Back in the USSR... otra vez

Moscú – Cada vez que dejo Rusia me digo: ya está, no vuelvo a poner un pie aquí. Pero acabo volviendo. Y ahora, aquí estoy de nuevo. Hace apenas unos meses me destinaron a Moscú por tercera vez.

Estatua de Lenin en el jardín botánico de San Petesburgo, el 25 de junio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)
 
Una chica observa una obra en el Museo de Arte Moderno de Moscú, el 8 de junio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)

 

Al haber crecido en Bulgaria, he tenido sentimientos enfrentados sobre Rusia durante años. Mi país se encontraba completamente inmerso en la esfera soviética tras la Segunda Guerra Mundial, así que en el colegio tanto mis amigos como yo estábamos obligados a aprender ruso y a escuchar permanentemente las glorias de la URSS. No quedamos muy convencidos. Pero el idioma me resultó útil durante el intento de golpe de estado de 1991: yo estaba trabajando de fotógrafo para la agencia EPA (European Pressphoto Agency) en los Balcanes y, al hablar ruso, me mandaron inmediatamente al país, donde estuve 20 días. A las pocas semanas volví como jefe de fotografía a Moscú por tres años.

Fue fantástico cubrir la desintegración de la Unión Soviética y todos los cambios que se produjeron. Años antes, o incluso meses antes, nadie habría imaginado que la URSS fuera a desmoronarse, y fue muy emocionante estar ahí transmitiendo la historia.

Catedral del Cristo Salvador de Moscú (AFP / Mladen Antonov)

Dejé Rusia en 1994 y estuve trabajando en los Balcanes y en Europa del Este hasta que en 2003 volví a vivir a Moscú, esta vez como jefe de fotografía de la AFP para Europa del Este. El trabajo era demasiado interesante como para dejarlo pasar así que estuve otros tres años, hasta 2006, momento en el que me fui de Rusia jurando que ésa era la última vez. 

Rascacielos de la era Stalin en Moscú, tras el paso de una tormenta. el 21 de julio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)
(AFP / Mladen Antonov)

Estuve trabajando cinco años como jefe internacional de foto en París, luego de editor de foto en Washington y, al tiempo, bueno…. se me presentó otra oferta que no pude rechazar: me propusieron regresar como corresponsal especial para organizar los preparativos del Mundial del Fútbol 2018. Y aquí estoy de nuevo, viviendo en este país.

He de confesar que, aunque cada vez que me voy digo “se acabó Rusia”, cuando vuelvo no me arrepiento de estar aquí. Y esta vez no ha sido diferente.

(AFP / Mladen Antonov)
Una chica se hace un selfi en el parque Muzeon de Moscú, el 19 de julio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)

 

Eso sí, el lugar al que acabo de regresar, no tiene nada que ver con el que dejé hace diez años, y menos aún con el que dejé hace veinte.

Lo que más me ha impresionado es la gente joven. Es una nueva generación de rusos. Hace diez años, el prototipo del adolescente ruso era el chaval borracho con la cerveza en el parque. Sin embargo ahora, aunque uno busque este tipo de jóvenes, no los encuentra. Ahora están en el parque pero hacen skate, patinan, bailan y tienen nuevas caras y expresiones, mucho más abiertas y modernas. Es una generación completamente diferente.

 
Una joven en una exposición a orillas del río Moskva en Moscú, el 19 de julio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)
Unas jóvenes consultan sus teléfonos móviles en el centro de Moscú, el 31 de julio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)

Es cierto que, desde que he llegado, he estado casi todo el tiempo en Moscú y que, como cualquier gran ciudad del mundo, no es representativa del resto del país, pero la diferencia es verdaderamente impresionante.

Antes, cuando uno iba a un parque en Moscú, la mayoría de la gente que veía era gente mayor y ahora casi todos son jóvenes. Están con sus skates, sus patines, corriendo, bailando, haciendo yoga. Es como si por fin saliera el sol tras un largo y frío invierno. Podría tratarse de cualquier país occidental, salvo que aquí son algo más atrevidos en su aspecto y se tiñen el pelo de rosa, verde o azul. Las chicas llevan tacones altos y maquillaje, mientras en Estados Unidos, por ejemplo, van con chancletas y sin maquillar. No hay duda de que ya quedaron atrás las minifaldas que llevaban antes las mujeres moscovitas, ahora el uniforme son los skinny jeans.

