Orgullosos como el Óscar
Rock Tavern, NY, Estados Unidos – Lo que más me impresionó es como todos estaban muy orgullosos de su trabajo. Cada persona involucrada en el proceso de fabricación de las estatuillas del Óscar, desde las imágenes de computadora en 3D hasta el lustre, el timbrado y el embalaje de las piezas para enviarlas a Brooklyn, donde se revisten en oro, tenía un cuidado extremo en lo que estaba haciendo.
Supongo que es adecuado todo este cuidado para fabricar un Óscar, uno de los trofeos más reconocibles en el mundo, otorgado a la mejor película desde 1929.
Sinceramente, no soy muy cinéfilo. Amplié un poco mi conocimiento con esta misión.
Si bien, obviamente, conozco lo que son los Óscar (incluso cubrí el evento una vez, hace varios años), nunca presté demasiada atención a la estatuilla. Hasta que, hace algunos años, tuve la oportunidad de tomarle fotos en un estudio de televisión en Nueva York y fue la ocasión de mirarla en detalle.
Es una pieza bella –un caballero de brazos cruzados que sostiene una espada sobre un rollo de película de cinco radios, que representan las ramas originales de la Academia estadounidense de Artes y Ciencias Cinematográficas: actores, directores, productores, técnicos y escritores.
Mide 34,29 centímetros de alto, pesa 3,6 kilos y se han elaborado 3.048 piezas desde que la primera fue entregada en 1929 a Emil Jannings, quien ganó el premio a Mejor Actor en “The Last Command” y “The Way of All Flesh”.
El Óscar original era de bronce y cubierto en oro. Con los años, fue comercializado por fabricantes y durante 33 años, hasta 2015, fue elaborado por un fabricante de trofeos en Chicago, donde era realizado con un metal llamado britannia y revestido en oro.
Pero en 2015 la Academia cambió de fabricantes. Ahora se realiza en la fundición Polich Tallix, en la parte alta del Valle Hudson, en el estado de Nueva York. Allí es donde pude mirar de cerca las 50 estatuillas que se prepararon para la ceremonia de este año.
Una de las cosas que más me gusta de los reportajes es la oportunidad fotografiar y ver lo que hace la gente común durante su tarea cotidiana y poder hablar con ella. Como fotógrafo de noticias, paso la mayor parte de mi tiempo documentando situaciones, lo que es genial y tiene sus propios encantos, pero no llegas a hablar realmente con la gente. Fotografiar durante un reportaje es una gran ocasión para conectar e interactuar con todo tipo de personas.
La fundición comparte un depósito gigante con otros artistas. Produce todo tipo de obras. Cuando estuve ahí en enero, también estaban trabajando en una gran obra de Jeff Koons, para que se hagan una idea del calibre de su trabajo.
Hay unas diez personas, todas muy relajadas y amigables, trabajando en las estatuillas. Tardan unos tres meses para fabricarlas y pasan por diferentes etapas. Cuando la fundición recibió el encargo, conversó con la Academia y juntas decidieron volver a hacer las estatuillas en bronce y más parecidas a su representación original. Con los años, se habían colado pequeños detalles en el diseño, así que la gente de Polich Tallix escaneó el Óscar original diseñado en 1928, lo comparó con el de 2015 y propuso una versión intermedia.
A decir verdad, no puedo realmente discernir las diferencias entre las varias representaciones, pero el artesano de la fundición sí.
Durante la sesión de fotos, Daniel Plonski, el hombre que diseñó el último modelo del Óscar en 3-D, entró en la habitación. “Esa es la versión del año pasado”, dijo inmediatamente. Podría haber fotografiado esas estatuillas durante horas sin ser capaz de descubrir la diferencia, pero él lo supo en un segundo.
Y así fue con todos, en cada etapa del camino. Te dabas cuenta de que este era su bebé y que estaban orgullosos de ello.
La realización reúne varios pasos. Comienza con el diseño en 3-D. Una vez que está listo, se imprime en cera en 3-D. Luego, a partir de esa estatuilla de cera se hace un molde de silicona y después, a partir de ese molde de silicona, se hace uno de cerámica, que se rellena con bronce fundido.
Una vez que se enfría, la estatuilla es sometida a una serie de pulidos y se estampa con un número de serie, para luego ser enviada a un lugar en Brooklyn donde la revisten con una capa de oro 24 quilates.
Hay un responsable para cada etapa del proceso de producción y cada persona no sólo hizo su trabajo sino que realmente se ocupó con cuidado. El que estaba puliendo las piezas, Leo Sotelo, me explicó los varios pulidos que tenía que hacer: para remover un rasguño usas este, para abrillantar usas este otro. Se podía ver cuán comprometido estaba.
El que estampaba el número de serie no lo hacía así nomás, como si estuviera realizando un trabajo en serie. Lo hacía con cuidado, pegando la estampilla justo lo necesario, como un artista.
Al final, las imágenes que obtuve en esta misión resultaron ser exactamente como esperaba. Pude ver a gente normal y simpática trabajando en estas increíbles estatuillas icónicas. Artesanos orgullosos de su trabajo que hacían todo con cuidado y precisión.
Este post fue escrito con Yana Dlugy en París.