Una zona de Alepo bajo control rebelde, el 24 de noviembre de 2014 (AFP / Baraa Al-Halabi)

Trabajar en una ciudad convertida en cementerio

PARÍS, 15 de septiembre de 2015 - En la zona rebelde de Alepo, casi todos los parques públicos se convirtieron en cementerios. Ya no hay restaurantes, ni distracciones, ni felicidad. Varias veces al día se escuchan los aviones del ejército de Asad pasando por encima de nuestras cabezas. Nunca se está a salvo. En todo momento, cuando caminas por la calle, estando en casa, cuando vas a la mezquita, una bomba de barril puede caer sobre ti. Un día estás sentado charlando con alguien y al día siguiente te enteras de que ha muerto.

En 2011 yo tenía 19 años, estudiaba informática en la Universidad de Alepo y nunca había sacado fotos. Pero cuando estalló la revolución siria, empecé a grabar y fotografiar las protestas contra el gobierno para un medio local. Un día me detuvieron durante una manifestación y pasé un mes en prisión. Cuando salí, me instalé en la zona controlada por el Ejército Sirio Libre y empecé a trabajar para el Aleppo Media Center (AMC), la agencia de noticias de la rebelión. En 2014, por intermedio de un amigo, me puse en contacto con AFP, que comenzó a comprar mis fotos.

(AFP / Baraa Al-Halabi)

Esta de aquí arriba acaba de ser premiada en el concurso internacional de fotoperiodismo del emirato de Fuyaira (Fipcom). La tomé en el barrio de Kallaseh en Alepo el 3 de junio de 2014, el día de las "elecciones presidenciales" en Siria ganadas casi con el 90% de los votos por Bashar al Asad. En las zonas controladas por el régimen, a unos cientos de metros de distancia, la gente estaba yendo a votar. Yo estaba a punto de subirme a mi coche cuando una bomba cayó cerca. En medio de una nube de polvo, entre las ruinas de un edificio y de una mezquita a medio destruir, vi a este hombre corriendo hacia un camión de rescatistas llevando en brazos a su hermana gravemente herida o quizás muerta. Nunca supe qué pasó con este hombre y esta niña.

"Decir al mundo lo que está pasando aquí"

Me siento orgulloso de haber sido galardonado con el Fipcom, pero espero que la gente sepa ver más allá de esta foto. Siria es más que imágenes de bombas, de sufrimiento: estas son personas que quieren libertad, que quieren construir su país. Con el tiempo, aprendí a amar mi nuevo trabajo, pero la fotografía no es un hobby para mí. Es una manera de decirle al mundo lo que está sucediendo aquí. Si paro, si mis amigos paran, el régimen no parará de simplemente tirar bombas de barril sobre Alepo. Lo hará todavía más y nadie lo sabrá.

Vivo y trabajo en la parte rebelde de Alepo, donde tengo libertad de movimientos. Donde tengo internet al menos intermitentemente. Se pueden comprar tarjetas SIM a dos dólares y utilizar el Wifi en las computadoras conectadas a generadores o a baterías de automóviles. En la AMC, organizamos un sistema de vigilancia en Facebook. Tenemos corresponsales en unas cincuenta zonas de la ciudad que nos avisan cuando pasa algo cerca de ellos. Cuando algo sucede en alguna parte -la caída de una bomba de barril, por ejemplo- salimos todos juntos a hacer nuestro trabajo.

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A la larga, terminas por endurecerte frente al horror. Pero todavía hay momentos en que soy incapaz de trabajar, en que lo que veo me resulta insoportable. En mayo de 2015, cuando una bomba de barril lanzada por las fuerzas del régimen dejó setenta muertos en un mercado de Alepo, no pude tomar fotos. Me senté y me puse a llorar. La carnicería a mi alrededor era brutal. Entonces mis amigos de la AMC me levantaron y me animaron a continuar. Volví a trabajar.

Sucede también que la gente se muestra hostil hacia mí. Cuando un ataque mortal acaba de ocurrir en algún lugar y los habitantes recogen los cadáveres y los heridos, a algunos no les gusta que los fotógrafos estemos ahí. Piensan que es nuestra culpa que pasen estas cosas, que llamamos la atención sobre ellos, sobre su barrio. Cuando me enfrento a este tipo de situación, trato de irme de allí lo antes posible.

“Cohetes elefante”

A la gente de Alepo le encanta el invierno, porque a menudo significa que hay nubes, y los aviones del régimen no pueden venir. El ruido de los aviones es lo que más obsesiona, es lo que es más difícil de soportar. Llegan casi siempre a la misma hora, tanto por la mañana como por la noche. Durante el día tenemos unos segundos para ver u oír un barril que acaba de ser lanzado, predecir más o menos dónde va a caer y refugiarte. Pero de noche es mucho más peligroso, está oscuro y no hay forma de verlos. El régimen utiliza también “cohetes elefante”, un proyectil artesanal que consiste en una bomba de mucha potencia acoplada a motores de cohetes. Cuando se eleva, el cohete hace un sonido que se asemeja a un barrito -de ahí su nombre- y produce mucho miedo, porque es imposible saber dónde impactará.

Antes solía ir a Turquía cada dos o tres meses, para tomar un poco de oxígeno. Pero desde hace unos meses la frontera está cerrada y es mucho más difícil. Hay que pagar a un contrabandista, que cobra 400 dólares. Así que no tengo ningún lugar seguro para refugiarme de vez en cuando y recuperar fuerzas. Ahora estoy en Francia para recibir el precio Fipcom. Y a cada rato pienso en mi esposa, mis padres, mis amigos fotógrafos que están en Alepo y que pueden morir. Siempre tengo la guerra en la cabeza.

Baraa al-Halabi es un fotógrafo independiente residente en Alepo, que colabora regularmente con AFP. Síguelo en Twitter.

Tras un bombardeo sobre Alepo, el 15 de julio de 2014 (AFP / Baraa Al-Halabi)