agacharte si eres periodista de texto para que los camarógrafos y fotógrafos puedan tener el campo libre por encima de tu cabeza. Ese desconocimiento hace que crezcan las tensiones y se generen más movimientos impredecibles de la masa. La presencia de las cámaras de vídeo o de foto, claro está, aumenta el riesgo.
Los periodistas toman por asalto al ministro iraní de Petróleo Bijan Namdar Zangeneh durante la tradicional "gang bang" de los ministros de Petróleo de la OPEP en Viena, el 15 de septiembre de 2004 (AFP / Joe Klamar)
"Por eso es que no se puede pasar demasiado tiempo haciendo eso", ironiza Henry Bouvier, editor en jefe de vídeo de la AFP. "Si ves a un reportero fotógrafo o videasta de más de cincuenta años abrirse paso a codazos en medio de una melé, mantente lejos de él: seguramente es alguien pérfido. Si aún está allí a su edad, sólo hay una explicación: sobrevivió gracias a su malicia".
Un anuncio o una declaración escandalosa que, tal vez, hará “temblar" los mercados financieros y se debe “dar” a toda costa antes que la competencia, precedida de una larga espera que puso a todo el mundo de mal humor: he aquí los ingredientes básicos para una exitosísima "media scrum". Tanto más si el encuentro entre la personalidad y la jauría está mal organizado. "La sede de la Agencia Internacional de Energía Atómica es claramente el edificio más grande de Viena", cuenta el fotógrafo Joe Klamar, su visitante habitual. "Pero las ruedas de prensa se hacen siempre en la sala más minúscula posible. Nos amontonamos como podemos unos encima de otros, sobre tres o cuatro capas de fotógrafos. La transpiración del compañero que tengo encima gotea sobre mí, se mezcla con mi propio sudor y cae sobre el tío en el que yo estoy apoyado".
Pero respecto a este sudoroso asunto, nada supera las reuniones de ministros de Petróleo de la OPEP, también en Viena. La tradicional carrera final de los reporteros hacia los ministros, conocida con el poético nombre de "gang bang", ya fue brillantemente descrita en el blog Making-of por mi colega vienés Sim Sim Wissgott. Un "breve instante de frenesí, de sálvese quien pueda y de amnesia absoluta de toda norma de civismo", escribió.
Los periodistas se pelean un comunicado de la Federación Italiana de Fútbol respecto a un escándalo de partidos amañados, el 22 de junio de 2006 en Roma (AFP / Andreas Solaro)
Guardia estrangulado y risa histérica
"Un día, en medio de un tumulto de cuarenta o sesenta reporteros que se desplazaba tras los ministros de petróleo, mi mochila se enganchó con la identificación que colgaba del cuello de un guardia de seguridad", recuerda Joe Klamar, también veterano de las “gang bangs” opepianas. “El hombre fue arrastrado varios metros por la multitud, obligado a seguir el movimiento de la masa para evitar ser estrangulado por su propia credencial. Me gritaba desde abajo como un poseso, ¡como si yo pudiera hacer algo por él! Era tan absurdo que estallé en una risa histérica. Al cabo de un momento, el guardia acabó riéndose también”.
Después de cubrir la OPEP durante varios años, la periodista Myriam Chaplain-Riou soñaba con un puesto más tranquilo. Optó por la rúbrica literaria en París. ¿Creen ustedes que el trabajo de un periodista literario consiste básicamente en tomar el té en salones de Saint-Germain-des-Près hablando de André Gide? Escuchen esto.
Los periodistas toman por asalto el salón de los jurados del premio Goncourt en el restaurante Drouant en París el 4 de noviembre de 2013 (AFP / Eric Feferberg)
Los Goncourt y la OPEP, el mismo infierno para el reportero
"La entrega del premio Goncourt y las gang bangs de la OPEP son lo mismo", advierte Myriam.
El premio literario francés más prestigioso se entrega cada otoño en Drouant, un restaurante en el barrio de la Ópera de París, después de un almuerzo del jurado en un salón privado en el primer piso. "Los periodistas empiezan esperando en la planta baja, repleto como el metro en hora punta. Luego, un miembro del jurado se asoma a las escaleras y anuncia el nombre del ganador en medio del tumulto. Hasta 2013, lo hacía sin micrófono. No escuchábamos nada. En pleno frenesí total, todos tratan de llamar a su redacción para transmitir la noticia, pero los celulares no funcionan, están completamente saturadas las líneas".
