Huir de la guerra
El fotógrafo Abdulmonam Eassa ha sido uno de los colaboradores clave de AFP para cubrir la ofensiva del gobierno sirio en Guta Oriental.
En sus últimas semanas en el enclave rebelde fue de un pueblo a otro, a medida que las fuerzas sirias avanzaban, resguardándose en sótanos de los bombardeos y ataques aéreos. Documentó con sus fotografías, videos y textos tanto como podía, antes de salir de la zona en busca de una nueva vida.
A continuación, un detalle de esos momentos.
Hama, Siria – Aquí sientes que puedes comenzar de nuevo. Me compré ropa e inmediatamente deseché las que había estado usando, no porque estuvieran sucias, sino porque contenían recuerdos que prefiero olvidar. Malos recuerdos.
Es finales de marzo, ha pasado poco más de un mes desde que el gobierno sirio comenzó un bombardeo intenso contra mi hogar en la región de Guta Oriental, que ha estado bajo control de los rebeldes desde 2012.
Durante semanas, he estado yendo de un área a otra, protegiéndome en sótanos para escapar de los bombardeos y del avance de las fuerzas sirias. He estado usando la misma ropa durante un mes, hace dos meses que no me rasuro y no he tomado una ducha en 10 días. Ahora llegué a otra zona en Siria, donde todo se ve genial comparado a la muerte que dejé en Guta.
7 de marzo de 2018 - Hoy es uno de los días más duros que he vivido. Tras dos semanas de bombardeos, estoy exhausto pero sigo saliendo de casa, diciéndome: “Veré qué está pasando en los barrios de Hammuriyeh”. Es mi ciudad natal, el lugar donde crecí y donde vive mi familia.
Diez minutos después comienzan los bombardeos. Subo a una ambulancia y vamos al lugar del ataque. Un avión vuelve a disparar. Damos vuelta en una calle y vemos a un hombre y a su hijo en el suelo. Están en llamas cerca de su motocicleta. He visto mucha muerte y destrucción, pero ante esta escena quedo en shock.
Nunca imaginé que viviría algo así, mucho menos que lo fotografiaría.
Es muy, muy difícil. Tomo fotografías, pero me duele. Ayudé a los miembros de la Defensa Civil a apagar el fuego y a mover a los dos hombres. Luego me encuentro con el hermano de uno de ellos, lo veo desconsolado. Al final pasé unas siete horas en la ambulancia, dejando a un lado mi cámara para ayudar.
El 60% de las casas en la ciudad están completamente destruidas. La gente reúne sus pertenencias para escapar, pero al escuchar un bombardeo sale corriendo a esconderse. El régimen sirio y los aviones de combate de Rusia no respetan a nadie y nada: ni a madres, niños, casas, mezquitas o escuelas. Los combates son violentos.
Saco a mi familia de nuestra casa, pero hasta ahora nunca había pensado en llevarla a un lugar seguro, preocupado de que queden bajo los ataques.
Vamos a escondernos a un túnel, pero los bombardeos son tan intensos que las llamas de los incendios casi nos alcanzan. Tratamos de ir a otro lugar, pero hay un ataque aéreo cerca. Los niños lloran, mi madre llora. Yo no, no sé por qué, tal vez porque sé que llorando no cambiaré nada.
Nos quedamos hasta las seis de la mañana y me las arreglo para buscar un auto para llegar cerca de Hammuriyeh, donde los ataques no son tan fuertes.
Me impresiona el nivel de destrucción que nos rodea, hace dos semanas todo era normal en esta zona. Las casas, las tiendas, mi hogar y el barrio donde solía jugar cuando era niño están devastados. Todo está cerrado y solo hay gente que aparece con una maleta en cada mano, huyendo.
Decidí regresar a mi casa y encontré todo exactamente como estaba, pero destruido: mi cuarto, el lugar donde desayunaba….
En situaciones como esta piensas que ya no queda nada, pero mi familia está a salvo
10 de marzo de 2018 - He estado tomando fotos en esta zona durante semanas, y casi no quedan personas en esta ciudad. No pude retratar a la gente abandonando sus hogares porque yo mismo estaba sacando a mis padres de nuestra casa. No tenía tiempo de agarrar la cámara. Después de 24 horas de brutales bombardeos, solo me importaba sacar a mi familia lo más rápido posible.
No pude fotografiar a las personas que caminaban entre sus casas destruidas, porque yo era uno de ellos.
15 de marzo de 2018 - Perdí a un amigo muy cercano, se llama Ahmad Hamdan. Nos conocimos cuando éramos jóvenes, pero nuestra amistad se hizo más fuerte durante la guerra.
Los últimos días pasamos en Hammuriyeh, donde solíamos caminar cerca de nuestras casas destruidas.
Ahora estoy solo en Guta Oriental, no me queda nadie. Mis padres se fueron. Puede que viva y puede que muera, no sé lo que pasará. Tal vez viva y cuente lo que ocurrió aquí, de los crímenes cometidos contra nosotros, de esos días difíciles y bellos que tuvimos. Tal vez me quede, tal vez me vaya.
Todos están tan cansados. Debe hacer una solución para esta región. Incluso los grandes poderes no pueden detener lo que está pasando. No hay más palabras.
