Como si hubiese caído un cometa
Mati (Grecia) – Angelos Tzortzinis, fotógrafo independiente que trabaja para la AFP en Atenas, fue uno de los primeros periodistas en llegar el 23 de julio a Mati, donde se desarrollaba un voraz incendio que dejó casi un centenar de personas muertas. Para él, acostumbrado a coberturas difíciles que incluyen guerras y bombardeos, se trató de “lo peor que conoció” en su carrera. A continuación su relato de los días que cubrió esta tragedia.
Era de tarde cuando llegué a Kineta, al oeste de Atenas, donde había un gran incendio. Las ráfagas de viento eran tan fuertes que tuve que detener mi motocicleta en la carretera, desde donde tomé algunas imágenes del cielo. Finalmente encontré una manera de pasar y fotografiar las llamas. Luego supimos que otro fuego se estaba desarrollando en el lado este, cerca de la costa, a unos 80 km.
Alrededor de las 19h00, estaba en la colina que domina Mati. Pude ver el fuego abajo. Tomé fotos de personas mirando las llamas.
Con algunos colegas, logramos bajar a la ciudad alrededor de las 21h30 o 22h00.
Y allí...fue un caos, como si hubiera caído un cometa...
El fuego aún ardía en algunos lugares, pero el resto se sumía en la oscuridad porque la electricidad estaba cortada.
En el camino nos topamos con un camarógrafo con un reflector. Aproveché el momento en que se dio vuelta para tomar fotos, muy rápido. Tienes que imaginar la escena: el camarógrafo, diez segundos de luz y yo disparando el obturador sin distinguir muy bien lo que estaba fotografiando.
Fue entonces cuando vi cuerpos quemados debajo de los autos, en particular dos cuerpos entrelazados. Según la policía, también había un niño, pero no lo vi.
Había otro cuerpo del cual solo quedaban huesos y piel. Lo más impresionante era el olor a piel quemada.
También había muertos dentro de los autos, pero no me di cuenta en ese momento, sino después, al enviar las fotos.
El fuego había sido muy rápido, derritiendo todo en su camino. El metal de los autos parecía un líquido sobre el pavimento. Hasta la suela de mis zapatos había comenzado a derretirse.
También escuchamos "¡bam bam bam!", las explosiones de las baterías de los automóviles.
Los cables eléctricos habían caído. Tuve que deslizarme hacia abajo para llegar a una pequeña ensenada, donde guiándome por sus gritos encontré a algunas personas que se refugiaban en ese lugar. Apenas tenía la linterna de mi teléfono para iluminarme. Parecía una película de ciencia ficción.
En la playa, tomé fotos de personas a bordo de barcos. Durante el tiempo que estuve allí, no vi ninguna embarcación oficial que viniera a rescatarlos, solo pequeños barcos de pesca. Estaba tan sorprendido que en un momento me di cuenta de que había dejado de tomar fotos. Solo miraba esa escena impresionante.
Solo, bajo presión, sentía que no entendía nada. Además, la situación práctica era muy difícil porque ya no había internet en Mati. Estaba trabajando como un robot, sin pensar en nada; lo único que quería era conexión para enviar mis fotos.
Hacia las 22h30, el registro oficial era de un muerto, información aún no demasiado alarmante, y que aparece en una Nota-Central de la AFP sobre los diversos incendios que asolaban Atenas. En ese momento, nadie hablaba de un desastre en la costa este. El testimonio de Angelos permitió publicar una alerta a las 00h26 informando de "cinco muertos", y comenzar a sopesar el desastre que estaba ocurriendo. Alrededor de las 03h00 del día siguiente, las autoridades indicaron oficialmente que había "más de 20 muertos". A partir de entonces, el balance seguiría aumentando constantemente.
A la mañana siguiente estaba emocionado, cansado, mi cabeza daba vueltas, no había dormido en un día.
Un día después del incendio, el saldo oficial era de 24 muertos, pero un noticiero de televisión comenzó a evocar “algo horrible de lo que todavía no podemos hablar”. Un grupo de 26 personas quedó carbonizado en un terreno, cerca del mar. Los cuerpos fueron encontrados abrazados. Probablemente no pudieron ver hacia dónde iban en medio del pánico y la oscuridad. Querían llegar a la playa, pero el terreno estaba al borde de un acantilado. Los fotografié de lejos. Si bien no nos permitían acercarnos, en caso de poder no sé si yo lo hubiera hecho.
Este incendio es lo peor que he experimentado en este trabajo. Jamás vi una catástrofe parecida aunque estuve en campos de guerra con bombardeos y muertos. Por la crisis migratoria también he visto algunas situaciones muy difíciles.
Pero aquí, en el siglo XXI... Una casa llena de muertos... Me conmovió también porque es mi país. Las palabras no son suficientes para describir lo que vi.
Recibí cientos de mensajes en las redes sociales, personas conmovidas que comentaban mis fotos. No respondí.
No fue hasta el tercer día que empecé a tomar conciencia de lo que había sucedido.
El fuego había sido loco, y muy impredecible. Por ejemplo, fotografié dos ramos de flores en la reja de una casa. Era un tributo a una familia que quedó carbonizada cuando quiso huir. Todavía había pequeños trozos de huesos al pie de los ramos, que quedaron después de que los equipos de rescate se llevaron los cuerpos. Lo peor es que, después de devorarlos, el fuego cambió repentinamente de dirección y su casa quedó intacta. Eso me contó el vecino.
Seguí fotografiando durante cuatro días las consecuencias del incendio y también tomé algunas imágenes para ayudar a las víctimas en sus informes de indemnización.
El viernes fue el primer día que no volví a Mati. Pero igual me desperté a las cinco de la mañana.
Esta cobertura también planteó la pregunta sobre las fotos que se pueden publicar sobre una tragedia como esta. Fotografiar a los muertos es parte de mi trabajo, pero trato de hacerlo con respeto hacia ellos.
La primera noche envié la imagen de un cuerpo carbonizado debajo de un automóvil, donde no podíamos ver mucho. Pensé que era suficiente para que la gente entendiera lo que estaba pasando.
Entonces decidimos con Aris (Messinis, jefe de fotografía en Atenas) y Stéphane Arnaud (redactor en jefe de foto en París), que enviaría otras imágenes que eran más duras, y los jefes editoriales decidirían cuáles podrían publicarse.
La cuestión es hallar un equilibrio entre la ética, el respeto por los muertos y la información pública, porque también es importante que la gente tenga una idea de lo que sucedió.
Pienso que es bueno para el fotógrafo enviar lo que tiene, y dejar que otra persona, con más perspectiva, juzgue lo que se debe hacer con esas fotos.
Por supuesto que es mi trabajo mostrar las imágenes de los cuerpos, pero lo que me interesa es darle a las personas otro aspecto de lo que está sucediendo, tomar cierta distancia.
Por ejemplo, la imagen que más me gusta la tomé arriba de Mati, al atardecer, y muestra a un padre mirando el fuego con su hijo en brazos.