(AFP / Francoise Chaptal)

La caída del muro infranqueable

Berlín - En Agence France-Presse, el personal local es fundamental. Ellos y ellas a menudo permanecen por décadas en nuestras oficinas en el extranjero, grandes y pequeñas, asistiendo a la rotación de corresponsales y enviados especiales que pasan por allí.

Sabine Nickel trabajó durante más de tres décadas en Berlín.

Treinta años después de la caída del Muro, esta exsecretaria de la oficina de la AFP en Berlín Este, que se retiró en 2018, entrega un relato personal de este evento histórico que cambió su vida y acabó con el país en el que bien o mal había construido su existencia, la República Democrática Alemana (RDA).

Sabine Nickel en la oficina de AFP en Berlín Este, en 1988 (Cortesía de Sabine Nickel)

El mismo ritual se repetía todas las mañanas. Alrededor de las 8:30, Charles-Henri Baab, corresponsal de AFP en Berlín Oriental, todavía en bata de baño, abría la puerta de su departamento que daba directamente a la oficina de AFP y me lanzaba siempre la misma pregunta: "¿Hay algo?"

La mayoría de las veces no tenía nada que informarle, más allá del enésimo discurso rimbombante de alguna autoridad del régimen, escrita en kilómetros de papel por alguno de los medios de comunicación oficiales. Era extremadamente raro encontrar información interesante en la prensa controlada por los jefes del régimen comunista que me tocaba examinabar todas las mañanas a las 8 en punto.

El presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, y Erich Honecker, secretario general del Partido Socialista Unificado alemán, entonando la Internacional en Berlín Este, el 21 de abril de 1986 (TASS / AFP)

En la década de 1980, muchos de los despachos en la oficina eran sobre deportes. La RDA fue “la” nación deportiva del bloque oriental, pues gracias al dopaje a gran escala produjo campeones de natación y estrellas del atletismo.

Así fueron las cosas hasta el otoño boreal de 1989, cuando comenzaron las manifestaciones contra el régimen comunista en Leipzig y luego en Berlín Oriental. La RDA había celebrado su 40 aniversario el 7 de octubre y la multitud había implorado a Mijail Gorbachov, el padre de la Perestroika: "¡Gorbi, ayúdanos!"

Gorbachov había emitido una advertencia casi profética a Erich Honecker, el hombre fuerte de Alemania Oriental: "La vida castiga a los que llegan tarde".

El país estaba en ebullición.

El punto de cruce Heinrich Heine Strasse, entre Berlín Oriental y Berlín Occidental, el 13 de octubre de 1976 (arriba). El mismo lugar visto en septiembre de 2014 (abajo). (AFP / Ralph Gatti / Odd Andersen)

En la redacción, el ambiente era tenso pero también más emocionante, especialmente durante el anuncio de la salida del poder de Honecker, reemplazado por el moderado Egon Krenz el 18 de octubre de 1989.

Este último tuvo que llevar a cabo reformas, como la liberalización de los viajes con la concesión de visas de salida sin condiciones previas.

El 9 de noviembre de 1989 por la mañana, todo estaba en calma. No se preveía nada especial para ese día. Salí de la oficina alrededor de las 16 horas, como era usual.

Nadie podría haber adivinado que unas horas más tarde el mundo atestiguaría... ¡la caída del Muro de Berlín!

Yo crecí detrás de este muro de hormigón. Tenía solo seis años cuando se levantó. Estudié, construí una familia con dos hijos y comencé a trabajar para AFP en 1984.

Me es imposible olvidar ese muro infranqueable. Pasaba delante de él todos los días para recoger a mi hija de la guardería. Cuando nos acercábamos al cruce fronterizo, ella me preguntaba: "¿Qué es eso, mamá?"

Bien o mal, nuestra vida transcurría en la RDA. Cuando no sabemos lo que nos estamos perdiendo, no somos infelices. Sabíamos lo que teníamos derecho a hacer. Evitábamos expresar opiniones en público.

