Black Lives Matter, detrás de cámaras
Washington D.C. – La elección presidencial de Estados Unidos iba a ser la gran historia de 2020. Nos habíamos estado preparando para eso desde 2016. La campaña de Trump abrió una avalancha de noticias de interés y nos llevó a embarcarnos en una importante revisión de toda nuestra operación de video. Incrementamos nuestro personal de siete a más de 20 integrantes, con personas distribuidas en todo el país, además abrimos una “sala de control maestra” para las transmisiones en vivo y construimos una red de video con periodistas freelance en todo el territorio nacional.
Para el otoño de 2019, más de un año antes de la elección presidencial de 2020, el plan de cobertura estaba listo. Todos estábamos emocionados por iniciar el año electoral. Sin embargo, la emergencia de la covid-19 fue nuestra primera señal de que 2020 no iría de acuerdo con el plan establecido. El trabajo remoto se implementó con velocidad y nuestra red a lo largo del país se mantuvo firme. Entonces, George Floyd fue asesinado. De inmediato pusimos a un videasta veterano en un avión rumbo a Minneapolis y otro lo siguió después de la primera noche de fuertes disturbios. Luego las protestas se extendieron a lo largo del país.
Minneapolis, Nueva York, California, Miami, Houston, Atlanta, Detroit, Seattle, Cleveland, Chicago, Las Vegas, Filadelfia, Washington, DC.… Con videastas del equipo y colaboradores regulares cubrimos a gran velocidad 14 ciudades de Estados Unidos.
En los lugares que hubo protestas esporádicas y saqueos nuestra red de videastas freelance apoyó con imágenes poderosas. Los entrenamos para que hicieran transmisiones en vivo a través de sus teléfonos. Estas transmisiones "inmersas" en los acontecimientos enviadas en tiempo real fueron perfectas para difundir las protestas y permitieron que los videoperiodistas llevaran equipos ligeros durante esos largos y agotadores días. También era más seguro cuando había posibilidad de enfrentamientos.
Uno de los primeros videoperiodistas en el terreno fue Gilles Clarenne. “Pasé del confinamiento en casa impuesto en Washington DC, a estar entre cientos de manifestantes en Minneapolis”, señaló. “Las protestas pacíficas en el día se convirtieron durante tres días en saqueos e incendios de edificios en las noches”.
El humo seguía saliendo de negocios quemados por los manifestantes, cuando mi colega fotógrafo Kerem Yucel y yo descubrimos la escena. Escuchamos a gente gritando “no podemos respirar”, mientras las personas se concentraban frente a la comisaría de policía donde trabajaba el oficial que oprimió la rodilla contra el cuello de George Floyd.
Esa noche, los manifestantes incendiaron la estación de policía de Minneapolis.
Nuestras imágenes se vieron en muchas televisoras de todo el mundo.
“Transmití en vivo, casi todo el tiempo, con un tapabocas y una máscara contra gas lacrimógeno. Recuerdo a un manifestante, Chicago, que no dio su nombre real, enfrentando a los oficiales de policía y preguntándoles: '¿no creen en el privilegio blanco?' Yo me daba cuenta de que yo mismo soy un reportero blanco que se mudó a Estados Unidos desde Bélgica”, me dijo Gilles.
Gianrigo Marletta, basado en Miami, fue uno de los videoperiodistas voluntarios que fue enviado de misión a Minneapolis cerca de tres días después de la muerte de Floyd.
Trabajando con el fotógrafo de AFP Chandan Khanna, rentaron un auto en el aeropuerto de Minneapolis y se dirigieron directo a las protestas. “No era difícil localizarlas, solo seguimos la columna de humo negro que salía a borbotones del centro de Minneapolis”, me dijo.
“El sol caía lentamente”, dijo para este blog. “Gilles Clarenne se estaba quedando sin batería. Nos encontrábamos en medio de una protesta, así que me hice cargo de mantener en marcha la cobertura en vivo de la AFP. Era una cobertura conmovedora. Sin trípode. Transmitiendo en vivo con una mochila al hombro, la cámara en la mano y tratando de caminar evitando los objetos que volaban, cuidándote las espaldas de los manifestantes furiosos, y el frente de los policías antidisturbios, alerta de los autos incendiados y por supuesto, grabando todo lo más suave que fuera posible”.
“Mí asignación duró una semana, que fue como un mes. Aunque se trató de una cobertura llena de adrenalina, tuve la oportunidad de hacer una profunda reflexión mientras estuve parado durante siete días en el punto donde George Floyd murió. Observé a la cantidad de personas de todos los colores, edades, preferencias sexuales reunirse, llorar, rezar, enojarse y discutir entre ellos. Espero que las palabras de las personas que entrevisté sean escuchadas ampliamente en el mundo, ahora y por mucho tiempo”, escribió Gianrigo Marletta.
Entre todos los que nos quedamos en la oficina las emociones estaban a flor de piel. Las mías también.
PD: ¿Eres blanco o negro? Esa pregunta fue escrita al final de una nota de amor que le pasaron con vacilación a mi hermana en una clase cuando iba en la escuela primaria. Fue un despertar a la realidad para nuestra familia inmigrante que vivía en el sur de Estados Unidos en los años 80. A partir de entonces, entendimos que en este país todo se trata de la raza. El color de tu piel era determinante para saber de qué lado estabas, con quién te sentabas en el almuerzo y a quién amabas.