Una mujer con una sillita de niño camina junto a unos ciudadanos vewstidos con trajes de 1812 en una feria en el centro de Moscú, el 8 de junio de 2017 (AFP / Mladen Antonov)
 
Gente joven disfruta de un día soleado a orillas del río Moskva en Moscú, el 19 de julio de 2017. (AFP / Mladen Antonov)

Para un fotógrafo este cambio es un sueño. Antes, cuando hacía fotos en la calle, siempre había alguien a quien le molestaba, que se oponía, me daba la espalda o me pedía que no le fotografiara. Ahora la gente no presta atención, no le importa, simplemente te ignora, lo cual es ideal para un fotógrafo, que quiere ser ignorado para poder mezclarse con el entorno e inmortalizarlo.

(AFP / Mladen Antonov)
(AFP / Mladen Antonov)

Se pueden tomar fotos en lugares donde antes era imposible, como en el metro o en el centro comercial GUM que hay al lado de la Plaza Roja.

Otra cosa que llama la atención es la abierta exposición del patriotismo y el nacionalismo. El amor a la madre Rusia está allá donde mires, constantemente te bombardean con que Rusia es la mejor y la bandera está por todas partes: en camisetas, sudaderas, imanes, cuadernos… he visto incluso una de las fotos que tomé de Putin hace diez años en un imán. 

Una de las camisetas más populares exhibe la frase: “Acabaremos con ellos”. No importa realmente quiénes son “ellos”.

(AFP / Mladen Antonov)
(AFP / Mladen Antonov)

Las noticias de la televisión también han cambiado: la mayoría de los telediarios hablan de lo que Putin ha hecho o ha dicho, de lo mala que es Ucrania y de alguna que otra información local, hay poco espacio para las noticias internacionales. Antes uno tenía acceso a noticias de todo el mundo, ahora es muy ruso-céntrico.

En la calle hay miles de cafés al aire libre, con lo que la gente está fuera mucho más que antes, y hasta los horarios de los comercios han cambiado. Ikea, por ejemplo, está abierto hasta las dos de la madrugada. Uno puede comprar un frigorífico o una lavadora a las cuatro de la mañana y el sistema de entrega está extremadamente bien desarrollado y es muy veloz y eficaz. Yo compré mi sofá a mediodía y lo tenía en casa al día siguiente.

(AFP / Mladen Antonov)
(AFP / Mladen Antonov)

Nueva York es conocida como la ciudad que nunca duerme, pero ahora Moscú es también una buena candidata para ocupar ese puesto. 

He de confesar que estoy disfrutando verdaderamente de estar aquí. En primer lugar, estoy haciendo fotos de nuevo y, luego de pasar los últimos diez años casi siempre enclaustrado en la oficina, se siente muy bien salir y hacer lo que más me gusta. Es como haber sacado al genio de la lámpara. Y este lugar en este momento es tremendamente fotogénico, hay miles de cosas que inmortalizar.

 

(AFP / Mladen Antonov)
 
(AFP / Mladen Antonov)

Además, el trabajo es verdaderamente interesante. Organizar los preparativos del Mundial 2018 requiere mucha logística por lo que tendré que visitar las ciudades anfitrionas, los hoteles, probar el sistema de transporte, fotografiar y documentar los diferentes lugares y hacerme una idea de cómo tenemos que organizarnos para que la cobertura salga perfectamente. Por ahora la mayor parte del tiempo he estado en Moscú, lo cual no es representativo de la Rusia provinciana, así que estoy doblemente emocionado por descubrir el país. 

 

(AFP / Mladen Antonov)
(AFP / Mladen Antonov)

Es un buen momento para estar de vuelta. Siento que estoy en el momento adecuado y en el lugar adecuado esta vez. Y esta vez sí será la última para mí en Rusia. Lo juro.

(AFP / Mladen Antonov)
 
(AFP / Mladen Antonov)