Un poema de esperanza afgano

El pequeño Abuzar Ahmad en Toronto el 12 de mayo de 2014, menos de dos meses después de sobrevivir milagrosamente a la masacre de su familia (Foto: Turaj Rais)

ISLAMABAD, 9 de octubre de 2014 - El jueves pasado, los grandes ojos negros de Abuzar brillaban de felicidad al despertar en el apartamento en el que vive en Toronto. Finalmente, había llegado el gran día que había estado esperando durante semanas. Tomó su mochila pequeña, su lonchera del Hombre Araña, y se fue a su primer día de guardería con paso firme después de seis meses de cuidados que lo dejaron casi como si nada. En medio de un alegre crisol de niños de tres años, difícilmente se podía adivinar que el pequeño afgano era un milagro, que ese día olvidaba un poco más aquel 20 de marzo, cuando todo cambió a 10.000 kilómetros de ahí.

El ataque 

Esa noche en Kabul, cuatro jóvenes talibanes irrumpieron en el restaurante de Serena, un acogedor hotel donde los periodistas se reúnen regularmente con los diplomáticos, ministros y otros funcionarios. 

El destino quiso que Sardar Ahmad, de 40 años, pilar de la oficina local de la AFP durante diez años y visitante asiduo del lugar, se encontrara ahí ese día. Esa noche, año nuevo en Afganistán, el periodista y padre apasionado había aprovechado para llevar a cenar a su esposa, Homaira, y sus tres hijos, Nilofar, 6 años, Omar, de 5, y Abuzar, de apenas dos años. Decidido a sembrar la muerte, el comando rebelde no tuvo piedad ni siquiera de los niños, a los que disparó, como al resto, a la cabeza y a corta distancia.

 

Sardar Ahmad en la oficina de AFP en Kabul el 20 de marzo de 2014, horas antes del ataque (AFP/Wakil Kohsar)

¿De qué pende una vida, una noche de masacre? 

De ínfimos milagros en el cuerpo de un niño. La primera bala arañó el pecho de Abuzar sin penetrarlo. La segunda, atravesó su muslo sin tocar ningún órgano vital. La tercera, le abrió el cráneo pero se detuvo pocos milímetros antes de traspasarlo. Y la cercanía y calidad de un muy buen hospital de una ONG, adonde fue trasladado y operado solo diez minutos después de su llegada. 

Esas pequeñas cosas que, seis meses y algunos aleteos de mariposa más tarde, le ofrecieron un nuevo comienzo en el otro lado del mundo. 

Pero aún estamos muy lejos del día siguiente del ataque, sin saber si Abuzar, a merced de cualquier infección o de una meningitis, conseguiría pasar la noche. 

Abuzar en un hospital en Kabul el 25 de marzo de 2014, cinco días después del ataque (AFP/Shah Marai)

Dos días después, su padre, su madre, su hermana y su hermano son enterrados, un día de lluvia y de tristeza infinita. Cientos de personas acuden a decirles adiós y llorar su indignación por el ataque, que trascendió las fronteras por su crueldad. 

Llegan de todo el mundo mensajes para saludar la memoria de Sardar, del presidente François Hollande, del secretario de Estado estadounidense, John Kerry. Las televisiones locales transmiten en vivo el funeral, siguiendo las largas caravanas de coches adornados con fotos de Sardar, Homaira, Nilofar y Omar, que algunos que acompañan el cortejo se apresuran a tocar como reliquias. 

Funerales de Sardar Ahmad en Kabul el 23 de marzo de 2014 (AFP/Roberto Schmidt)

Con Sardar, la joven y dinámica prensa afgana nacida después de la caída de los talibanes perdió unos de sus hermanos mayores, y la AFP un "periodista cinco estrellas", como escribió Ben Sheppard, director de la oficina de Kabul, en un precioso tributo. Un optimista que se había negado a abandonar su país, demasiado enamorado de su pueblo y su cultura como para irse. 

