El baile del ébola

(AFP / Francisco Leong)

KENEMA (Sierra Leona), 18 de noviembre de 2014 - La ciudad de Kenema, cerca de las fronteras de Liberia y Guinea, era en septiembre el epicentro de la epidemia de ébola en Sierra Leona. La Cruz Roja levantó allí, en el medio de la nada, un hospital de campaña con sesenta camas para atender a los pacientes de la zona. Y aunque posteriormente los mayores estragos de la epidemia continuaron en el oeste del país, el Treatment Center de Kenema sigue ahí y acoge a los enfermos provenientes de todo Sierra Leona.

El hospital está dirigido por un pediatra alemán, Joachim Gardemann. Exclusivamente formado por tiendas de campaña, es el único establecimiento del país que cuenta con un "jardín de infantes", que permite aislar a los pequeños que aún no han dado positivo en los test del virus confirmado en sus padres enfermos, y ofrecerles así una oportunidad de supervivencia. Además de una docena de expatriados, el hospital cuenta con 148 trabajadores sierraleoneses, entre ellos 80 miembros del equipo IPC (Infection Prevention and Control) que vela por evitar la propagación de  la enfermedad, en especial recogiendo la lencería manchada con los fluidos corporales de los pacientes.

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Estos empleados, cuando están en la "zona roja" del hospital, deben usar ropa de protección, los famosos PPE (Personal Protective Equipment) que los hacen parecer una especie de astronautas. Esto es especialmente difícil para ellos: las temperaturas en Kenema superan ampliamente los 30 grados a la sombra, con lo cual rápidamente están empapados de sudor bajo la gruesa capa de goma y los lentes herméticos. Razón por la cual los equipos IPC, al igual que el personal médico, no pueden trabajar más de una hora con estos trajes.

(AFP / Francisco Leong)

Cuando llegamos a Kenema, al final de la tarde del 15 de noviembre, dos enfermeras, una neozelandesa, Liz, y una escocesa, Margie, se enfundaban el pesado equipo para atender a una niña que aparentemente estaba muy mal. Un hombre que estaba en el mismo sector lucía agotado y como ausente... Pero nunca se sabe cómo saldrán las cosas con el ébola, como dicen las enfermeras: un paciente que parece estar evolucionando muy mal puede levantarse al día siguiente, y viceversa, otro puede caer en pocas horas.

Poco después de la salida de las enfermeras entró el equipo IPC: cuatro trabajadores sierraleoneses cubiertos de pies a cabeza, unas siluetas pesadas y torpes sin rostro que podrían ser aterradoras. De repente, esas cuatro siluetas empezaron a marcar unos pasos de baile pese al apabullante calor.

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La escena duró dos minutos: una forma de distraerse y tratar de aliviar el dolor y la angustia de los pacientes. La niña y el hombre parecían inertes y no sabemos si estaban conscientes. En cambio, otros pacientes, aquellos lo suficientemente restablecidos como para estar sentados o de pie, aplaudieron, algunos se levantaron esbozando algunos pasos o para llevar el ritmo chasqueando los dedos. Adultos y niños estaban en la gloria. Un momento alegre en un mundo en el que no abunda la alegría en estos tiempos de ébola y del que nosotros, también, hemos disfrutado.

Admirable.

Anne Chaon, periodista de AFP en París, y Céline Cléry, reportera de video en Londres, formaron parte junto con el fotógrafo de Lisboa Francisco Leong, de un equipo multimedia enviado a Sierra Leona por dos semanas.

Las tumbas de los fallecidos por ébola cerca del hospital de la Cruz Roja en Kenema (AFP / Francisco Leong)