Cuando arden millones de neumáticos

SESEÑA (España) – Hace años que todos veían venir este incendio. Imagínense cinco millones de neumáticos ilegalmente amontonados en un gigantesco vertedero al aire libre, formando montañas de hasta quince metros de alto, a pocos pasos de un barrio residencial. Agréguenle a esto interminables querellas político-administrativas que bloquean desde hace años la resolución del problema, y comprenderán fácilmente lo tentador que podía ser para mucha gente solucionar todo esto prendiendo un fósforo.

Fue en Seseña, a unos cuarenta kilómetros al sur de Madrid. El vertedero de neumáticos surgió en los años noventa y no ha parado de extenderse, aunque fue declarado ilegal en 2003. Hace unos meses, las autoridades decidieron hacer una licitación para vaciarlo, pero aún no había sido convocada.

(AFP / Pedro Armestre)

Y en la madrugada del 13 de mayo, sucedió lo que tenía que suceder: las miles de toneladas de neumáticos comenzaron a arder. Cuando me desperté el 13 por la mañana, la espesa columna de humo negro en el cielo era claramente visible desde la capital.

El incendio de Seseña visto desde el centro de Madrid, a unos 40 km al norte (AFP / Gérard Julien)

Un incendio, mi tema. Desde hace catorce años, entre abril y octubre, cubro los incendios forestales en toda España. Pasé las pruebas teóricas y físicas que me permiten acompañar a los bomberos en el medio del fuego, allí donde ningún otro periodista puede ir. Pero aquí estamos ante una situación muy diferente de las que estoy acostumbrado a cubrir.

(AFP / Pedro Armestre)

Como periodista independiente especializado en temas ambientales, conozco bien el vertedero de neumáticos de Seseña. Ya antes de prenderse fuego, constituía un desastre ecológico que todos los defensores del medio ambiente no cesan de denunciar. También era un escenario ideal para fotógrafos que buscaban imágenes surrealistas.

(AFP / Pedro Armestre)

Hace algunos años, mientras estaba sacando fotos al vertedero desde el exterior, el propietario lanzó sus dos perros hacia mí. Afortunadamente, gracias a un amigo que trabaja en seguridad, sabía que no hay que moverse ni un milímetro cuando un perro guardián se te viene encima: ​​el animal está entrenado para correr detrás de las personas e inmovilizarlas, y no te muerde si tú no le demuestras miedo y te quedas quieto como una estatua. Mientras los perros estaban ahí ladrándome, llamé a la policía, que acudió en mi ayuda y la cosa no pasó a mayores.

Un guardia civil frente al incendio (AFP / Pedro Armestre)

Así que ya me sabía el camino al vertedero. Con un colega, entramos con toda naturalidad por la entrada principal. Por suerte, los bomberos estaban tomando un descanso justo cuando llegamos y nadie nos impidió pasar. Me quedé un buen rato en el lugar para fotografiar las montañas de neumáticos y el humo negro y espeso en medio de una luz apocalíptica.

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Siempre digo que un incendio forestal es un animal salvaje: corre en una dirección y luego bruscamente se da vuelta contra ti. Debemos estar constantemente en guardia, anticipar los movimientos de las llamas para evitar caer en una trampa mortal. En Seseña era más simple: el vertedero estaba rodeado de campos de cereales que todavía están verdes y no arden. Además, el del cementerio de neumáticos es un tipo de fuego que permite limitar el perímetro del incendio. En cierta forma, es menos peligroso.

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El gran problema es el humo. En un incendio cualquiera no son las llamas lo más peligroso. Son las bocanadas de aire caliente, que pueden calcinar tus pulmones si las inhalas, y el humo, que puede asfixiarte muy rápidamente. Si el humo de un incendio forestal ya es muy tóxico, el de un incendio de neumáticos es mucho peor. Se trata de un humo muy complejo, lleno de partículas extremadamente dañinas que se propagan en la atmósfera.

Todo lo que sale de ahí es malo, muy malo. Si por cambio en el viento este humo baja y te envuelve, estás liquidado. Así que decidimos no quedarnos demasiado tiempo en el interior del vertedero.

(AFP / Pedro Armestre)

En un momento dado, vi un Canadair que hacía un vuelo de reconocimiento. Por mi experiencia en materia de incendios forestales, pude anticipar dónde iba a lanzar el agua. Tuve el tiempo justo de correr hasta lo alto de una colina y fotografiar durante su segunda pasada a baja altura al avión cuando lanzaba miles de litros de agua sobre los neumáticos en llamas que están ahí abajo, justo frente a mí.

(AFP / Pedro Armestre)

Ese día, el sol brillaba. Se podían ver claramente los helicópteros de los bomberos atravesando el cielo y soltando las trombas de agua antes de que todo se volviera una densa cortina de humo negro. Pude captar imágenes con mucho contraste, espectaculares.

(AFP / Pedro Armestre)

El vertedero se ubica a cientos de metros de una zona residencial. Es un barrio nuevo de los que se encuentran por toda España: fueron construidos en la época de la burbuja inmobiliaria, pero en medio llegó la crisis y muchos de ellos quedaron finalmente deshabitados. Diez mil personas viven en esta urbanización medio vacía. En la tarde, las autoridades decidieron evacuarlas por precaución. Sus viviendas no estaban amenazadas por las llamas, pero el humo era potencialmente peligroso y el olor era espantoso. Los residentes estarían autorizados a volver a casa al día siguiente.

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El fuego no se extinguió durante horas y horas. Los incendios de neumáticos están entre los más largos de combatir. Hay que irlos extinguiendo poco a poco con agua y arena, y eso puede llevar semanas. Las llamas destruyeron poco más de dos tercios del vertedero.

(AFP / Pedro Armestre)

A estas alturas, aún se desconoce oficialmente la causa del siniestro, pero para muchos caben pocas dudas. El vertedero de Seseña era objeto de una interminable polémica político-administrativa, muy criticado por los residentes locales y un asunto que la Comisión Europea también tenía en la mira. Tarde o temprano, estos millones de neumáticos, tendrían que haber sido retirados y eso hubiera sido muy caro. El incendio puede ser una catástrofe ambiental pero seguramente le ahorró dinero a un montón de gente.

(Este artículo fue escrito con Roland de Courson en París).

(AFP / Pedro Armestre)

 

Pedro Armestre