La entrevista

Ahmad, Alia y su bebé Adam llegaron a Europa en septiembre de 2015, en el pico de la crisis de los migrantes. Sobrevivientes de ataques con bombas en su nativa Bagdad, decidieron huir de Irak buscando una mejor vida para su hijo, de sólo cuatro meses en el momento en que se subieron a un viejo barco pesquero en las costas de Turquía para llegar a Grecia.

Desde ahí, caminaron a través de campos, viajaron en trenes y autobuses repletos de personas provenientes de Medio Oriente, Asia y África en busca de asilo y engañaron a guardias de fronteras, todo ello acompañados por un equipo de la AFP. En octubre realizaron una solicitud de asilo en Holanda, donde tienen familia. Desde entonces,  viven en refugios improvisados, entre ellos un centro de exposiciones. Y desde diciembre pasado, su hogar es una antigua prisión de mujeres que fue convertida en un campo de refugiados. Al igual que otros cientos de miles de solicitantes de asilo en toda Europa, aún no saben si obtendrán un permiso de residencia.

Los conocimos en un tren atiborrado de gente que viajaba desde la frontera entre Grecia y Macedonia a la frontera con Serbia y hemos escrito sobre su travesía -desde la caminata por la ruta de los Balcanes hasta la llegada a Holanda y del sueño de vivir en nuevas tierras.

En esta última entrega, Ahmad nos cuenta cómo fue su entrevista para solicitar asilo.

Heerhugowaard, Holanda  - Tuve la entrevista para solicitar asilo a mediados de marzo. Habíamos esperado tanto por esta oportunidad de contarles a las autoridades holandesas nuestra historia que cuando por fin llegó el día, estaba muy nervioso. Sabía que mi vida y el destino de mi familia dependían de esta entrevista.

Ese día me levante muy temprano y me preparé para ir. Un autobús del gobierno me llevó junto a otros 45 solicitantes de asilo al centro de detención en el aeropuerto Schiphol en Ámsterdam, donde se realizan las entrevistas. Alia y Adam fueron conmigo, pero tuvieron que esperar fuera.

Alia y Ahmad en un centro de acogida para refugiados, en diciembre de 2015 (AFP / Emmanuel Dunand)

A las 10 de la mañana, me llevaron a un cuarto de paredes blancas que tenía una sola ventana. El entrevistador tenía el cabello rubio y los cachetes rosados y llevaba una camiseta blanca. Tiene una edad similar a la mía. Durante el encuentro, fue decente y educado. Se disculpó de antemano por tener que hacerme preguntas duras sobre mi vida antes de llegar a Holanda. Dijo “por favor” y “gracias” en cada pregunta que formuló.

No necesité pensar mucho las respuestas, sólo dije la verdad.

Bagdad, en agosto de 2007 (AFP / Ali Yussef)

-¿Cuál es su nombre, por favor?

 - Ahmad.

- Gracias. ¿Dónde nació, por favor?

- Bagdad.

- Gracias. ¿Cuándo nació, por favor?

- El 16 de noviembre de 1988.

- Gracias. ¿Cuál es el nombre de la escuela donde cursó la primaria, por favor?

- Al Zahf al Kabir.

- Gracias. ¿Y la secundaria?

- Al Qaaqaa.

- Gracias.

En la habitación también había un intérprete, una iraquí un par de años mayor que yo. Cuando hacía las preguntas, el entrevistador siempre la miraba a ella y nunca a mí.

A juzgar por las preguntas que formuló, no parecía tener mucho conocimiento sobre Irak. Tan sólo leía las preguntas en la pantalla de su computadora y escribía mis respuestas, una a una.  Le conté sobre los peligros de vivir en Irak y la angustia que provoca saber que puedes morir o ser secuestrado en cualquier minuto. Le conté también que fui secuestrado durante 10 días por el ejército Mahdi, una poderosa milicia chiita, durante la guerra sectaria de 2006 y 2007.

Junto a dos de mis primos, que también fueron secuestrados, fui golpeado y me mantuvieron con los ojos vendados. Afortunadamente, nuestros vecinos chiitas ayudaron a negociar nuestro rescate. De otra forma no hubiera salido de allí con vida. No creo que el entrevistador sepa realmente cuan generalizada está la violencia en Irak.

Un miliciano del "Ejército Al-Mahd" en noviembre de 2006 (AFP / Qassem Zein)

- ¿Sirvió en las fuerzas armadas?

- No. Era muy joven para para hacerlo durante el gobierno de Sadam Husein y demasiado mayor cuando se instauró el nuevo régimen.

- Gracias.

