Buscando la zapatilla de cristal
Caracas - Crecí, como una generación de niños en Venezuela, siendo fan del baloncesto en un país de béisbol. Eran los tiempos de los “Héroes de Portland”, la selección nacional de básquet que jugó en esa ciudad la final panamericana contra el invencible “Dream Team” de Michael Jordan, “Magic” Johnson y Larry Bird y llegó a los Juegos Olímpicos de Barcelona-1992. Eran los días de Carl Herrera, el primer NBA venezolano, dos veces campeón con los Rockets de Houston.
¿Nuestro fútbol? Venezuela encajaba goleadas, una tras otra, con la etiqueta de eterna Cenicienta de Sudamérica. Un empate, un simple empate, era celebrado como si fuese una victoria en la final de un Mundial.
Todo cambió para mí en la Copa América de Ecuador-1993, justamente, gracias a un empate. Nunca voy a olvidar los desencajados gritos de emoción de Lázaro Candal, un narrador gallego que hizo de Venezuela su país, cuando “El Pochito” Miguel Echenausi marcó el gol que decidió un 3-3 de la selección venezolana contra Estados Unidos, en el minuto 89, en un partido en el que los norteamericanos habían tomado ventaja de 3-0.
"¡Pochiiiitooooooooooooo! Gooooooooooooooooooooooooooool!", tronaba Lázaro a todo gañote en la transmisión de televisión aquel 22 de junio. ¡Mamaíta querida! Fue un flechazo: el fútbol, nuestro castigado fútbol, me enamoró.
Una década después, los futboleros venezolanos empezamos a soñar con un destino distinto, comenzamos a pensar que clasificar por primera vez al Mundial era posible.
Venezuela parecía arrancarse los harapos de Cenicienta, Juan Arango le fastidiaba la vida con el Mallorca español a los famosos “Galácticos” del Real Madrid y las victorias de la selección nacional dejaban de ser rarezas. El 'boom' de la Vinotinto prometía un futuro mejor.
Hola, esperanza
Richard Páez debutaba el 28 de marzo de 2001 como seleccionador de Venezuela ante Argentina en lugar de José Omar Pastoriza, en la clasificatoria sudamericana del Mundial de Corea del Sur/Japón-2002. Yo, estudiante universitario, apenas empezaba mi carrera de periodista como redactor deportivo en un circuito radial.
No muchos esperaban éxitos de este médico traumatólogo y exfutbolista, quien como entrenador había llevado a Estudiantes de Mérida a los cuartos de final de la Copa Libertadores 1999.
Hay quienes decían que su designación era una maniobra del entonces presidente de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF), Rafael Esquivel, para debilitar a Páez, uno de sus más fuertes críticos, a base de goleadas.
Su estreno fue doloroso.
Páez, quien como jugador del seleccionado llegó a perder 11-0 con Argentina, vio a sus pupilos caer 5-0, con goles de Hernán Crespo, Juan Pablo Sorín, Juan Sebastián Verón, Marcelo Gallardo y Walter Samuel.
Sin embargo, pronto nos tocaría a los periodistas escribir sobre victorias. No eran Crespo o “La Brujita” Verón los que hacían goles, sino Ruberth Morán, Arango o Daniel “Cari Cari” Noriega.
Venezuela, en un sorprendente cierre, llegó a encadenar cuatro triunfos corridos ante Uruguay (2-0), Chile (0-2), Perú (3-0) y Paraguay (3-1), con lo que salió del sótano de la tabla. Un nombre se popularizaba como marca: la Vinotinto.
De miserables 3 puntos en la eliminatoria hacia Francia-1998, el equipo nacional saltó a 16 en la de Corea del Sur/Japón-2002. Y la evolución continuó mientras las camisetas de la Vinotinto se multiplicaban en las calles. La cifra de puntos aumentó a 18 en la clasificatoria rumbo a Alemania-2006.
¿Se puede?
¡Vaya golazo de José Manuel Rey! Fue una fecha imborrable para mí, 13 de octubre de 2007, y no precisamente por el fútbol. Ese día, me casé con Lorena.
Venezuela abría a la vez la clasificatoria hacia Sudáfrica-2010 contra Ecuador en Quito. Yo ya trabajaba como cronista de fútbol para uno de los principales periódicos del país, tras un par de años escribiendo de béisbol en sus páginas, y había cubierto de lleno la Copa América-2007, en la que la Vinotinto, en casa, alcanzó por primera ocasión los cuartos de final.
