Un episodio macabro

Ocho meses. Es el tiempo que pasó para que el inventor danés Peter Madsen sea condenado a cadena perpetua por el asesinato de la joven periodista sueca Kim Wall. Ocho meses de una épica judicial agotadora durante la cual los periodistas que cubrieron el juicio se esforzaron por mantener a raya sus convicciones personales sobre la culpabilidad de Madsen.

Las imágenes dieron vuelta al mundo: un hombre con un traje verde militar, fornido y el pelo hirsuto, era rescatado poco después de que su submarino naufragara en la bahía de Copenhague la mañana del 11 de agosto de 2017. 

La torreta del UC3 Nautilus en Nordhavn, una zona portuaria de Copenhague, el 25 de abril de 2018. (AFP / Ritzau Scanpix/ Mads Claus Rasmussen)
 

El rostro inmutable de Madsen no revelaba que un crimen acababa de ser cometido. Aparte de una gota de sangre apenas visible debajo de su nariz. La policía se daría cuenta antes de determinar que su víctima era esta joven periodista, de 30 años, quien un día antes había llegado a entrevistarlo a bordo del submarino UC3-Nautilus, que él mismo había diseñado y construido gracias a donaciones. 

Ocho meses después, el 25 de abril de 2018, la juez Anette Burkø y dos jurados civiles lo condenaron a cadena perpetua, la pena máxima en Dinamarca. Es una sentencia inusual en el país, con solo 25 presos pagando una pena similar. 

Por lo general no es una sentencia de por vida,  en promedio los detenidos pagan 16 años en prisión, pero en el caso de Madsen probablemente será mucho más.

La corte lo declaró culpable del asesinato con premeditación de Kim Wall y de haberla agredido sexualmente y descuartizar su cuerpo antes de tirarlo al mar.

Lanzó por separado la cabeza, las piernas y los brazos en paquetes de plástico, junto a piezas de metal. Perros rastreadores suecos, entrenados para encontrar cuerpos a profundidades de 30 metros, ayudaron a los buzos a recuperar los restos del cadáver.

En la apertura del juicio -el 8 de marzo de 2017- decenas de periodistas daneses y extranjeros se apretujaban en el tribunal para presenciar el que sería el caso criminal más sensacional del país. La AFP envió un periodista y un videasta. Durante las siguientes semanas, los colegas de la oficina de Estocolmo se turnaron para cubrir las audiencias.

El tribunal, instalado en un edificio que una vez fue un hotel de Copenhague, es pequeño y está lleno. Doce asientos son para la prensa danesa, dos para la prensa sueca y seis para otros medios que esperaron pacientemente durante varias horas para lograr un lugar.

Para trabajar en las mejores condiciones, la AFP decide instalarse en una habitación del edificio, donde las audiencias son retransmitidas en directo en grandes pantallas. Mientras toman apuntes y actualizan las notas,  los periodistas están atentos a las respuestas agudas de  Madsen. Los psiquiatras que lo analizan le preguntan ¿por qué, si la muerte de Wall se trataba de un accidente, él desmembró el cuerpo en lugar de llamar a las autoridades?. “Cuando enfrentas un gran problema, lo cortas en pedazos”, respondió.

El tribunal de Copenhague, el 25 de abril de 2018. (AFP / Ritzau Scanpix/ Mads Claus Rasmussen)

El periodista que cubre un proceso criminal no es un juez, no está siguiendo un caso para dar una opinión sobre la culpabilidad, pero al estar tan cerca del proceso es casi imposible que no se forme una opinión, es muy difícil ignorar la convicción personal.

En las primeras horas después de su arresto el 11 de agosto, Madsen es grabado por un canal de televisión cuando es llevado a tierra después de ser rescatado de su submarino naufragado. Conocido por su obsesión por explorar el espacio y el mar, Madsen explica a los periodistas que apenas se acuerda del nombre de Wall.

“Mi pasión es encontrar modos de viajar hacia mundos más allá de los conocidos”, escribió en su página web de su asociación espacial, RML Space Lab, con la que envió un cohete a ocho kilómetros de altitud y con la que esperaba convertirse en el primer amateur en viajar al espacio en su propio cohete.

Le gusta poner a prueba los límites, romperlos, escapar del “mundo real”.

A medida que las partes del cuerpo de Wall se encontraban y se iba haciendo más claro que algo terrible le había ocurrido, los periodistas -incluidos los de AFP- comenzaron a hacer un paralelo con la popular serie de televisión ‘The Bridge’: un danés, una sueca, un cuerpo encontrado en aguas que dividen a los dos países, cerca del Oresund Bridge (que dio nombre a la serie).

Croquis del juicio de Peter Madsen en Copenhague, el 25 de abril de 2018. (AFP / Ritzau Scanpix/ Anne Gyrite Schuett)
 

Los medios comparan el caso con una serie “nórdica negra” o un “thriller nórdico”.

Hasta que las comparaciones paran.

Porque se parece demasiado a la realidad.

