Catástrofe silenciosa
Hace 16 años pasé un verano en las playas de Salamina bañándome en un mar transparente. Sin embargo, ahora todo ha cambiado. La “pequeña” marea negra que alcanzó las costas de la isla y la ribera ateniense tras el naufragio de un carguero en septiembre no dio la vuelta al mundo. Las autoridades consideraron que era manejable. Pero merece la pena detenerse en ella, ya que sirve para ilustrar de cerca la fragilidad de nuestro entorno.
En 2001 pasé el verano con un amigo en Salamina. La isla está muy cerca de Atenas, es muy fácil y barato ir desde la capital griega a pasar el día. Todavía recuerdo sus aguas claras.
Desde entonces no había regresado hasta el naufragio del carguero ‘Agia Zoni II’, el pasado 10 de septiembre, con 2.200 toneladas de petróleo a bordo. Es “poco” comparado con el desastre del ‘Amoco Cadiz’ en 1978, que provocó la fuga de 230.000 toneladas de crudo en el norte de Francia.
Los dos primeros días nadie se dio cuenta de la magnitud de la contaminación y cuando el 12 de septiembre me embarqué rumbo a la isla, no sabía lo que me esperaba. Lo primero que hice fue ir a la playa Selinia, y es ahí donde vi la marea negra y sentí el olor penetrante del petróleo.
Una inmensa tristeza me invadió, estaba desorientado. Ese mar azul distintivo de Grecia que tantas veces he fotografiado en todos sus matices, se me apareció como enfermo, cambiado. Al mismo tiempo conservaba cierta paz. Pero una paz paradójica, inquietante.
Después de aquella visita, regresé a la isla varios días seguidos para ilustrar esta catástrofe silenciosa que el fuel provoca en las riberas cuando se vierte.
Viajé a la isla al alba para captar esa luz particular.
Para ilustrar de la mejor forma la transformación del paisaje, utilicé tiempos de exposición largos, de 30 segundos o un minuto, y así mostrar tanto el fuel que había sido absorbido como el que todavía cubría el entorno natural.
Para Salamina y sus habitantes el golpe es duro, incluso a nivel económico. Se trata de una isla popular, frecuentada especialmente por los habitantes de la zona portuaria e industrial que se extiende alrededor del Pireo, frente a sus costas.
Ahora está infestada por el olor del fuel, cuyas masas negras envenenan los fondos marinos. Los pescadores de la zona se encuentran provisionalmente sin trabajo. Las autoridades se afanan en tranquilizar a la población anunciando que limpiarán la costa en algunas semanas, mientras se activan en todas las playas los equipos de limpieza, pero temo que las consecuencias no sean duraderas…