22 de marzo de 2018 - Me he estado moviendo de un área a otra desde el 15 de marzo, cuando abandoné Hammuriyeh, mi ciudad natal. No fue por los bombardeos, sino por los enfrentamientos y el avance del régimen. Pasaba la mayor parte del tiempo escondido en sótanos.
Estoy en un barrio de Ain Terma. Por el camino angosto, pasan una mujer y su hijo. Un proyectil impacta a unos cuatro metros de mí, pero muy cerca de ellos. Primero no sentí nada, luego un golpe masivo.
Miré a mi alrededor: el niño está llorando y su madre, muerta, en el suelo. Levanto al niño y corro hasta la entrada de un edificio. Otro proyectil impacta. Pongo al pequeño en el suelo, trato de mantener en su lugar su pie casi desprendido de la pierna.
Lo vuelvo a levantar y corro. Realmente son calles de muerte. Pero cuando tienes a un niño, haces de todo para salvarlo. Dios todopoderoso me dio esta responsabilidad y tengo que llevar al pequeño al hospital para que lo traten.
Ese niño fue el último herido que vi en Guta. El bombardeo terminó dos horas después y luego un acuerdo fue anunciado, el cese al fuego y los civiles y rebeldes serían sacados de Guta Oriental.
Me siento feliz de que pararon los combates y la matanza. Tal vez no veremos más muertos o heridos en las calles. Tal vez la gente no quedará atrapada en lugares en los que nadie puede alcanzarlos.
Al mismo tiempo, estoy triste de irme. Pero solo quiero ir a un lugar donde pueda comprar ropa nueva, ducharme y rasurarme. Este fue el plan de Dios todopoderoso para nosotros. Hemos vivido circunstancias muy duras, pero sobrevivimos.
25 de marzo de 2018 - Hay un punto en que el cansancio se apodera de tu mente y cuerpo. Decidí marcharme. Subirme a un bus que me saque de Guta Oriental. Son siete horas de viaje, casi sin moverse. Siete horas se sienten como toda una vida, especialmente si dejas tu lugar de nacimiento, el lugar donde pasaste momentos tanto bellos como difíciles. Especialmente cuando no sabes si un día regresarás.
Algunos nos miran raro, como si pensaran “¿a dónde van estas personas?”, como si no supieran nada de nosotros. Algunos nos muestran cómo es el odio entre sirios. Un tipo maldice y otro dice cosas ofensivas. Una mujer nos escupe.
¿Por qué es así?, me pregunto. ¿Qué hicimos mal, tras haber vivido en un área donde había opositores al régimen y luego combates y rebeldes? Fue nuestro destino. Solo era el lugar donde vivíamos. ¿Por qué otro sirio nos trata o habla así?
Tal vez perdió a un padre, a un hijo, pensé. Pero nosotros también perdimos gente, con las mismas fuerzas luchando en nuestros barrios.
No se puede describir el agotamiento psicológico que teníamos. No teníamos forma de enfrentar la situación. Tal vez los bombardeos, la muerte, la destrucción nos han hecho un poco más conscientes de la realidad.
El autobús para en el camino y me bajo, a la derecha hay campos cultivados y a mi izquierda está el mar, la primera vez que lo veía en ocho años. Era un paisaje bello. Me di cuenta que tan pronto como dejas un lugar, comienzas a extrañarlo.
Cuando el autobús llegó a Qalaat al-Madiq, en la provincia de Hama, hay muchas personas que me esperan, algunos son colegas periodistas. Me marcho con Omar y conducimos por la zona, es mi primera vez por aquí. Se siente tan bien, comparado con la situación en Guta. Aquí la vida es diferente, hay bombardeos pero no tan intensos. Hay de todo, veo comida que no he visto en casi tres años, como pollo asado, fresas… En Guta solo podíamos encontrar las frutas que crecían ahí.
No esperaba que esta región sea así, esperaba que fuera peor. Es hermosa, la gente es muy amable y tratan de ayudar a todos.
Compré ropa y zapatos nuevos, tomé una ducha y me rasuré.
Vuelvo a la normalidad y duermo sin escuchar el sonido de los bombardeos. Es la primera vez que duermo así en dos meses, no puedo describirlo, es como tener una nueva vida.
Todo se ve genial comparado con Guta, pero voy a extrañar mi ciudad. Tal vez habría sido diferente sin bombardeos tan intensos, pero éstos nos hicieron odiar ese lugar. Queríamos abandonarlo, dejarlo atrás.
Ahora estoy en un área nueva y separado de mi familia. Pero estoy contento de que pude descansar y cambiar un poco. Eso es lo que Dios todopoderoso quería, que salgamos de donde estábamos viviendo, del lugar donde nacimos. Pero esto también es Siria y si pudiera iría a cualquier lugar del país.
Pero ahora estoy pensando salir de Siria, quiero ver cómo es la vida afuera. ¿La gente es diferente? ¿Solo en Siria hay guerra? Trataré de escapar de la realidad en la que vivo. Tal vez descanse, tal vez no. La vida es dura cuando vives en la guerra. También es difícil en otras circunstancias, pero no se puede comparar.