Excapo mexicano del narcotráfico Joaquin "Chapo" Guzman es escoltado hacia un helicóptero en el aeropuerto de la Ciudad de México, el 8 de enero de 2016, luego de su recaptura en Los Mochis, Sinaloa, en medio de un fuerte operativo militar. (AFP / Alfredo Estrella)

Tres meses con el Chapo Guzmán

Nueva York -- Este invierno tuve la suerte de asistir a un increíble espectáculo en Nueva York, más atrapante que cualquier show de Broadway o película de Hollywood sobre narcos.

Un maratón teatral en 44 capítulos, con un casting de personajes tan deslumbrantes como macabros que abrieron al mundo una ventana a los entretelones de uno de los negocios más lucrativos del mundo, el de la droga, contado no desde la ficción sino desde la realidad.

De los juicios que me han tocado cubrir en Nueva York -como el de los sobrinos del presidente venezolano Nicolás Maduro condenados por narcotráfico, o la trama de corrupción del Fifagate-, el del capo mexicano Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el hombre más buscado por Estados Unidos desde la muerte de Osama Bin Laden, ha sido el más agotador, pero también el más surrealista.

Representantes de los medios de comunicación frente a la Corte Federal de Brooklyn preparados para cubrir las audiencias en el proceso contra el Chapo Guzmán, el 13 de Noviembre de 2018. (AFP / Don Emmert)

Fueron incontables madrugones en el gélido invierno neoyorquino, y horas de fila para lograr entrar a la sala de audiencias del juez Brian Cogan en el octavo piso de la moderna corte federal de Brooklyn.

Todo sin teléfono ni computador, ya que no se permite entrar con ellos a los tribunales. Una cobertura a la antigua, como un viejo duelo en el cual solo se permiten las armas más nobles: bloc y bolígrafo.

Tantos curiosos, abogados, fiscales, agentes federales, periodistas, escritores y guionistas quisieron ver con sus propios ojos al mítico capo mexicano y el juicio-show de final anticipado preparado minuciosamente por el gobierno estadounidense, que no todos cabíamos en la sala.

El primer día fue caótico. Muchos quedaron fuera de la sala principal y también de la habitación de enfrente, el "overflow room", donde el proceso se transmitió por circuito cerrado de televisión. Desde entonces, decenas de reporteros y "turistas" comenzaron a inscribir sus nombres por orden de llegada en la lista que una periodista confeccionaba cada día, como una buena maestra.

La autora (izquierda) y su colega, la videasta Diane Desobeau (derecha), hacen su trabajo lo mejor que pueden, mientras esperan en medio de una nevada poder entrar a la corte de Brooklyn para el juicio del Chapo. (Foto cortesía de Laura Bonilla Cal)

Pese a todo, hubo veces en que varios quedamos en el "overflow". Algunos comenzaron entonces a llegar a la corte cada vez más temprano, a veces a la una de la mañana, cuando el proceso comenzaba recién a las 09h30.

Las noches en vela dieron lugar a muchas anécdotas, como cuando un reportero llegó a la corte en la noche con una gran caja de cartón, la extendió en la acera helada y sobre ella colocó su saco de dormir. Cuando el sueño le venció, un colega bromista colocó a su lado un cartel, como si fuera un sin techo: "¡Ayúdenme, preciso que este caso termine!".

Casi cada día, fuera de la corte, bajo un sol apenas tibio, lluvia, nieve o granizo, la reportera de video Diane Desobeau y fotógrafos de la oficina de Nueva York esperaron durante horas la entrada y salida de los abogados de la defensa, los fiscales y sobre todo de la esposa del exjefe del cartel de Sinaloa, la exreina de belleza Emma Coronel, que cada día llegaba con los trajes que su marido vestiría en el juicio.
 

Emma Coronel (C), esposa de Joaquín "Chapo" Guzmán sale de la Corte Federal de Estados Unidos el 11 de febrero de 2019, en Brooklyn, en Nueva York (AFP / Kena Betancur)
Emma Coronel Aispuro llega a la Corte Federal de Estados Unidos, en Brooklyn, el 14 de febrero de 2019 (AFP / Don Emmert)

 

Son las únicas imágenes del sonado proceso, a excepción de los dibujos de las artistas de la corte, porque está prohibido filmar o fotografiar dentro del tribunal.

La seguridad de la corte, ya de por sí estricta en tiempos normales, fue reforzada para el proceso del Chapo, que protagonizó dos fugas espectaculares de prisiones mexicanas.

El excapo de la droga mexicano Joaquín "Chapo" Guzmán es escoltado por un fuerte dispositivo de seguridad a través del Puente de Brooklyn, el 10 de octubre de 2018, de regreso a la cárcel del bajo Manhattan después de presentarse en la Corte Federal de Brooklyn, antes del comienzo de su juicio. (AFP / Timothy A. Clary)

Primero había que atravesar el detector de metales en la planta baja, haciendo fila con decenas de extranjeros que acudían a su ceremonia de ciudadanía para convertirse en nuevos estadounidenses.