Sigue siendo lo más difícil para la oficina de la AFP. Acostumbrarse a su ausencia, con sus retratos floreados ocupando cada rincón. Entrar en la sala de redacción sin cruzarse con esa intensa mirada negra, el rostro silencioso y tímido para los desconocidos, pícaro y bromista para el resto. Este larguirucho que levantaba los ojos de su pantalla para cantar el estribillo de una canción popular persa, de amor seguramente, o deslizar una broma procaz más o menos subida de tono. "¿Dónde estás, amigo? Mis ojos te buscan", tuiteó nuestro fotógrafo Shah Marai, su viejo amigo, el día del funeral. 

El escritorio de Sardar Ahmad en la oficina de AFP en Kabul el 25 de marzo de 2014, cinco días después de su muerte (Foto: Emmanuel Duparcq)

Mientras tienen lugar los funerales, en el hospital de la ONG Emergency, renace una pequeña llama que calentará muchos corazones. En su lecho, Abuzar, envuelto en vendas y conectado con un montón de vías, mejora. 

Es difícil describir, aun hoy en día, la intensa emoción que nos invade dos días más tarde, el 25 de marzo, cuando los médicos declaran a Abuzar fuera de peligro. Esto devolvió el ánimo tanto a la familia de Sardar como a la oficina de la AFP, que tuvo una actitud ejemplar desde el comienzo.

El renacimiento 

“Abu” vivirá, pero ¿cómo? Si bien las heridas en el pecho y en la pierna ya no son preocupantes, hay dudas sobre el alcance de las lesiones en la cabeza, con riesgos de secuelas graves y discapacidad severa si el cerebro ha sido afectado. 

La respuesta es rápida y espectacular, como podemos comprobar cada día en las visitas: en cuestión de días, Abuzar empieza a hablar de nuevo. Después a jugar videojuegos, a bromear, a reír. Su vivacidad, sus juegos y conversaciones con la familia muestran a priori que no tiene secuelas neurológicas. 

Abuzar recibiendo la visita de su tío Bashir Mirzad (derecha) y del director de la AFP para Pakistán y Afganistán Emmanuel Duparcq el 6 de abril de 2014 en un hospital de Kabul (AFP/Wakil Kohsar)

Pero en otros momentos da la impresión de que no todo será tan simple. En el hospital, cuando no está distraído jugando, los ojos de Abuzar parecen a veces perderse en una melancolía de insondables recuerdos y se endurecen, luciendo incluso más negros. Especialmente cuando molestos desconocidos se presentan en el dormitorio del pequeño milagro para abrazarlo y tomarse fotos con él. 

La familia se moviliza, mientras tanto, para preparar el futuro. Al igual que los médicos, considera que únicamente una salida de Afganistán, tenso y cargado de recuerdos potencialmente desestabilizadores, hacia un país tranquilo y con buena atención médica, dará a Abuzar la mejor oportunidad para reconstruirse. Canadá aparece como el primer deseo, y más específicamente Toronto, donde se han instalado dos hermanos de Sardar y varias decenas de primos cercanos y lejanos. 

La familia decide entonces que Abuzar sea adoptado por su primo Turaj, de 25 años y muy cercano a su padre, y su esposa, embarazada de gemelos. El plan es estudiado: si la familia, que vive en Afganistán, puede emigrar a Canadá, Abuzar será en breve hermano mayor, y por lo tanto parte integral de la familia, evitando el destino de muchos huérfanos afganos, confiados a familias ya formadas en las que luchan por hacerse un lugar, cuando no son discriminados y desatendidos. 

Abuzar y su primo Turaj en Kabul el 8 de abril de 2014 (Foto: Turaj Rais)

Falta convencer a las autoridades canadienses. El asunto no es sencillo. Pero Ottawa estuvo militarmente comprometida en el combate de los talibanes entre 2001 y 2011, y ha seguido de cerca desde el principio lo que ocurría con el pequeño milagro, ampliamente difundido en los medios internacionales, incluyendo los de Canadá. Además en Toronto, la comunidad local afgana se hizo escuchar para reclamar su recibimiento.

El 15 de abril, Abuzar sale del hospital y comienza una nueva vida familiar mudándose con sus padres adoptivos. Pero ¿qué queda en él del pasado? Tras el ataque, sus primeras palabras en el hospital fueron para llamar a su madre. Pero pronto, él no habló más de sus padres y su hermano y hermana desaparecidos, con la excepción de algunas pocas reflexiones, dichas con los ojos sombríos y la mirada endurecida, en las que daba a entender que se daba cuenta de que algo grave había ocurrido y que ellos no volverían.

