La luna de los dioses
Atenas – En la noche del 27 al 28 de julio, gran parte del mundo pudo admirar el extenso eclipse total de luna, teñida de un color rojizo. Una serie de fotografías que mostraban estatuas de antiguos dioses griegos junto al astro, en la que parecían jugar con él como si fuera un balón, se viralizaron por las redes sociales y fueron ampliamente publicadas por los medios. Ni el azar ni los retoques en computador tuvieron algo que ver en esas imágenes, cuenta el jefe de fotografía en Atenas, Aris Messinis.
Unos diez días antes del eclipse comencé a reflexionar sobre qué podría hacer. Cada vez que se produce un fenómeno de este tipo, los fotógrafos tratan de ilustrar el momento junto a algún símbolo de su país, como aquí es el Partenón. El problema es que los eclipses de luna solo se producen cuando está en lo más alto del cielo y por eso no funciona tan bien con este tipo de monumentos.
Tenía en mente la estatua de Atenea, ubicada sobre una columna en la avenida Panepistimiou, a la que ya había fotografiado en circunstancias similares. Atenea es Atenas, la antigua Grecia y la mitología. ¿Qué más simbólico podría haber?
Llegué a las 20H30. La luna comenzó a aparecer sobre los edificios a las 21H20 y diez minutos después había tomado mis fotos, en las que no aparecía muy roja, pero sí se podía apreciar su relieve.
Después fui en mi motocicleta hasta la Acrópolis, dos kilómetros al sur, para ver si había posibilidades de hacer algo con el Partenón, pero la Luna estaba demasiado alta.
Entonces partí a toda prisa hacia el norte, para mi plan B: cuatro estatuas relativamente pequeñas que están sobre el techo del Museo de Arqueología y que a menudo son ignoradas por los propios atenienses. De derecha a izquierda, están Apolo, el dios de las artes; Hera, la esposa de Zeus; Ares, el dios de la guerra; y Eirene, diosa de la paz, acunando a Pluto, dios de la riqueza.
Me gustaban las cuatro porque, al estar en posiciones de movimiento y no estáticas, hay la posibilidad de jugar con ellas. Mi sueño imposible habría sido hacerlas jugar con la Tierra, ya que sería un modo de ilustrar la creencia de que los dioses se divertían con nuestro planeta.
Cada milímetro cuenta para obtener el resultado deseado, en particular en la fotografía en la que Apolo parece jugar al balero con la luna y en la que Hera parece posarla sobre la punta de su dedo. Debo haber tomado 300 fotos esa noche, pero en estos dos casos logré solo una toma de cada uno, porque solo minutos después ya era demasiado tarde.
Otro problema, más divertido, fue que debía colocar mi trípode en medio del jardín del museo y me la pasé evitando otro balón: el que usaban una veintena de jóvenes refugiados a mi alrededor para jugar fútbol.
Para este tipo de fotos, en un ambiente oscuro, se necesita un tiempo de exposición más largo, pero es difícil porque la luna se mueve muy rápido y no tenemos el tiempo necesario para volver a empezar.
Tampoco llevé mi mejor equipo. Debería haber elegido mi cámara profesional Nikon D5 y un lente de 400mm. Pero esta vez hice un pequeño truco combinando una cámara semiprofesional Nikon D500, con un teleobjetivo de calidad intermedia, un 200-500 mm. Gracias a esto obtuve algo similar a un lente 300-700 mm y mejor rendimiento.
Algunas personas pueden pensar que fotografías especiales como estas fueron hechas con Photoshop. Pero este no es el caso y no me gusta este tipo de acusaciones peligrosas, y a menudo anónimas. Aunque de alguna manera es un honor para mí, porque demuestra que las fotos son increíbles, literalmente.
En definitiva, estoy satisfecho con esta serie de imágenes, que demuestran que no solo las emergencias, el horror y las catástrofes son parte del fotoperiodismo.