Los periodistas toman por asalto al escritor Michel Houellebecq, galardonado con el premio Goncourt, en el restaurante Drouant en París el 8 de noviembre de 2010 (AFP / Fred Dufour)
Pero lo peor está por venir. El ganador del Goncourt, que por lo general ha esperado el veredicto del jurado agazapado en algún lugar del barrio, hace su entrada triunfal en Drouant unos minutos después del anuncio del premio y de golpe se halla literalmente a merced de la jauría. "Trata de abrirse paso hacia el primer piso, la multitud de reporteros lo mantiene embutido en las escaleras. Nos pisoteamos, nos golpeamos con las cámaras, nos insultamos, los celulares ruedan por el piso sin que sus dueños puedan recuperarlos. Y entonces todo el mundo termina atrapado en el pequeñísimo salón en el primer piso, los miembros del jurado quedan incrustados contra la mesa donde todavía yacen los restos de su comilona, el galardonado es aplastado contra la pared. Todos quieren una frase suya, lo acorralan decenas de manos con micrófonos. Está aterrorizado, se asfixia... En 2010, cuando el premio fue otorgado a Michel Houellebecq, el motín fue completo. Fuera del restaurante, había un andamio que se mecía por la presión de la horda, estuvimos muy cerca de un accidente grave. Además, llovía a cántaros”.
"Para empeorar las cosas, están los gorrones", continúa Myriam Chaplain-Riou. "Drouant organiza siempre un pequeño buffet en la planta baja, que al final lo disfrutan otros, porque ningún periodista tiene tiempo de comer. Los curiosos que ven la aglomeración de periodistas alrededor del restaurante se cuelan y alimentan la confusión reinante. Nos encontramos mezclados en este espacio mínimo con un montón de personas que no tienen nada que hacer allí, que se toman selfies con su celular y que se pasean con platos llenos de huevos duros con mayonesa que nos caen encima en el primer movimiento de la multitud".
“El Goncourt es dantesco, el súmmum de lo absurdo”, dice la periodista literaria. "Pero los jurados no quieren que se organice de otra forma. De hecho les encanta. Es su día de gloria".
Flashes triturados bajo los pies
Y sí, la razón por la que los “media scrums” tienen todavía un futuro prometedor es que las personalidades en torno a las cuales se forman hacen todo lo posible para provocar esta situación. Parecen tan importantes en medio de un apretujado grupo de periodistas que están luchando por tomarles fotos y escucharlos hablar...
Dos flashes pulverizados para hacer esta foto (AFP / Joe Klamar)
Por eso las aglomeraciones alrededor de las estrellas o aspirantes a estrellas están entre las más peligrosas. “En 2007, cubrí la llegada de Paris Hilton al Baile de la Ópera de Viena”, relata Joe Klamar. “Llegué al mismo tiempo que ella. Estaba rodeada de una nube de fotógrafos que se empujaban entre sí. No tenía más remedio que zambullirme en esa nube negra de cuerpos y luchar para acercarme a ella. En diez segundos los flashes de mis dos cámaras salieron disparados al suelo y destrozados por los pies de mis colegas. Pero yo tenía mi foto”.
La lista de anécdotas es infinita. Cada periodista parece tener por lo menos una historia de melé mediática grabada a fuego en su memoria profesional. Patrick Rahir, corresponsal en Beirut en la década de los ochenta, me contó recientemente por ejemplo cómo una multitud de reporteros alterados derribó sin pensarlo dos veces al ministro de Relaciones Exteriores sirio en su oficina en Damasco durante la liberación de un grupo de rehenes franceses. Yo mismo podría hablar largo y tendido del día que vi a Hosni Mubarak, entonces presidente de Egipto, presa de una jauría de periodistas no sé por qué razón en el medio de una empinada escalera de granito ante un hotel de lujo en Mallorca. El rais trastabilló y se salvó de la caída gracias a los reflejos de sus guardaespaldas. En su lugar, fue una cámara de una cadena española la que terminó hecha trizas tras rebotar escaleras abajo...
Temo a las reacciones. Imagino que todos los colegas que no he mencionado empiezan a desfilar por mi oficina para reprocharme, o se descalzan para mostrarme su pie atrozmente mutilado por el tacón de aguja de la chica de CNN en el Festival de Cannes en 1992... A todos ellos les pido disculpas, y les digo algo: ¡el espacio de comentarios es todo vuestro!
Los periodistas toman por asalto al ministro kuwaití de Energía Sheij Ahmad Fadah al Ahmad al Sabah a su llegada a la 137a conferencia de la OPEP en Viena, el 18 de septiembre de 2005 (AFP / Joe Klamar)