Estaba en plena caravana de boda, abrazado con Lore, cuando llegó un SMS a mi celular. Sí, un SMS, porque aún no se habían masificado los invasivos teléfonos inteligentes.
Un amigo me avisaba: gol de Rey. "¡Goooooooooooooool, carajo!", grité con alegría, lo que provocó una mirada de molestia de Lorena, quien por fortuna, a estas alturas, todavía sigue soportándome a mí, a mi fútbol y a mi gusto por las películas malas de fantasía y ciencia ficción. El año pasado nació nuestro primer hijo, Esteban Rafael.
El gol lo acabé viendo en video, un imparable tiro libre a 40 metros del arco. Páez fue reemplazado por César Farías y Venezuela terminó la ruta hacia Sudáfrica-2010 con 22 puntos, que mantenían la evolución, aunque aún insuficientes para clasificar a la Copa del Mundo.
Hubo, además, un hito que seguía prometiendo un futuro diferente: el país entraba a su primer Mundial Sub-20, en 2009, con una camada encabezada por Salomón Rondón.
Todavía en línea ascendente, ahora con Farías, la selección nacional fue semifinalista de la Copa América de Argentina-2011 y brincó, con 20 unidades, al sexto lugar en el ciclo mundialista hacia Brasil-2014.
Retroceso
17 de junio de 2014. Noel “Chita” Sanvicente era nombrado seleccionador de Venezuela. Farías había renunciado ocho meses antes.
Estalló entonces el 'FIFAgate', el escándalo de corrupción global que se llevó por delante a toda la plana mayor del fútbol, desde el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, hasta presidentes de federaciones locales como Esquivel, hoy en prisión domiciliaria en Estados Unidos.
Y lo que se presentó como una oportunidad para limpiar a la FVF se convirtió en una politizada guerra de facciones por su control.
Sanvicente y sus sucesores, Rafael Dudamel, el portugués José Peseiro, Leo González y en los últimos meses José Pékerman, debieron enfrentar años de caos en las oficinas, replicados de manera inevitable por años de caos en la cancha.
Volvió la Cenicienta, aunque hubo momentos luminosos como la selección Sub-20 que obtuvo un inédito subcampeonato mundial de la categoría en 2017 con Yangel Herrera y Wuilker Faríñez como estandartes y Dudamel en el banquillo.
Venezuela apenas sumó 12 puntos en la clasificatoria de Rusia-2018 y 10 en la de Catar-2022, con lo que retornó, en ambos casos, al último puesto.
Como corresponsal de la AFP en Caracas me ha tocado volver a reseñar derrotas, derrotas y más derrotas, buscando de nuevo la zapatilla de cristal.
Salto de fe
Pékerman es seleccionador de Venezuela desde noviembre de 2021, con el aval de haber dirigido a su país, Argentina, en Alemania-2006 y a Colombia tanto en Brasil-2014 como en Rusia-2018.
Si bien la Vinotinto solo ganó uno de los cuatro partidos que tuvo con él en el final de la eliminatoria hacia Catar-2022, el entrenador de 72 años ha traído ilusión.
"¡Déjenlo trabajar!", escriben muchos en Twitter, pidiendo paciencia.
Su promesa: trabajar para que Venezuela pueda ser competitiva, esta vez sí, en el camino hacia el próximo Mundial, que Estados Unidos, México y Canadá organizarán en 2026.
Pero por ahora, siendo sinceros, esto no es más que un salto de fe. Seguiré, mientras, hablando del fútbol del único país de Sudamérica que jamás ha estado en la Copa del Mundo y elegiré, como fanático, creer, pese a ser escéptico como periodista.
Voy a hablarle a mi hijo de Richard Páez, de Arango, de José Manuel Rey, de César Farías, de Salomón Rondón y de Yangel Herrera y Wuilker Faríñez. Tal vez un día podamos disfrutar juntos el momento que los futboleros de este país beisbolero hemos esperado por décadas: ver a Venezuela en un Mundial... O tal vez, curado de espanto por los disgustos de papá, el chamo prefiera ver, no sé, ¿cricket?
Esteban Rojas es periodista de la corresponsalía de la AFP en Caracas. Edición: Yanina Olivera Whyte en Montevideo