Checkpoint Charlie, en junio de 1968 (AFP)

Durante semanas, lo que sucedía en la RDA ocupó todas las conversaciones en nuestro círculo de amigos. Pudimos ver que algo iba mal y nos hacíamos muchas preguntas sobre la evolución del régimen. Pero nadie podría haber predicho lo que se avecinaba.

En la noche del 9 de noviembre, un jueves, estaba en casa, con mi esposo y nuestros dos hijos de 9 y 7 años. Alrededor de las 7 pm, Günter Schabowski, miembro del Politburó, anunció en una conferencia de prensa que los alemanes del Este podían viajar al Oeste.

Schabowski, el "ministro" de Información, podría haber leído un comunicado de prensa anunciando la liberalización de los viajes a partir de la mañana siguiente.

Proyección de video en Alexanderplatz, marcando el inicio de las celebraciones por el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el 4 de noviembre de 2019 (AFP / John Macdougall)

La idea siempre había sido permitir salidas controladas con una visa obligatoria y mantener las instalaciones fronterizas. No derribar repentinamente el Muro de Berlín... donde casi cien personas habían perdido la vida desde 1961 al desafiar la prohibición para cruzar al Oeste.

¡Pero Schabowski ha anunciado la entrada en vigor inmediata! Egon Krenz todavía está furioso con Schabowski, a quien acusa de haber precipitado el fin de la RDA al proclamar por su cuenta la entrada en vigor "inmediata" de la posibilidad de abandonar el país. 

En la sala de prensa, donde había un periodista de la AFP llegado de Bonn, Luc de Barochez, la confusión fue total. La noche se anunciaba larga para los periodistas. Pero a mí me ocupaban otras contingencias. Mi esposo y yo estábamos durmiendo los niños. 

No había celulares ni internet y fue recién al encender la televisión, probablemente después de las 22:00, cuando me enteré. Todos los berlineses orientales sintonizaban los canales ARD o ZDF de Alemania Occidental que transmitían la noticia.

¡Fue tan surrealista! Miles de berlineses se apresuraron a los puntos de control que, después de un momento de confusión, se abrieron, dejando pasar a los locales sin siquiera revisar sus papeles. Del otro lado, alemanes los esperaban armados… con ramos de flores y vino espumante.

Una berlinesa sostiene un martillo y un cincel frente al muro derribado en la Puerta de Brandeburgo, el 15 de noviembre de 1989 (AFP / Gerard Malie)

¡El Muro caía a pocos kilómetros y nosotros quedamos atrapados en casa porque obviamente no podíamos dejar a los niños solos!

Al día siguiente fui a trabajar muy concienzudamente en esta atmósfera eufórica. Ese día y los que siguieron, los "enviados especiales" acudieron en masa. Recuerdo, en particular, a Frédéric Bichon, que trabajaba en la oficina de Bonn, y que aterrizó en el primer avión la mañana del 10 de noviembre. Nunca volvió a Bonn e hizo de Berlín Este su hogar.

Participé en la preparación de los informes facilitando contactos, sugiriendo lugares, direcciones, ya que viví en la RDA desde siempre. Puse a disposición los archivos de la oficina que había compilado a lo largo de los años examinando esa prensa aburrida y polvorienta, pero también los periódicos de Occidente. Era entonces una privilegiada por tener acceso a la prensa de la República Federal de Alemania, de la que estaban privados los berlineses del Este.

Berlineses del Este, parados frente a un tramo de muro derribado, el 11 de noviembre de 1989 (AFP / Gerard Malie)

Pronto éramos ocho o nueve un lugar que se había vuelto demasiado pequeño. La oficina estaba en el último piso de un edificio en Karl-Liebknecht Strasse, una calle fresca y ventosa de Berlín Oriental. Una habitación estaba reservada para dos grandes télex y un dispositivo que imprimía despachos de prensa. En ese momento, nuestra información aún se transmitía con cintas perforadas.

Antes de la caída del muro, teníamos una sola línea telefónica de humor intermintente. A menudo era necesario esperar bastante antes de obtener tono. 

Fui a Berlín Occidental dos días después de la caída del muro, el sábado 11 de noviembre, como decenas de miles de otros alemanes orientales ese fin de semana. ¡Mi suegro viajó especialmente desde Halle, a 200 km de distancia, para participar en la expedición! Y volvimos el domingo a las 5 de la mañana con mi suegra.

