Parecían fantasmas
Cox's Bazar (Bangladés) – Recuerdo una noche que estaba en una playa de Bangladés esperando la llegada de los refugiados rohinyás que escapan de Birmania en barco. Cuando llegaron a tierra, caminaron por la arena sin hacer ruido, silenciosos, extenuados. Parecían fantasmas.
Un niño emergió de la oscuridad y se dirigió hacia mí atraído por la luz de la pantalla de mi teléfono y se quedó parado ahí, delante de mí, sin ninguna expresión y apoyando la cabeza en sus manos. Completamente perdido.
Es muy raro que cuando uno cubre una catástrofe las personas no reaccionen de una forma o de otra cuando les hacen fotos, aunque sea simplemente mirando a la cámara. Sin embargo, eso fue lo que me sucedió con los refugiados rohinyás: vi a muchos en un estado de desesperación tal que parecía que ni siquiera me veían.
Me ofrecí voluntario para hacer esta cobertura porque me interesan los temas relacionados con la condición humana y social de los individuos, y las formas en la que los hombres hacen frente a los momentos de crisis.
Soy fotógrafo de la AFP en Pekín y antes de salir de misión me propuse no mirar lo que habían hecho mis colegas de la agencia y otros medios para que no me influyeran sus imágenes. Creo que lo peor que puede pasarle a un fotógrafo es intentar hacer la imagen que ya tiene en mente… hasta el punto de ignorar lo que pasa alrededor.
Solo me informé a grandes rasgos de la situación en el lugar y decidí que ya pensaría en lo que iba a hacer cuando llegara ahí.
Al llegar a Cox’s Bazar, la ciudad del sur de Bangladés donde desembarcan los refugiados rohinyás, la magnitud del desastre me impresionó profundamente. Sin embargo estar de misión significa que uno no puede quedarse parado viendo lo que pasa… mi trabajo es informar en imágenes de la situación crítica que está viviendo toda esa gente, y eso es al mismo tiempo una carga y una forma de protección para soportar los momentos más difíciles.
Mis emociones me hicieron guardar una distancia respetable con los fotografiados, especialmente los que lloraban la pérdida de un ser querido.
Siempre me he negado a ponerles mi 24mm debajo de la nariz y también he evitado siempre fotografiar a los que me miraban directamente a los ojos. En esta ocasión me sentí más impresionado por los “ausentes” y por las miradas vacías.