Lo que causa shock es el contraste entre la violencia brutal cometida contra Wall y la reputación de la península como un lugar seguro, de buena calidad de vida y donde los daneses son los más felices del mundo, según una clasificación de Naciones Unidas.

No hay una explicación cultural o sociológica para el crimen. Es una historia de puro interés humano, una historia trágica.

Los únicos testigos del crimen son el submarino reflotado, su capitán y el cuerpo de la víctima. Toda la investigación –y el juicio- se apoyarán  en cualquier información que pueda ser obtenida de ellos. Y hacer esto no es fácil para el jurado.

No hay evidencias tangibles irrefutables en el caso. Todo recae en el perfil del acusado y su carácter.

Un veredicto de culpable debe basarse en evidencias incuestionables, el fiscal sabe que debe probar la culpabilidad de Madsen más allá de cualquier duda razonable. Si queda alguna duda, él podía quedar en libertad, tal como insistió a lo largo del juicio su abogada Betina Hald Engmark, en su primer caso por homicidio.

La abogada de la defensa, Betina Hald Engmark, llega al tribunal de Copenhague el séptimo día del juicio a Peter Madsen, el 28 de marzo de 2018. (AFP / Ritzau Scanpix/ Mads Claus Rasmussen)

Para aquellos que siguieron el caso desde el principio, era cada vez más claro que por más de que se probara que Madsen ató, golpeó, mutiló sexualmente y estranguló o cortó la garganta a Kim Wall, el fiscal también tenía que probar que ningún otro escenario era plausible, que la hipótesis de que había ocurrido un accidente –como dijo la defensa- no tenía posibilidades de ser verdad.

Hacía falta demostrar que la verdad a veces se encuentra en la imposibilidad de la falsedad. Ante el riesgo de que el tribunal, conformado por una juez profesional y dos jurados civiles, se pronunciaran por una absolución en uno o varios de los delitos imputados contra Madsen, el fiscal Jakob Buch-Jepsen, representante del Ministerio Publico, exhortó a los jueces a utilizar su “sentido común”.

Croquis de la audiencia en el que se ve al acusado Peter Madsen (I) y el fiscal Jakob Buch-Jepsen (de pie), el primer día del juicio, en Copenhague, el 8 de marzo de 2018 (AFP / Ritzau Scanpix/ Anne Gyrite Schuett)
 

Durante una audiencia Madsen desafío al fiscal: “Jakob, no diré nada hasta que la evidencia material que presentes me obligue a hacerlo".

El caso estaba lleno de elementos objetivos y evidencias circunstanciales. ¿Pero son suficientes para probar la culpabilidad de Madsen?

El tribunal decidió que sí, pero en la prensa danesa, los juristas evocaban –desde el principio del proceso- la hipótesis de que podría ser absuelto de los delitos de asesinato premeditado y agresión sexual agravada.

En ese caso, Madsen habría sido declarado culpable por profanar un cadáver, un delito que se paga con seis meses de prisión.

Aunque los periodistas en la oficina de Estocolmo no estábamos seguros de que sería condenado, la mayoría de nosotros –debemos decirlo- lo considerábamos culpable por su primera mentira a los investigadores.

Soy el primero en admitirlo, es una convicción pero también una apuesta.

Y por más difícil que sea de comprender, en casos macabros como estos, hay un juego intelectual: ¿Tengo razón? ¿Estoy equivocado?

A la hora de escribir, decidimos describir a Madsen como un hombre que se declara inocente, pero que es acusado de un asesinato particularmente violento. Sin embargo, a medida que la investigación avanzaba y se conocían más detalles, las preguntas en nuestras historias eran cada vez menos frecuentes.

En agosto de 2017, el perfil que hicimos lo describía como un “inventor excéntrico y megalomaníaco”, pero no un asesino. En marzo de 2018, decíamos que era un “ingeniero retratado por la acusación como un sádico sexual”, y después del veredicto como “un inventor oscuro convertido en asesino (con) fantasías macabras que involucran sexo violento, mujeres decapitadas y películas snuff”.

Cada palabra era sopesada para evitar juzgarlo y equilibrar el espacio para la parte acusadora y la defensa.

El fiscal Jakob Buch-Jepsen llega al Consejo Municipal de Copenhague el 23 de abril de 2018. (AFP / Ritzau Scanpix/ Nikolai Linares)

Revisemos los elementos objetivos del caso: Peter Madsen estaba solo con Kim Wall en el submarino el 10 de agosto.  Wall murió a bordo, así lo admitió él. También reconoció que descuartizó el cuerpo en cabeza, brazos y piernas con herramientas -que se negó a revelar- y perforó con un destornillador el torso y la vagina para evitar la acumulación de gases y que el cuerpo flotara en lugar de sumergirse en las aguas, según dijo.

Madsen explicó que lanzó el cuerpo de Kim Wall en la bahía de Koge en Copenhague para enterrarla en las aguas.

