Tres meses de maniobras, diez minutos de entrevista
El primer ministro japonés Shinzo Abe (derecha) en una entrevista con los periodistas de AFP Jacques Lhuillery (en el centro, izquierda), Antoine Bouthier (izquierda con la cámara) y Hiroshi Hiyama (en el centro, derecha) (AFP / Toshifumi Kitamura)
TOKIO, 15 de junio de 2013 - Trabajar como periodista en Japón es toda una escuela. De paciencia infinita, de constante humildad y, en algunas ocasiones, también de frustración. Es fácil sentirse lost in translation, pese a los patéticos esfuerzos por entender cómo funciona el lugar y su gente. No hay otra forma de hacerlo que introduciéndose en la "dan dori", literalmente el «camino de escalones».
Acabo de experimentarlo durante tres meses para obtener una entrevista con el primer ministro de Japón Shinzo Abe. Tres meses para… diez minutos.
Pero volvamos a la dan dori. Para contactar a alguien, primero que nada hay que cortejar a un funcionario "primer dan", que eventualmente te pondrá en contacto con un segundo o tercer dan, que a su vez te acompañará más arriba hasta un cuarto dan que, quizás en unas semanas o meses, según el grado de confianza y/o de estima, te conduzca a un quinto dan, y así sucesivamente hasta llegar a tu objetivo.
Todo esto condimentado con cenas en las que en todo momento debes mantener el control, o desayunos cara a cara en los que tienes que estar en guardia permanente. Saber, por ejemplo, cuándo no hablar es casi tan importante como saber cuándo introducirte con entusiasmo en la conversación.
A eso le sigue una catarata de emails en los que hay que pensar muy bien cada palabra antes de escribir, y enviar en el momento preciso. Y ni se te ocurra apurar una respuesta, lo que podría hacer que todo se vaya al diablo.
(AFP / Toshifumi Kitamura)
Un ejercicio complicadísimo cuando, como en mi caso, vienes de África, francófona además, donde el camino (periodístico) puede ser tan simple como hacer una llamada telefónica. "Aló, buenos días, soy el director de la AFP, ¿podría hablar con el presidente, por favor?" Y listo. Si no siempre, muchas veces.
Incluso si ya te has ido, África no se va de ti. Es cuestión de mantener el contacto y de «mantener el oído», como dicen algunas normas para tratar de contactar a la oficina presidencial.
Hace no mucho lo constaté, a propósito de la conferencia Japón-África. Unos cuarenta presidentes y jefes de gobierno del continente se habían reunido en Yokohama, cerca de Tokio, para hablar de desarrollo y seguridad con las más altas autoridades niponas. Dos llamadas y dos entrevistas: una con el presidente de Benín, Boni Yayi (de 45 minutos), y otra con el de Costa de Marfil, Alassane Ouattara (30 minutos). Pero claro, en septiembre de 2002, cuando estaba refugiado con su esposa Dominique en la casa del embajador de Francia en Abiyán para escapar de asesinos, iba a visitarlo día por medio.
En resumen, la pesca milagrosa.
Mientras tanto, continué avanzando por la dan dori japonesa, teniendo especial cuidado de no saltarme ninguna etapa, de no herir a nadie, de no pasar por encima de nadie. En resumen, todo lo contrario que en la «África dori».
Gnassingbe Eyadema, presidente de Togo desde 1967 hasta su muerte en 2005, responde una pregunta de AFP en su ciudad natal de Pya en julio de 2002 (AFP / Georges Gobet)
«Alcanzar» al primer ministro japonés me tomó al fin y al cabo más de tres meses. Si para Sísifo esto es corto, es terriblemente largo para un mortal periodista. En la recta final, me debatía entre la esperanza y el desasosiego, la excitación y la ansiedad.
Tus interlocutores imponen las reglas, las condiciones, las prohibiciones («si se aprueba la entrevista, no podrá mencionarse tal cosa o preguntarse sobre tal otra»). Quieren saber la duración y qué impacto podría tener, quién o quiénes la publicarán, cuándo, dónde, en qué formato, en qué idiomas. Y hay que demostrar, probar, convencer de que la AFP (vaya misterio) es una multinacional de la información con inversiones en todo el planeta.
Luego de enviar tres preguntas por email al Gaïmusho, el ministro japonés de Asuntos Exteriores, empieza la espera. Hasta que cae el “veredicto”: el jueves 6 de junio, a las 16H50, diez minutos, tres preguntas, presentarse una hora antes.
¡Diez minutos! Arrrrrrgh. ¿Cómo hacer de esos diez minutos un condensado inteligente de todo lo que quería preguntar y que nada más tendré 600 segundos para abordar?
Yo aspiraba a contar con tiempo y abundancia al estilo García Márquez y me dieron el rigor al estilo Borges.
Qué más da, me dije, improvisaré.
(AFP / Toshifumi Kitamura)
Jueves 6 de junio. 15H50. Todo el equipo de la AFP está instalado en la sala de la oficina del primer ministro donde tendrá lugar la entrevista… dentro de una hora. Shinzo Abe entra exactamente a las 16H50. Nada de preliminares. Al grano. El tiempo imprescindible para que Antoine Bouthier, nuestro súper videasta, le coloque un micrófono de corbata, y empieza.
Le pido al PM que responda a la primera pregunta sobre sus Abenomics (su política económica), nuestro compañero Hiroshi Hiyama me susurra al oído sus palabras, mientras que en mi cabeza el reloj de arena hace un ruido infernal.
Finalmente, descarto las otras dos preguntas previstas y trato de profundizar en una de las respuestas. Me tocan por la espalda discretamente y en mi campo visual entra una hoja de papel con una única horrible palabra: TIME! Espere, aún tenemos que hablar de China, del envejecimiento de Japón, de su despoblación, del declive de la agricultura…
Pero no: el gong invisible sonó, el diabólico metrónomo lanzó su último tac. El primer ministro se levanta, extiende la mano y sale de la sala con paso firme.
El equipo de AFP regresa a la oficina. Antoine desgrava la entrevista, el fotógrafo Toshifumi Kitamura escoge las imágenes, mi asistente Huw Griffith y yo desciframos las respuestas de Abe. Ninguna primicia en «sus» diez minutos, aunque sí una defensa encarnizada de su política económica. Y de la fuente misma. (yo lo sacaría)
Hay que bajarse rápidamente de la nube, olvidar las Abenomics y pensar en Astérix: el avión del presidente francés François Hollande acaba de llegar a Tokio.
(AFP / Toshifumi Kitamura)