Fotografiando la perfección
Nueva York - Uno toma muchas fotografías cuando hace fotos de baile. No importa si se trata de ballet, de danza moderna o de bailes de salón, en cualquier disciplina uno puede conseguir la foto ideal. Puede ser algo sutil, como una mano o un pie, pero siempre hay por lo menos una imagen que es, sencillamente, perfecta.
Imagino que por eso disfruto tanto haciéndolo, porque sacar una foto excelente es una sensación maravillosa.
Pero hay otra razón… soy el peor bailarín del mundo. Cuando era niño, mi madre nos apuntó a mi hermana y a mí a clases de baile de salón y fue un fracaso total. Me gustaba, pero no podía hacerlo.
En la escuela secundaria hay que bailar para conocer chicas y yo, sencillamente, no podía. Así que ver a esta gente ahora, a los mejores bailarines del mundo… me provoca cierta envidia porque me gustaría poder hacer lo mismo que ellos pero, como no puedo, hago lo que mejor sé hacer: les saco fotos.
Empecé a interesarme por fotografiar a bailarines hace algunos años, cuando tuve que hacer fotos de niños bailando en las clases de los colegios públicos. Había visto una emisión en la televisión de un programa que se había implantado en el sistema escolar de Nueva York para que los niños aprendieran bailes de salón. Eligieron cinco colegios, pusieron a los niños por parejas y empezaron a enseñarles todo: tango, foxtrot, todo. Eso me dejó enganchado.
Después de aquel reportaje, hablé con una fotógrafa de baile del New York Times y me sugirió ir al Joyce Theater, así que empecé a ir con bastante frecuencia en función de quién actuaba.
El pan de cada día para un fotógrafo de agencia en Nueva York es poco variado: política, economía, Naciones Unidas, así que uno tiene que buscarse algo diferente para salir de ese círculo. Después de unos años he conseguido un par de intereses paralelos: uno es la exhibición canina de Westminster, otro, el baile.
En cuanto comencé a interesarme por él, empecé a buscar en la ciudad eventos relacionados con el baile y a ir a todo lo que me pareciera interesante.
Ir, por ejemplo, a pruebas de niños de 6 y 7 años de la Escuela Nacional de Ballet.
A ver patinaje sobre hielo.
Danza moderna.
Bailes de salón.
Pole dance.
Robin Williams bailando en la ceremonia de los Óscar
Trataba de ir a eventos que tuvieran que ver con el baile de una forma u otra y casi siempre, fuera lo que fuera, acababa haciendo buenas fotos. Además, era algo diferente, algo que la AFP no tiene todo el tiempo en el hilo.
Descubrí que, fuera el tipo de baile que fuera, todo apuntaba al ballet. Ya estén bailando danza moderna o tango, todos parecen tener una formación de ballet para poder hacer esas poses perfectas. Todo parece, sencillamente, girar alrededor de él.
Son mis fotos favoritas. Creo que de todos los bailes que se pueden ver, el ballet es el número uno porque es, sencillamente, hermoso.
No importa de qué obra se trata o qué compañía es. Es, simplemente, bello de ver. Tanto bailarines como bailarinas. Es estéticamente sublime.
A veces es solamente un pie.
O cómo inclinan la espalda hacia atrás o mueven sus manos.
O un simple movimiento.
Y además están la puesta en escena, los trajes. Hay algo que te atrapa cuando los miras. Hacen cosas que nadie más puede hacer… ¿Quién más puede moverse de esa forma?
A lo largo de tantos años, he sido testigo de varios momentos divertidos. Una vez estaba en las pruebas infantiles de la Escuela Nacional de Ballet y había un niño que estaba portándose un poco mal. El director se encontraba en la sala y en un momento dado le pidió que se estuviera quieto, pero el crío siguió hablando. El director entonces le dijo: “¿No quieres ser un gran bailarín y estar en el Cascanueces?” y el chico, sin titubear, le dijo: “No. Hago esto porque quiere mi madre”, y todos los que estábamos en la sala nos echamos a reír.
Reconozco que cuando empecé a meterme en este mundo, pensé que igual mi hija podía triunfar ahí donde su padre había fracasado, y le apunté a clases de ballet cuando cumplió cuatro años, pero creo que tiene mis genes en este aspecto porque resultó ser un gran fracaso, igual que yo con los bailes de salón, y no quiso saber nada más.
A medida que voy a más eventos, he ido conociendo también a muchos bailarines, lo que es beneficioso en muchos aspectos. Además de ser capaces de hacer lo que hacen, también son gente muy interesante. Todos tienen la misma forma de caminar, los mismos problemas de salud. Bailar, sobre todo ballet, es muy difícil para el cuerpo.
Algunos de ellos tienen carreras muy largas y otros se queman rápidamente.
Para todo esto es perfecto vivir en Nueva York. Los mejores vienen aquí, los mejores músicos del mundo, los mejores bailarines del mundo, los mejores de todo. Es genial fotografiar a artistas que son el top de su disciplina.
Pero curiosamente, no me gusta ir simplemente a ver un espectáculo de baile. Necesito tener una cámara conmigo. Es difícil sentarse y mirar algo una vez que ya he hecho las fotos. Me pongo impaciente por capturar algunos momentos que estoy viendo. Y además, bailar es algo que siempre he querido hacer pero que no puedo, así que les hago fotos, que es lo mejor que sé.