Un apretón de manos para la Historia
Singapur – Desde el principio estaba claro que el primer apretón de manos sería el momento crucial de esta cumbre. Y también el de mi carrera. Era la primera vez que un presidente estadounidense se reuniría con el jefe supremo de Corea del Norte. Una primicia que no podíamos perder bajo ningún motivo.
Previo al encuentro entre Donald Trump y Kim Jong Un ya sabíamos que íbamos a cubrir un hecho histórico. “Nosotros “, es decir el equipo de fotógrafos “pool” de la Casa Blanca, conformado por las tres grandes agencias mundiales -AFP, AP y Reuters- y un diario, The New York Times. Vaya a donde vaya el presidente, nosotros lo seguimos. Todos nos conocemos perfectamente y nos llevamos bien.
Había más de 2.500 periodistas acreditados para cubrir la cumbre, pero la gran mayoría estaban acantonados en un centro de prensa situado a varios kilómetros del lugar del encuentro entre los dos mandatarios. Solo unos pocos privilegiados estábamos en el lugar junto a los dos líderes.
En total éramos 25, entre periodistas, videastas y fotógrafos. Había la misma cantidad de estadounidenses que norcoreanos, además de unos pocos representantes de medios del país anfitrión, Singapur.
De estas 25 personas, solo había 12 fotógrafos para cubrir los eventos de la jornada: los del pool de la Casa Blanca, el fotógrafo oficial del presidente estadounidense y los norcoreanos.
Para esta ocasión, la preparación es fundamental: hay que asegurarse una buena posición, tener tiempo para instalar las cámaras remotas y que todo funcione perfectamente bien.
Para capturar el primer apretón de manos, tenía dos aparatos con control remoto. El primero justo frente al lugar del primer encuentro, y el segundo sobre el camino que tomarían los presidentes para dirigirse a su primera reunión cara a cara.
Además, tenía conmigo dos Nikon D5, una con un gran angular de 24-70 y la otra con un 70-200 para los primeros planos de los dos jefes de estado.
Los fotógrafos norcoreanos parecían simpáticos pero reservados. Para empezar, ninguno parecía entender o hablar inglés, y ninguno de nosotros hablaba coreano. Tuvimos la impresión de que estaban más nerviosos y tensos que nosotros, y eso que nosotros ya estábamos bastante inquietos. Si uno conoce la historia de Corea del Norte lo entiende perfectamente. Nos daba la sensación de que no tenían derecho a equivocarse. Las consecuencias podían ser graves.
En estos casos, tomar una buena foto representa tan solo la mitad del desafío. El otro es transmitirla rápido. Mis cámaras estaban programadas para enviar la foto al mismo tiempo en que la tomaba. A través de la red móvil la imagen se transmitía directamente a la oficina regional de Hong-Kong, donde un editor estaba listo para hacerle alguna última corrección y transmitirla a los clientes.
Todos cruzamos los dedos para que la red móvil se mantuviera con carga o, peor, que no sea interferida por los servicios de seguridad. Sabíamos que los dos jefes de estado aparecerían puntuales a las 09H00. Todo estaba coordinado.
Desde hace 11 años cubro las noticias de la Casa Blanca y en todo este tiempo tuve la ocasión de fotografiar momentos y lugares únicos en el mundo. Cubrí a tres presidentes. La reina de Inglaterra y el Papa. Investiduras presidenciales y los Discursos del Estado de la Unión. Acompañé al presidente en varios traslados sorpresa a zonas de guerra, incluido a George W. Bush cuando fue blanco de un lanzamiento de zapatos en Bagdad. Y esta vez, me encontraba en el evento más esperado de todos.
Todo debe estar impecable, la exposición, la precisión. Nos tranquilizamos como podemos. A fin de cuentas es solo un apretón de manos, algo que fotografié miles de veces. Y sin embargo…
En el momento todo salió perfecto. Todo estaba previsto para obtener un gran efecto visual. Cada jefe de Estado llegó por su lado, dirigiéndose a su homólogo, con un fondo de banderas estadounidenses y norcoreanas, y deteniéndose exactamente en el centro, para que se desarrolle un largo apretón de manos que duró 13 segundos. No me cabe duda de que querían asegurarse de que ninguno de nosotros perdiera ese instante.
No dejé de apretar el disparador. Empecé con el gran angular 24-70 cuando se encontraron, y pasé al 70-200 en el gran momento.
Al mismo tiempo, las cámaras remotas tomaban fotos en ráfaga y llegaban directamente a la oficina regional de Hong-Kong. Teníamos que ser rápidos. Los diarios estadounidenses de la costa este ya estaban cerca del horario de cierre.
Durante todo el tiempo, no podía evitar pensar hasta qué punto todo esto era surrealista. Ahí estaba Kim Jong Un, hijo y nieto de quienes antes de él habían jurado eliminar a Estados Unidos de la faz de la Tierra. Y ahora estaba ahí, sacándose una foto con el presidente estadounidense.
En el avión presidencial que nos llevaba de regreso a Washington, no teníamos más nada que decir: “No puedo creer lo que acaba de pasar. Increíble. ¿Realmente vimos eso? ¿El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le dio la mano a Kim Jong Un?”.
Sea cual sea su opinión acerca del sentido político que se le puede dar a este evento, lo que es indiscutible es su carácter histórico.