En la escuela no nos enseñaron sobre los disturbios raciales de 1921 en Tulsa o sobre el Juneteenth. Fue hasta mis años de universidad en el norte del estado de Nueva York que un profesor afroestadounidense nos explicó que el racismo es un tema de poder. Luego leímos a Toni Morrison y Alice Walker, vimos todo lo que hizo Spike Lee. El negro estaba de moda. Pero el status quo no cambió.
Ver el video de George Floyd asfixiándose durante 8 minutos y 46 segundos hizo corto circuito en un país bajo confinamiento por la covid-19 y con un nivel de desempleo sin precedentes. Los manifestantes no tenían nada que perder. La ira rompió con todos los protocolos de coronavirus. Entonces nos dimos cuenta de que iba a ser un momento decisivo en un año como ningún otro.
Al mismo tiempo, para algunos colegas que no habían estado aquí por mucho tiempo, había una curva de aprendizaje sobre las actitudes y el lenguaje alrededor del racismo en Estados Unidos.
Una periodista independiente en Nueva Orleans rechazó una asignación por asuntos étnicos, ella es blanca y piensa que la historia pertenece a la comunidad afroestadounidense, lo que provocó un debate entre nosotros. “¿Los periodistas blancos pueden escribir con autoridad esta historia?”, preguntó un compañero. “¿Qué tan diversa es nuestra redacción?”, nos cuestionamos.
Cuando la videoperiodista de Nueva Orleans nos dijo que podía recomendar a periodistas “de color” para el trabajo. Mi colega francesa consideró que el término era ofensivo, aludiendo a la esclavitud. No, en Estados Unidos es políticamente correcto, le expliqué. Es algo confuso y muy estadounidense.
Nos aseguramos de entrevistar a los manifestantes negros en lugar de blancos y de dar voz a una comunidad que está subrepresentada en los medios. Al inicio de las protestas en Minneapolis, los manifestantes blancos fueron de la opinión de negarse a hablar con reporteros y apoyaron a los manifestantes negros. Para el análisis fue un error doloroso haber entrevistado a analistas blancos sobre lo que estaba pasando en el país. No era un tema solo ópticas, sino de las voces que estábamos amplificando. Era algo sobre la misión básica del periodismo, de testificar, de dar voz.
Para algunos de nosotros fue una historia personal también. Salima Belhadj, quien es la subeditora en jefe de América del Norte y llegó en 2019, me dijo que cuando llegó a Estados Unidos de alguna forma descubrió que era una “mujer blanca” casada con un “hombre negro”.
Esto es lo que escribió para contribuir con este blog:
“Nunca se me hubiera ocurrido presentar a mi familia como de raza mixta o ‘blanca’, pero desde que nos mudamos a Estados Unidos prácticamente todo está relacionado con nuestra raza. Cuando llenamos cuestionarios, te piden que especifiques tu raza en una casilla. No tengo problema. Mi único problema es que no me identifico con ninguna de las casillas, ya que no hay ninguna 'africana' o 'árabe'.
"Sí, soy francesa, pero aunque no me considero ‘blanca’ no coincido con ninguna. Para mi marido es totalmente otra historia. Él sabe exactamente en que casilla checa. Pero también sabe que en Estados Unidos eso significa que algunas personas pueden quererlo muerto.
"Ninguno de nosotros pudo ver el video de George Floyd hasta el final. Pero al mirarlo clavado en el suelo y ante la fría mirada de la policía, mi esposo dice que no se siente 'seguro'. Ser negro es un verdadero problema en este país, me dijo. Por única vez fue un alivio no estar cubriendo en el terreno una historia que me afecta directamente.
"Me afectó un momento particularmente. Un día después de que el departamento de policía fue incendiado en Minneapolis, Chicago, un joven, se paró frente a una hilera de policías y expresó su ira.
"De inmediato recordé los primeros minutos de la película francesa La Haine de Mathieu Kassovitz. La cinta había sido filmada en mi barrio, Les Sapins, en Rouen, en el norte de Francia, durante los enfrentamientos de 1994, tras la muerte del residente Ibrahima Sy mientras huía de la policía francesa. Diez años después, entrevisté al padre de Ibrahima. Estaba haciendo una campaña para que la policía reconociera su responsabilidad en la muerte de su hijo.
"Empecé la entrevista con el señor Sy junto con un colega, pero a los 10 minutos me salí del estudio en lágrimas. Su tristeza me afectó profundamente. Era un padre inmigrante, como mi padre, de mi barrio. Estaba demasiado cerca de lo que pasó. No podía poner distancia.
"Por eso no estoy de acuerdo que una historia como esta sea cubierta necesariamente o exclusivamente por periodistas de color", dijo Salima: "la empatía por George Floyd era universal. Sin importar el color de piel, todas las personas la sintieron.
"En estos días, cuando caminamos como una familia en Washington, nos encontramos con estadounidenses 'blancos' que me ven con mi esposo y nuestras dos hijas de raza mixta. 'Nos encantan', percibimos que dicen en sus miradas de aprobación", concluye.
Este blog fue escrito por Jiham Ammar, Salima Belhadj, Gilles Clarenne y Gianrigo Marletta. Edición: Michaëla Cancela-Kieffer