“La economía del país se derrumba, su moneda no vale gran cosa y ninguno de sus acuerdos comerciales aguanta”, escribe Stefanie Glinski, fotógrafa en Juba, capital de Sudán del Sur.
“Y sin embargo, los sudaneses del sur conservan un apego visceral a su cultura y especialmente a sus rebaños de vacas, que desempeñan en sus existencias un papel central”.