Me preguntó los nombres de mis padres, los nombres de mis cuatro hermanos y la fecha en la que me casé con Alia. Las preguntas eran detalladas y exhaustivas. Después de cada pregunta, el “tap-tap-tap” del teclado interrumpía el silencio. Apenas pude ver la cara de entrevistador porque la mayor parte del tiempo estuvo detrás del monitor de su computadora.

Poco tiempo después, los otros 45 entrevistados y yo tuvimos un descanso de una hora.  Nos guiaron por un pasillo y nos dieron una tostada y un queso congelado para comer. Por turnos nos servimos agua y Nescafé en una pequeña sala en el mismo piso. Pero no había microondas para calentar el queso, así que lo colocamos cerca de la ventana esperando que se descongelara con la ayuda del sol. Por suerte había traído una manzana y una naranja.

Tras la pausa, las preguntas continuaron.

- ¿Cuándo decidió dejar Irak, por favor?

- La primera vez que me fui de Irak fue en 2006 durante la guerra sectaria. Me fui a Siria, a Turquía y a Jordania.

- Gracias.

Luego, repitió una de las preguntas que me había hecho antes. No puedo recordar cuál. Supongo que lo hizo para asegurarse de que podía darle la misma respuesta. Así lo hice.

Le conté mi historia de la A a la Z. Le dije que no me había convertido en un refugiado de un día al otro, que hace 10 años estoy trasladándome.

En un tren en Macedonia rumbo a la frontera con Serbía, en agosto de 2015 (AFP / Aris Messinis)

Le conté que luego de huir a Siria durante la guerra sectaria, volví a Bagdad por un tiempo, pensando que quizás la situación había mejorado. Pero no había sido así. Me casé con Alia y tuvimos a Adam. Esperamos a que tuviera cuatro meses y partimos.

Le conté de la explosión a la que sobreviví junto a Alia en Bagdad en febrero de 2014. Fue antes de casarnos. Estábamos en un restaurante llamado Mr Chicken. Estábamos viendo qué ordenar y cuando me paré a hacer el pedido la bomba explotó. Si me hubiera levantado unos segundos más tarde, habría muerto. Muchos murieron en el restaurante. Algunos perdieron sus extremidades. Otros sufrieron graves quemaduras. Fue horrible. El lugar estaba totalmente pulverizado.

Bagdad luego de un ataque, febrero de 2014 (AFP / Ahmad Al-rubaye)

Les mostré al entrevistador y al traductor las cicatrices en mi rostro. Los ojos del traductor se llenaron de lágrimas. Les dije que las cicatrices de Alia eran incluso peores.

“Gracias a dios que estás vivo, gracias a dios que lo lograste”, dijo el traductor.

El entrevistador no reaccionó. Sólo se oía el “tap, tap, tap” de su teclado.

Les conté que un equipo de periodistas de la AFP siguió nuestra historia y que escribió sobre nosotros.

- ¿Por qué los eligieron a ustedes? -preguntó el entrevistador mientras miraba el video de la AFP sobre la travesía.

- Por Adam. Los periodistas se conmovieron con que nos hayamos arriesgado solo para que nuestro bebé tenga un futuro mejor.

- Te creo -dijo el entrevistador. Suspiré aliviado.

Migrantes cruzan la frontera entre Grecia y Macedonia, en agosto de 2015 (AFP / Aris Messinis)

Sentí muy clínico todo el proceso de la entrevista. Quizás el entrevistador escuchó tantas historias de tantas personas que ya no siente nada por nadie.

Cuando terminamos, cerca de las 5:00 pm, él y el traductor me acompañaron nuevamente al autobús donde Alia y Adam me esperaban.

El traductor empezó a jugar con Adam y el entrevistador agarró su mano. Luego me miró a los ojos y sonrió.

“Ahora entiendo porque emprendiste esta travesía”, dijo.

Hace ya mucho tiempo que Alia, Adam y yo partimos, pero aún tengo esperanza.

La espera es larga. Nos dijeron que la respuesta a nuestra solicitud de asilo podía demorarse seis meses.

El sentimiento general entre nuestros pares es que a los sirios les darán el estatus de refugiados y un permiso de residencia más rápido que a los iraquíes como nosotros.

Mi hermano, que vivió aquí por 11 años, me dice que sea paciente, que siempre es duro al principio.

No me molesta esperar. Lo que me molesta es no saber cuánto tiempo tengo que esperar.

Lo único que deseo es que Adam vaya a una guardería, luego a un jardín de infantes y después a la escuela. Que tenga una vida normal en un lugar seguro. Eso es todo.

Ahmad y Alia pasean a Adam en Leeuwarden, en diciembre de 2015 (AFP / Emmanuel Dunand)

 

Serene Assir