Asesinato de un amigo en Bagdad
Los periodistas en general tienden a guardar distancia de sus fuentes, pero a veces estas personas se convierten en amistades, sobre todo cuando trabajan en medio de un conflicto. Esto es lo que le pasó a Ammar Karim, ubicado en la oficina de AFP en Bagdad, donde perdió para siempre a una de sus más valiosas fuentes, que además era un gran investigador y amigo iraquí.
Bagdad - Es lunes 6 de julio por la tarde. Veo su nombre en la pantalla de mi teléfono celular. Aparece en un grupo de Whatsapp de periodistas e investigadores. Hisham al Hashémi, especialista en yihadismo y uno de los mejores analistas de la política iraquí, suele participar en las conversaciones. Pero en esta ocasión no es el remitente, sino el tema de los mensajes porque acababa de morir.
No puedo creer lo que veo. Pero el Ministerio del Interior lo confirma. Hisham al-Hashemi, de 47 años, padre de cuatro hijos, comentarista de televisión, mentor de jóvenes activistas de la sociedad civil, autor de tres libros sobre grupos yihadistas y asesor político, Hisham, mi amigo, acaba de ser asesinado a tiros afuera de su casa.
Camino hacia su hogar, a unos diez minutos del mío. Frente a su domicilio en una calle tranquila de nuestro vecindario en el este de Bagdad, que es tan pacífico, no reconozco nada. Hombres con uniformes negros o azules, policías y soldados han invadido el pavimento. Mis ojos se empañan de lágrimas. Veo su camioneta, la ventana destrozada y un charco de sangre. Finalmente, me doy cuenta de que es verdad.
Volver al pasado. Estamos en octubre de 2019. Hace sólo dos años que Irak salió de la guerra contra el grupo Estado Islámico, que duró de 2014 a 2017. El país está ahora dividido entre sus aliados estadounidenses e iraníes, que son a su vez enemigos y quieren poner a los iraquís definitivamente de su lado.
En la Plaza Tahrir de Bagdad estalló una revuelta popular sin precedentes contra la corrupción de los dirigentes políticos y el dominio del gran vecino iraní. Decenas de activistas fueron asesinados durante los largos meses de manifestaciones ocurridas en el otoño e invierno entre 2019 y 2020.

El modus operandi es siempre el mismo: hombres en moto disparan a las víctimas cuando entran o salen de sus casas. Es un estira y afloja entre los que matan y los que quieren que su Irak se convierta en un Estado libre, sin milicias, sin corrupción.
El Estado y sus múltiples servicios de seguridad se aseguran siempre de que los asesinos no puedan ser identificados.
Hicham al Hachémi respaldó públicamente a los manifestantes. Denunció tanto a las milicias chiítas pro iraníes que operan en Irak como la represión de las autoridades contra los manifestaciones, que causaron más de 550 muertes.


Su muerte en la oscuridad de la noche marca una nueva etapa y transmite un mensaje: a partir de ahora, incluso las figuras más importantes serán el blanco de esta lucha desde las sombras.

Me vienen los recuerdos frente al auto blanco de Hicham al Hachémi. Muchas veces me subí a su lado para ir a diversos sitios. Era un lugar alegre para estar en un país que no siempre se presta al optimismo.
Con su muerte se llevó esa esperanza. Los mensajes que corrieron en las redes sociales hablaban de eso. El horror de saber que tres hombres en motocicletas pudieron esperar a que él llegara a su casa, se bajaran de las motocicletas, apuntaran sus armas a la ventana delantera del lado del conductor y le dispararan a quemarropa sin problemas.
Hicham amaba Irak. Era lo único en lo que pensaba: sacar al país de la crisis. Hablaba de eso a la hora del desayuno en algún restaurante a la orilla del Tigris compartiendo una tortilla de carne iraquí con amigos, con otros periodistas, con expertos, funcionarios del partido o del gobierno.
Hablaba de eso en el almuerzo, cuando nos tomábamos un descanso y también cuando nos reuníamos para el té de la tarde en pequeños cafés de Bagdad rodeados de fumadores con pipas de narguile.
De todos estos momentos compartidos, también recuerdo miles de interrupciones: personas que venían a saludar al "Dr. Hicham" o a pedirle su análisis de los últimos acontecimientos del país. Se tomaba el tiempo para responder con una sonrisa, una buena palabra. Mantenía una sonrisa en el rostro incluso cuando hablabamos de las amenazas que enfrentaba.

Hicham también tenía enemigos en muchas partes de Irak. Los yihadistas lo odiaban: como consultor de diversos servicios iraquíes y de cancillerías extranjeras había desempeñado un papel crucial en la derrota del EI. Gracias a sus fuentes tenía información valiosa sobre sus dirigentes y a veces incluso sobre su paradero.
La milicia a favor de Irán también lo odiaba porque abogaba por un Estado fuerte que trabajara por los intereses de Irak y no por grupos que actuaban en nombre iraní. También lo acusaron de estar demasiado cerca de Estados Unidos.
En septiembre de 2019, incluso antes de que estallaran las manifestaciones, él y otras 13 personalidades iraquíes recibieron amenazas de muerte en línea de grupos a favor de Irán.
Risueño, con un mentón regordete y dos hoyuelos en las mejillas, Hisham al Hashemi estaba consciente de las amenazas y siempre respondió igual: se trata del "Mektoub", el destino escrito por Dios para todos, según la tradición musulmana.

Los que lo conocieron siempre recuerdan a un hombre "generoso". Generoso en consejos para los jóvenes estudiosos, en su atención a los manifestantes, a los que a veces incluso sacaba de cárceles, generoso también con los más pobres, a los que ayudaba mucho más a menudo de lo que reconocía.
"Abu Issa", llamado así por su hijo mayor como es la tradición en Medio Oriente, fue también un padre cariñoso con sus tres hijos y su hija. Un marido que constantemente se aseguraba de que nada le faltara a su esposa, Umm Issa. Un hermano proveedor de su familia.
Sus sobrinos y hermanos dicen que siempre se negó cuando trataron de obtener favores de él para evitar una multa que consideraban injustificada, aprovechando un trabajo que tuvo como funcionario. Todo un desafío en un país considerado uno de los más corruptos del mundo.

También fui testigo de esa grandeza de espíritu. Recientemente, en la sede de visados, me encontré con una mujer nigeriana, probablemente una trabajadora doméstica, que fue expulsada sin ningún otro juicio. Tenía una orden de deportación, además se le pidió que pagara su boleto de vuelta.
Pedí ayuda en los famosos grupos de Whatsapp. Hicham fue el primero en responder en privado. Luego me trajo discretamente el dinero para pagar el viaje de la chica nigeriana ese día. Nadie supo nada al respecto.
Este hombre fue una de las personas más generosas y modestas que he conocido. Durante años luchó a su manera contra los grupos armados de este país. Esa pelea le costó la vida.