Berlineses del Este son bienvenidos por una multitud cuando entran al lado Occidental, el 9 de noviembre de 1989 en Checkpoint Charlie (AFP / Francoise Chaptal)

Ese día, en la escuela de mi hija -los niños tenían clases el sábado-, solo había dos estudiantes. Todos se habían ido al otro lado del muro.

Todos los alemanes en el Este tenían derecho a un regalo de bienvenida de la RFA: 100 marcos alemanes (unos 50 euros) por adulto y 50 por niño. Con esta suma, tuvimos nuestra primer videograbadora, a pesar de las interminables colas en los mostradores de los bancos.

Recuerdo la mirada de asombro de mi hijo pequeño frente a los escaparates de las tiendas occidentales, y su dificultad para entender que no podíamos darle todo.

Noviembre también nos trajo un desfile de visitas. Amigos que vivían en el resto de la RDA y nos instaron a mostrarles Berlín Occidental. ¡Estábamos en plena euforia!

Berlineses del Este cruzan al lado Occidental, el 22 de diciembre de 1989 (AFP / Patrick Hertzog)

Y luego, poco a poco, la vida se reanudó. Las dificultades aparecieron rápidamente. Tenía que aprender muchas cosas nuevas. En la RDA solo teníamos una caja de ahorros, un seguro de salud y una póliza de seguro.

Muchas personas a mi alrededor perdieron su trabajo... Fui de los privilegiados.

Trabajar para AFP en la RDA era muy interesante; una especie de ventana al mundo. Fui contratada en junio de 1984 como secretaria trilingüe. Había estudiado traductorado en ruso y francés. 

Como tenía un tío que vivía en Occidente, me era imposible viajar al extranjero como parte de mi trabajo como intérprete porque para el gobierno mis apegos podían alentarme a no volver nunca más.

Esa era la RDA: las decisiones arbitrarias ...

Cientos de archivos de la policía secreta de la Alemania Oriental, conocida como Stasi, el 22 de junio de 2009 en Berlín (AFP / John Macdougall)

Terminé en una institución que dependía del Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania del Este.

También trabajé para las embajadas de Guinea Bissau, Bélgica, Túnez y un banco italiano. Tuve algunos trabajos, digamos, muy "inusuales", ¡como cuando reemplacé al embajador de Ecuador durante sus vacaciones sin hablar una palabra de español!

La Stasi (policía política) me dejó bastante tranquila durante esos años. Supongo que no me necesitaban porque habían colocado micrófonos en la AFP. Me di cuenta el día que me convocaron para preguntarme por qué no les había advertido que estaba embarazada. Poco antes, le había anunciado mi embarazo a mi esposo desde el teléfono de la oficina...

Un berlinés carga una bandera alemana sobre un tramo de muro derribado, cerca de la Puerta de Brandeburgo, el 11 de noviembre de 1989 (AFP / Gerard Malie)

No puedo decir que eche de menos la RDA, ¡para nada! Estoy en el grupo de "ganadores" de la reunificación. Mis hijos también, porque han tenido muchas oportunidades inimaginables.

Pero en muchos sentidos, el Este fue el perdedor de la reunificación.

Por ejemplo, las mujeres en la RDA teníamos una igualdad real con los hombres. La gran mayoría trabajábamos, mientras que en Occidente estaban confinadas al hogar. Muchas veces nuestro hijo se enfermó durante su primera infancia y fue mi esposo quien se quedó en casa y yo quien fue a trabajar.

Eso fue posible gracias a un sistema desarrollado de guarderías y jardines de infantes. Después de la reunificación, Occidente despreció estos logros para la independencia de las mujeres y desmanteló parcialmente el sistema de cuidado infantil.

Esta forma de desprecio probablemente explica por qué no derramé lágrimas de emoción el 3 de octubre de 1990, cuando las dos Alemanias se volvieron una. Desearía que esos inmensos cambios se basaran en el respeto.

Sabine Nickel en 2018, cuando se retiró de AFP luego de 30 años de trabajo (Cortesía de Sabine Nickel)