Diez días después, el 25 de abril, Abuzar y sus padres adoptivos obtienen su visa para Canadá. Despegamos desde Kabul cuatro días más tarde, el 29, con Turaj, su mujer con el embarazo avanzado y Abuzar todavía en una silla de ruedas, para un viaje de dos días con una escala de una noche en las afueras de Estambul. 

Abuzar y su primo, ya padre adoptivo, poco antes del despegue en Kabul el 29 de abril de 2014 (AFP/Shah Marai)

Del otro lado del Atlántico, una excitación increíble se apodera de la familia afgana en Toronto. En el momento en que dejamos Kabul, Farid, uno de los dos hermanos de Sardar instalado allí desde hace diez años, inconsolable tras la muerte de con quien tanto compartía, publica un poema en su página de Facebook: 

"Hoy, aquellos que nos fueron secuestrados quieren volver a vivir 

Siento el perfume que viene de Oriente 

Esas dulces fragancias de rosa, jazmín y flores de muguet

Y la vida que me había sido arrebatada, y que regresa a mí"

El nuevo mundo 

El miércoles 30 de abril el avión aterriza en Toronto con más de tres horas de retraso. Es cerca de la medianoche, pero cuando Abuzar y sus nuevos padres aparecen en el hall del aeropuerto, se oye un gran clamor persa: son decenas de afgano-canadienses, familiares y amigos, con pancartas y fotos gigantes y rodeados de medios de comunicación, alertados por la fiebre que se apoderó de la comunidad afgana local. Barullo, abrazos, lágrimas y emociones. Abuzar pasa de brazo en brazo, desconcertado por todo el alboroto y estos apretones que combinan la intensa alegría de recibirle con la pena infinita por los que fallecieron en Serena. 

Llegada de Abuzar y tío Bashir Mirzad en el aeropuerto Pearson de Toronto, el 30 de abril de 2014 (AFP/Geoff Robins)

Al salir del aeropuerto, ¡sorpresa!: una limusina negra espera a Abuzar. El taxi de lujo se lo envía un empresario afgano de Toronto, que no es conocido de la familia pero que está sensibilizado con su historia. El pequeño héroe de la jornada abre un poco más sus grandes ojos oscuros mientras se sienta en la parte trasera del reluciente automóvil de unos diez metros de largo en medio de un montón de pequeños primos sobreexcitados y de un montón de regalos. 

Media hora más tarde, la limusina de lujo, de asientos de cuero y techo cielo, entrega a su VIP de apenas tres años en la puerta de un inmenso bloque de viviendas sociales de Scarborough, un modesto y gris suburbio del este de Toronto. 

Siete familias de tíos, tías y primos cercanos ocupan pequeños apartamentos con vistas a otros edificios de veinte pisos y un paisaje industrial de amplias avenidas, pequeños centros comerciales, estacionamientos y jardines pelados. Abuzar y sus nuevos padres encontraron allí un apartamento. 

Comité de bienvenida de la comunidad afgana en Toronto en el aeropuerto Pearson el 30 de abril de 2014 (AFP/Geoff Robins)

El día después de su llegada, a Abuzar se le hizo un chequeo médico completo. Los doctores confirmaron que había recibido buena atención en Kabul y establecieron dos prioridades: rehabilitar su pierna izquierda lesionada para volver a caminar normalmente y luego, en los meses siguientes, reforzar su cráneo frágil para darle una solidez normal. 

A finales de mayo, una nueva revolución en la vida acelerada de Abuzar: a un mes exacto de su llegada a Toronto, su madre adoptiva, Zohra, da a luz a dos niñas regordetas, Tahmina y Sodaba. Las hermanitas con las que Abuzar se muestra rápidamente tan afectuoso como protector, queriendo saber siempre dónde están y cómo están, presto a defenderlas. Sus padres adoptivos, a los que llama "mamá" y "papá", sonríen: "Ya es un verdadero hermano mayor afgano". 