También hay elementos objetivos impugnados por la defensa: la presencia de objetos innecesarios en un submarino como cintas plásticas para equipaje, una sierra eléctrica para madera, tuberías metálicas y un afilado destronillador extralargo. La fiscalía sostiene que fueron utilizados para cometer el crimen y dan muestras de la premeditación.

Ingrid y Joachim Wall, los padres de la víctima, el 23 de marzo de 2018 en Nueva York. (AFP / Angela Weiss)
 

La autopsia permitió desmentir la versión de Madsen según la cual una escotilla cayó accidentalmente sobre la cabeza de Kim, la cual no presentó ningún traumatismo. 

También halló 14 puñaladas en y alrededor de los genitales y que, después de examinar los pulmones, la víctima había sido asfixiada.

Madsen afirmó luego que la periodista murió al inhalar gases tóxicos que llenaron el submarino, mientras él estaba en la cubierta y la puerta se cayó y no pudo abrirla por el efecto vacío.

La defensa logró generar dudas sobre la autopsia durante el testimonio del forense: ¿El monóxido de carbono pudo haber causado el envenenamiento? No es completamente imposible, admitió la forense, señalando que los rastros podían haber desaparecido cuando el cuerpo fue sumergido en el agua. ¿Había señales en el cuello de un  corte? No son incompatibles, pero no hay una certeza absoluta. ¿Las heridas infringidas en los genitales fueron antes o después de la muerte? Imposible de determinar en un 100%, excepto por una que ocurrió en el momento de la muerte o justo después.

También están los elementos subjetivos: el disco duro de Peter Madsen, en su oficina,  y testimonios de quienes lo conocían sugieren que era un hombre de pasiones macabras y sadomasoquistas. Los expertos lo diagnosticaron como un “perverso polimorfo” con “rasgos psicopáticos”. El tribunal vio varios videos impactantes encontrados en el computador de Madsen, incluidos sus encuentros sexuales en los que utiliza una cámara GoPro en la frente, y otras grabaciones en las que mujeres reales y muñecos son torturados, violados, empalados, despellejados y decapitados.

Las imágenes son tan fuertes que solo la defensa, el fiscal acusador y el tribunal pueden verlos, por lo que las pantallas son retiradas de la sala de audiencia. Asimismo, la pesquisa descubre que Madsen buscó en internet videos de mujeres decapitadas, solo unas horas antes de la muerte de Wall.

Durante el juicio, se publicaron mensajes de texto que Madsen envió a una mujer. La defensa protestó, pero el tribunal lo autorizó.

Croquis de la audiencia de Peter Madsen el 25 de abril de 2018, en el tribunal de Copenhague. (AFP / Ritzau Scanpix/ Anne Gyrite Schuett)
 

Mujer: “¿Puedes enviarme amenazas de muerte?

Madsen: “Te ataré y te apuñalaré con un pincho (…) Tomo un cuchillo y miro tu garganta, el lugar donde está la arteria carótida (…). Te ataré en el Nautilus”.

¿Circunstancial? Coincidencia, argumenta Madsen. "Jackob ", como llama al fiscal, “si ves una película sobre una bomba nuclear y unos días después explota, ¿no sería eso una coincidencia?”

“Yo no soy juzgado”, retrucó el fiscal.

Madsen se defendió alegando que su disco duro estaba en su oficina, a la que muchas personas tuvieron acceso y que prestó el computador a un pasante y a una amiga fotógrafa que estaba interesada en películas gore.

Otro testigo dijo que Madsen había dicho que quería cometer el crimen perfecto.

Los expertos en submarinos rechazan la versión de un accidente con gases tóxicos y Madsen vuelve a cambiar su versión, como lo hace cada vez que los investigadores lo ponen en evidencia. Su evaluación psiquiátrica lo incrimina. ¿Pero cuánto importará todo esto a fin de cuentas? La carga de las pruebas recae en el fiscal, quien tiene poca evidencia tangible en el caso.

EL fiscal Jakob Buch-Jepsen en Copenhage el 25 de abril de 2018. (AFP / Mads Claus Rasmussen)
La abogada de la defensa Betina Hald-Engmark en Copenhage, el 15 de abril de 2018. (AFP / Nikolai Linares)

En Dinamarca, un tribunal de distrito está conformado generalmente por  tres jueces profesionales y seis jurados civiles. Pero la ley permite a la defensa que escoja una formación reducida de tres jueces, dos de ellos civiles, y eso fue lo que eligieron Madsen y su abogada. Los medios daneses especulaban con que eliminando cuatro jueces civiles, Madsen esperaba evitar que el rol de la emoción, el sentido común y las convicciones personales jugaran un rol determinante en el veredicto y apostó por que el juez profesional se apoyaría en hechos y en evidencia dura.

Su estrategia falló y fue declarado culpable.

El 7 de mayo, el condenado apela la sentencia a cadena perpetua, pero no el veredicto de culpabilidad.

Imágenes de la víctima Kim Wall, en su homenaje en Nueva York, el 23 de marzo de 2018. (AFP / Angela Weiss)
Gaël Branchereau