Un accidente "con una princesa inglesa"
París – Mi moto no iba muy rápido pero ese 31 de agosto de 1997 a las doce y media de la noche, llegué en un cuarto de hora al túnel del Puente del Alma, en París, donde “acababa de producirse un accidente con una princesa inglesa".
Eso es lo que había dicho a la redchef un periodista del servicio de deportes, cuyos padres vivían justo al lado.
La primera alerta, lanzada pocos minutos antes, provenía de una periodista del servicio francés que, al regresar a su casa, vio que había un accidente en ese sitio. El importante dispositivo policial que se estaba desplegando en el lugar me hizo ver que no me había desplazado inútilmente.
La avenida que bordea el Sena estaba cerrada y las cafeterías de la parisina Plaza del Alma estaban recogiendo sus mesas.
Caminando, me crucé con un fotógrafo visiblemente impactado que me explicó que la princesa Lady Di se encontraba en el coche accidentado acompañada por Dodi Al Fayed. Desde donde estábamos no podíamos ver el auto, que había quedado tras una curva del túnel que circula a lo largo del río.
Todas las luces de la calle acababan de apagarse, sólo permanecían encendidas las del túnel, que iluminaban la última ambulancia que permanecía en el interior.
Tenía que avisar rápidamente a la redacción y ponerme enseguida a husmear, a buscar testigos, informaciones, a impregnarme de la atmósfera.
Vestido con un impermeable, un hombre con pelo largo parecía tener las mismas preocupaciones que yo. Goksin Sipahioglu, el legendario director de la agencia de foto SIPA, se había desplazado en persona al lugar para recuperar los carretes de sus fotógrafos.
Al escucharme hablar por teléfono con la Agencia sobre las condiciones del accidente del coche, al que una decena de fotógrafos habían estado persiguiendo en moto, uno de ellos empezó a decirme: “¡No empieces!”, y al poco rato los fotógrafos en cuestión fueron embarcados en una furgoneta de la policía.
Nueve de ellos fueron acusados inmediatamente, junto a otro motorista de la prensa, bajo la sospecha de que su comportamiento había provocado que el chófer de la princesa circulara demasiado rápido.
Entretanto yo me mantenía al margen, entre dos coches. Al rato, cuando comenzaban a agolparse los curiosos, un policía me pidió la identificación, y diez días más tarde fui convocado por la Brigada criminal al palacio de Justicia donde expliqué que yo había llegado al lugar del accidente “después”. La investigación que se abrió sobre la eventual responsabilidad de los fotógrafos fue finalmente archivada.
Los curiosos se fueron acercando poco a poco. Hacía falta hacerse un hueco, no prestar atención a los comentarios injuriosos sobre la prensa y tratar de encontrar un testigo aunque, al haberse producido el accidente en un túnel, no había ninguno.
Caminando por el césped y metiéndome por las callejuelas llegué hasta el otro lado de la escena, donde obtuve una visión diferente del lugar del drama. El Mercedes negro estaba incrustado en uno de los postes del túnel, el noveno. Había algunos restos de carrocería alrededor, pero nada escandaloso. El lugar estaba en calma.
Poco a poco decenas de periodistas, fotógrafos y camarógrafos se fueron situando delante del Palacio de Tokio, desde donde, con la ayuda de teleobjetivos, podían observar bien la escena. Pero lo esencial estaba sucediendo en la ambulancia, los primeros auxilios parecieron durar horas.
Los periodistas británicos venían a verme y me decían: “¡Tú eres de la AFP! Tú tienes que saber. Hay rumores de que está muerta, ¿puedes confirmarlo?”, no tenía ningún elemento para responderles, pero me decía a mí mismo: “No es posible, de esta forma tan tonta…”.
El día se levantó cuando la ambulancia acababa de irse. Las calles estaban desiertas y la circulación permanecía cortada hasta el hospital de la Pitié Salpêtrière, en el este de París.
Después de su llegada, supimos que la princesa Lady Diana había muerto durante el viaje tras varios paros cardiacos.
Otro periodista de la Agencia estaba esperando en el hospital, donde ya se había juntado una pequeña multitud. En el lugar del accidente, una lona cubrió enseguida el coche, subido en una grúa, pero no se reanudó la circulación. El mínimo resto de carrocería, el mínimo indicio, eran fotografiados. Todos los restos se analizaban minuciosamente.
En muy poco tiempo, la réplica de la llama de la estatua de la libertad, ofrecida por Estados Unidos a Francia, que se erige sobre el puente se convirtió en un homenaje a la memoria de la princesa rodeada de mensajes, velas, lazos y flores y, todavía a día de hoy, está asociada a su recuerdo.