El 23 de junio, la familia se reúne para festejar su tercer cumpleaños con enormes platos con arroz, cotillones y velas. Abuzar camina ya de nuevo desde hace varias semanas, cojeando de su pierna izquierda. Poco después comienza la fisioterapia para enderezarla, usando una férula en la noche. Para su rehabilitación, los médicos cuentan con un poderoso aliado, el fútbol, que Abuzar tomó como pasión viendo la Copa del Mundo de Brasil. Desde entonces cada noche, antes de acostarse, le dice a su padre adoptivo que recuerde ponerle la férula, "¡así puedo jugar más rápido al fútbol!". Al final del verano, Abuzar ya camina casi con normalidad, abriendo la posibilidad de comenzar en la guardería y una vida de niño normal. 

Abuzar en Toronto el 10 de julio de 2014 (Foto: Turaj Rais)

Es probable que aprenda inglés muy rápidamente, en medio de decenas de chicos de su edad de los cinco continentes. Ya ha empezado a practicar este verano viendo dibujos animados, con una predilección por el Pato Donald y Peppa Pig, las aventuras de una familia de cerditos que transmite los conceptos básicos de la lengua de Shakespeare a los más pequeños. Abuzar ya domina los básicos: "yes", "thank you", "Daddy", "Mommy" y, a veces, por supuesto, el "no" que tanto gusta a los niños de tres años pero que no lo hace dejar de ser, según la familia, un niño dulce, curioso y feliz. 

De la familia de Sardar conocíamos sobre todo a los dos mayores, con los que él iba con frecuencia a la AFP el viernes, día relajado. La hermosa Nilofar paseaba sus grandes ojos verdes y su extrema delicadeza, mientras que Omar el intrépido, fan de las aventuras de piratas, zigzagueaba entre los escritorios. 

De acuerdo con muchos miembros de la familia, Abuzar es el que heredó más de su padre. La misma mirada oscura intensa y la misma timidez al principio. El mismo estilo bromista una vez que se siente en confianza. Esa risa escandalosa que hace sacudir ese cuerpo fuerte. Ese rechazo al conflicto y la antipatía. Útimamente, Abuzar ha decidido no ver más Tom y Jerry: está harto de Tom, que cree que es demasiado malo con Jerry. 

Sardar Ahmad pesca en un lago cerca de Bamiyan, el 17 de octubre de 2008 (AFP/Danny Kemp)

La vida de Abuzar siguió este año el compás de la historia de su Afganistán natal, de una primavera marcada por una campaña presidencial ensangrentada por los ataques, entre ellos el de Serena, a este otoño, cuando el país parece haber recuperado un poco el aliento, al menos por un tiempo, después de un acuerdo para compartir el poder entre rivales presidenciales. 

Desde su llegada a Canadá, creció cinco centímetros, ganó algunos kilos y se le ve avispado, gracias a la fuerza de esta familia de medios modestos pero sólida para enfrentar este destino que, sospechamos, no será el más sencillo de digerir. En agosto, Abuzar y sus padres adoptivos obtuvieron la residencia permanente en Canadá. En tres años podrán iniciar los trámites para obtener la ciudadanía. 

En Kabul, Sardar Ahmad adoraba invitar a sus amigos a orillas del lago Qarga, al sur de la ciudad. Para, entre dos brochetas de kebabs, reconstruir el mundo, reírse a carcajadas y mostrar su inquebrantable optimismo, esa certeza de que la cultura superará a la guerra en su querido país. 

Hoy es sobre otra orilla, la del lago Ontario que bordea Scarborough, y con otra familia, que su hijo superviviente se reconstruye. En el otro extremo del mundo, pero con esos mismos ojos negros brillantes y el mismo apetito por la vida. 

Emmanuel Duparcq es el director de la AFP para Pakistán y Afganistán. 

- AFP creó una recaudación de fondos para que los que quieran ayudar a Abuzar materialicen su generosidad. Haga clic aquí para acceder a ella.- El 9 de octubre se realizó un homenaje a Sardar Ahmad y otros periodistas fallecidos en 2014 en Bayeux, noroeste de Francia, con motivo de la celebración de los Prix Bayeux-Calvados para corresponsales de guerra.