Frente a la sala del proceso del Chapo se instaló un segundo control donde había hasta que sacarse los zapatos y el cinturón para pasarlos por el detector de metales, con más alguaciles y agentes con perros que detectan explosivos. Nadie pudo entrar con teléfono o computador a la sala, ni siquiera el puñado de periodistas que cubren la corte de Brooklyn a diario, y que generalmente son los únicos que pueden entrar con sus móviles.

Fue entre ese retén y la sala de audiencias, en una pequeña habitación utilizada por la defensa, que en los primeros días del proceso apareció misteriosamente una estatuilla del santo de los narcos Jesús Malverde, un bandido de Sinaloa de fines de 1800 venerado por el Chapo, visible a través de una pequeña ventanita en la puerta de madera. "Fue un milagro", dijo entonces Eduardo Balarezo, uno de los sagaces abogados del Chapo.

Imagen dentro de la capilla de Malverde, la figura de un antiguo bandido conocido como Jesús Malverde que supuestamente robaba a ricos para dar a los pobres y que es venerado como santo, en Culiacán, Sinaloa, en el noroeste de México, el 7 de diciembre de 2016 (AFP / Alfredo Estrella)

Por la sala de paredes de madera y mármol rosa del juez Cogan desfilaron 56 testigos convocados por el gobierno que reconstruyeron vida y obra del Chapo con lujo de detalles, bajo la cara de piedra del acusado, que permaneció siempre callado, y su esposa Emma, una voluptuosa joven de estilo kardashiano que le tiraba besos y sonreía mientras mascaba chicle y se acariciaba el cabello negro, lacio y largo hasta la cintura.

La acusación lanzó al jurado anónimo un tsunami de pruebas, tras acumular durante más de una década más de 300.000 páginas de documentos y al menos 117.000 grabaciones de audio del Chapo o sus socios, centenares de fotos y videos.


La condena del Chapo por el tráfico de más de un centenar de toneladas de drogas a Estados Unidos durante un cuarto de siglo es un trofeo en la larga guerra contra las drogas de Washington, que nunca puso tras las rejas a un capo tan conocido.¿Pero era necesario realmente este espectacular despliegue que se estima costó decenas de millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses?


 

Sin embargo, el cartel de Sinaloa sigue gozando de buena salud, gobernado por otros jefes no tan populares (incluidos los hijos del Chapo), el tráfico de armas de Estados Unidos a México no para, el consumo de drogas en Estados Unidos aumenta, y las muertes por sobredosis han alcanzado un récord: 197 por día.

En México el récord es para los homicidios dolosos, más de 33.000 el año pasado, en gran parte debido a la violencia vinculada al narcotráfico.

Una tragedia que atañe directamente a nuestra oficina en México, que estos tres meses trabajó en paralelo al juicio con reacciones, reportajes desde Sinaloa y análisis sobre la guerra contra las drogas y la corrupción del gobierno, y que golpeó directamente a la AFP con el asesinato en mayo de 2017 de su colaborador en Sinaloa Javier Valdez, un respetado periodista experto en narcotráfico y cofundador del semanario Ríodoce.

Periodistas y organizaciones de derechos humanos protestan por el asesinato de Javier Valdez, uno de los más destacados periodistas ultimados en México, frente a la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México el 16 de mayo de 2017. (AFP / Alfredo Estrella)

Durante el proceso vi declarar a la exmano derecha del capo, a sus secretarios, su jefe de comunicaciones, su gerente, su contable, sus pilotos, uno de sus sicarios, sus principales proveedores de cocaína en Colombia y como en la mejor narconovela, hasta a una de sus amantes que se puso a llorar en la sala y no podía parar, mientras la esposa del Chapo sonreía burlona.

Ese día, cuando la amante contó cómo escapó de agentes mexicanos con el Chapo corriendo desnudo por un túnel escondido bajo una bañera de una casa de Culiacán, tanto el Chapo como Emma vistieron bléisers de terciopelo color borgoña, enviando el mensaje de que solo ambos en ese imponente tribunal pertenecían a la misma cofradía, a la realeza del narco.

A comienzos de los años '90, contó el "Gordo" Martínez, extesorero y piloto del Chapo, el tráfico de cocaína "era el mejor negocio del mundo". El Chapo, que nació en la pobreza y no terminó la primaria, viajaba a hacerse tratamientos de rejuvenecimiento en clínicas suizas, tenía una mansión frente al mar en Acapulco con un yate llamado "Chapito" en la puerta, ranchos en cada estado mexicano, cuatro jets, un puñado de mujeres y un zoológico privado con leones y panteras, por el cual se paseaba en un trencito.

Esta prueba sin fecha que fue difundida por el Departamento de Justicia el 8 de enero de 2019 muestra al excapo del narcotráfico Joaquín Chapo Guzmán (I) (AFP / Ho)
Esta fotografía obtenida en la Corte Federal en Brooklyn muestra la pistola calibre .38 del excapo del narcotráfico mexicano Joaquín Guzmán Loera, con incrustaciones de diamantes y sus iniciales JGL grabadas en la cacha (AFP / -)

En un tramo tragicómico del proceso, el "Gordo" contó como el Chapo ordenó cuatro veces que lo mataran, primero a puñaladas, luego con un bate de béisbol y finalmente lanzándole granadas dentro de su celda en una cárcel mexicana. Antes del último intento, el Chapo contrató a unos mariachis para que le dieran una serenata durante toda la noche, tocando una sola ranchera, "Un puño de tierra": "lo que pasó en este mundo, no más recuerdos quedan/ya muerto voy a llevarme/no más un puño de tierra".

El testigo cooperante más pavoroso de todos fue quizás Juan Carlos "Chupeta" Ramírez, el mayor proveedor de cocaína del capo, que se sometió a innumerables cirugías plásticas en la cara y orejas para quedar irreconocible. Contó que con la ayuda del Chapo envió más de 400 toneladas de cocaína a Estados Unidos, confesó haber ordenado el asesinato de 150 personas y dijo que tras su arresto Colombia le incautó 1.000 millones de dólares.

Qualquier persona del público podía asistir al proceso, y en esta era de idealización del narco muchos lo hicieron para ver en carne propia a la musa de varios narcorridos.

Los más notables fueron quizás una pareja de Sinaloa, el estado natal del Chapo, que hace más de 20 años vive en San Francisco. Decidieron viajar al juicio en Nueva York para celebrar sus 11 años de casados en diciembre, y a las 4 am ya hacían fila para ver a su ídolo, acusado de ordenar decenas de asesinatos y de ejecutar él mismo a varios narcos rivales luego de torturarlos salvajemente. No les bastó con varios días de proceso; regresaron por más en enero.

Otro día, me topé en la fila con el Chapo de la ficción, el actor mexicano Alejandro Edda, que encarna al exjefe de Sinaloa en la serie "Narcos: México" de Netflix. Edda quería conocer en persona a quien inspiró su personaje, y estudiar sus gestos y reacciones.

Cuando un abogado le explicó quién era, el Chapo de la realidad lo saludó con una sonrisa y levantando la mano, aunque dijo a sus abogados que no se lo imaginaba tan bajito.

El actor mexicano Alejandro Edda, que interpretó a Joaquín "El Chapo" Guzmán en "Narcos" de Netflix, llega a la Corte Federal de Estados Unidos en Brooklyn, el 30 de enero de 2019 en Nueva York.

Una mañana me tocó sentarme junto a un hombre que me dijo que fue preso por tráfico de drogas y me insistió que el Chapo era víctima de un complot, y otro cerca de una mujer evangélica de chaqueta eclesiástica negra y cuello romano, falda y botas de taco, que siempre cargaba una Biblia y se hincaba en la moqueta rosa de la sala a rezar por el capo.

Cuando pensé que ya había visto todo, y los días pasaban en cámara lenta mientras esperábamos el veredicto, me puse a charlar con un hombre que primero dijo ser familiar del Chapo, y luego amigo. Minutos después se lo llevaron esposado: tenía varias órdenes de arresto por acoso y amenazas a una mujer y será deportado a España. "Un farsante", dijo el abogado del Chapo Jeffrey Lichtman, conocido por salvar de la cárcel a John Gotti Jr, hijo del famoso capo de la mafia neoyorquina.

Por los pasillos del tribunal, Lichtman, Balarezo y un tercer abogado del Chapo, William Purpura, experimentados en la defensa de narcos y encantados con estar bajo los focos de la prensa, charlaban amistosamente con periodistas.

Un poster con el rostro del excapo del narcotráfico Joaquín "Chapo" Guzmán se exhibe en un puesto de periódicos, en una terminal de autobuses de la Ciudad de México, el 13 de julio de 2015, un día después de la fuga del cabecilla del narcotráfico (AFP / Yuri Cortez)
En esta foto de archivo, publicada por la Secretaría de Gobernación de México, el 19 de enero de 2017, se ve a Joaquín Guzmán Loera escoltado en Ciudad Juárez por la policía mexicana cuando es extraditado a Estados Unidos. (AFP / Ho)

 

Esperamos la decisión del jurado durante 35 horas a lo largo de seis días.
 


Tensa, expectante, al final casi no me animaba a salir de la sala del juez ni del "overflow".

Una colega en la sala de prensa se confundió al leer un email de la fiscalía y gritó "¡veredicto!". Una tromba salió disparada a toda velocidad por las escaleras, algunos sin zapatos, otros sin papel ni lápiz. Un par lanzaron sus teléfonos a la basura o bajo los bancos del pasillo, corrieron hacia el control de seguridad y entraron a la sala con la lengua afuera.

Pero era una falsa alarma.

Cuando llegó la hora de la verdad, sentí el corazón saltar a la garganta. Estaba en la sala principal, con las ocho hojas del veredicto listas para ser completadas, con el Chapo a unos cinco metros y Emma Coronel casi al lado mío, vestida con una chaqueta tres cuartos verde esmeralda.

El color de la esperanza, pensé. O el color del dinero.

La esposa del capo se giró entonces hacia una periodista sentaba a su lado.

"¿Cómo se dice culpable en inglés?", le susurró.

"Guilty".​

Notas del jucio (D.R.)
Laura Bonilla