Cuba: Paula y Tina van en bicicleta
En Artemisa, al suroeste de La Habana, una valla conmemorativa del ataque al Cuartel Moncada, el punto de partida de la Revolución Cubana el 26 de julio de 1953 (AFP/Yamil Lage)
LA HABANA, 12 de agosto de 2014 - Hace calor esta mañana de julio en el Mausoleo del Soldado Soviético, en las afueras de La Habana, donde el presidente Raúl Castro acompaña a su invitado, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, de visita en Cuba.
Pero a sus 83 años, Raúl se mantiene en buena forma. Y demuestra que conoce bien su país: Cuba “no es para trabajar, ni mucho menos para guerrear, este país es para descansar”.
Unos meses antes, durante un consejo de ministros, el mismo Raúl, que fue durante 47 años el ministro de Defensa de su hermano mayor, Fidel, antes de sucederle en el poder en 2006, hizo un diagnóstico muy agudo:
“El problema en este país es que nadie se quiere buscar problemas”.
¿Descansar y evadir los problemas? La solución es simple: dejemos al mando a dos hermanas terribles: Paula y Tina. La reforma es y será "paulatina".
La definición del diccionario de la palabra “paulatina" es demasiado limitada. En Cuba, el concepto debe entenderse como “paso a paso, por razones evidentes de prudencia, porque no queremos perder el control”.
Una valla revolucionaria en Artemisa, el 24 de julio de 2014 (AFP/Yamil Lage)
El riesgo es olvidar que gobernar un país es como andar en bicicleta: si no tienes la velocidad suficiente, te puedes caer.
Otro leit motiv de la jerarquía comunista de Cuba: “Sin prisa pero sin pausa”, lo que en la calle se transforma concretamente en “pero sobre todo sin prisa”.
El periodista europeo descubrirá, entonces, el significado profundo, el sentido agudo, en todas sus acepciones posibles, de la palabra “paciencia”.
Suave “des-Fidelización”
Porque, aunque sea “paulatinamente”, la bicicleta cubana avanza.
Mientras Fidel envejece tranquilamente en su casa del lujoso oeste de la ciudad, recibiendo de vez en cuando a algún mandatario extranjero amigo pero evitando las apariciones públicas, Raúl ha iniciado una suave «des-Fidelización» de Cuba.
La primera señal fue en 2008, cuando anunció medidas populares: la apertura a los cubanos de los hoteles, en los que hasta ese momento tenían prohibida la estadía, y sobre todo el permiso para tener un teléfono celular y una computadora.
Un cubano conversa con turistas en la playa en un hotel en Varadero en abril de 2008 (AFP/Adalberto Roque)
Aunque internet sigue siendo de difícil acceso, el celular y la computadora —y con ellos la circulación de memorias USB, herramienta omnipresente en los bolsos de los cubanos— iniciaron una nueva era de la comunicación.
Pero el nuevo carril para la bicicleta cubana surgió de un muy institucional Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba —el verdadero mandamás de la isla— en abril de 2011: 213 "lineamientos", líneas directrices destinadas a “actualizar” un modelo económico heredado de la era soviética que Raúl Castro describió como “agotado”.
Entrelíneas: introducción de buenas dosis de economía de mercado, bajo el mantenimiento de la propiedad social de los medios de producción.
El Estado sigue mandando, pero tiene que adelgazar. Y de entrada, poner a los cubanos a trabajar, con una “prioridad estratégica”: la agricultura.
El periodista europeo espera ver a la bicicleta ganar un poco de velocidad.
Actualmente, más de 140.000 agricultores independientes han recibido 1,5 millones de hectáreas de tierras para su usufructo. Queda 1 millón de hectáreas ociosas, es decir, hasta la mitad de la superficie cultivada al día de hoy.
Un cubano atiende su puesto callejero en La Habana el 12 de agosto de 2014 (AFP/Yamil Lage)
Pero Cuba sigue importando el 80% de sus alimentos. Y en los puestos del mercado, las legumbres son inusuales. La papa se vende en el mercado negro.
Lanzado por Fidel en los años 90, el “cuentapropismo”, el trabajo independiente, es oficialmente alentado, en especial para absorber a los trabajadores del sector público puestos “a disposición” por el adelgazamiento de las empresas estatales.
Más de 460.000 personas se han registrado como “cuentapropistas”, más del doble de lo que había en 2010. Esencialmente en los transportes —esos viejos coches estadounidenses de los años 50 que hacen de taxis y las delicias de los fotógrafos amateurs—, la restauración (los paladares) y la hostelería (casas particulares).
Los contados “paladares” (restaurantes montados en viviendas) que ofrecían un servicio de nivel internacional en La Habana hace cinco años se han reproducido como hongos. Los que pueden permitírselo han podido degustar comida japonesa, india —cerró a principios de 2014— e incluso iraní. Los restaurantes del tradicional "barrio chino" se presentan como chinos, aunque no hablan fluido mandarín.
En un "paladar" de La Habana, en enero de 2011 (AFP)
Algunas “casas particulares” han tomado la forma de “tiendas-hoteles” que no tienen nada que envidiarles a los hostales europeos, con coquetas piscinas y cocinas.
Pero la economía paralela persiste en las calles de los barrios residenciales, donde se multiplican los discretos vendedores de todo lo que no se encuentra en los mercados: patatas, vegetales, carne de res, pescado y crustáceos (ah, la langosta cubana, imposible de encontrar en el supermercado, pero sí en todos los restaurantes), ropa, productos sanitarios… Georges Perec tendría problemas para acabar la lista. Un día abrí la puerta a un joven que quería venderme… ¡un pavo vivo, que cargaba bajo el brazo! Ni siquiera le pregunté el precio.
Privatización: la palabra prohibida
¿Qué las ventas de vehículos y de casas fueron autorizados a finales de 2011 por primera vez en cincuenta años? Un éxito bastante relativo. La medida ha permitido sobre todo regularizar situaciones ya existentes de venta informal. El Estado decidió incursionar en la venta de vehículos, tanto nuevos como usados. En seis meses se vendieron cincuenta automóviles a precios sencillamente astronómicos y fueron para organismos estatales.
Más de 200 empresas del Estado (talleres, restaurantes, transportes colectivos) fueron transformadas —exitosamente, en la mayoría de los casos— en cooperativas independientes, reagrupando en algunos casos a varias decenas de personas. Pero la palabra “privatización” está prohibida. Los inmobiliarios y otros bienes siguen siendo “propiedad social” del Estado que se alquila a los trabajadores.
El presidente Raúl Castro durante las celebraciones del 1° de mayo de 2014 en La Habana (AFP/Adalberto Roque)
Porque al abrir las puertas a un sector privado embrionario —nada de mercado mayorista, por ejemplo—, Raúl sin embargo advirtió: “Nada de enriquecimiento personal”. En tanto, fuertes impuestos y una acerada burocracia están allí para desanimar a los emprendedores. Algunos comercios que responden a una verdadera demanda de la población (tiendas de ropa y de piezas de repuestos fácilmente importables por simples viajeros) fueron prohibidos, en vez de regularizados.
Pero hay más asuntos aparte del paisaje económico bajo las ruedas de la bicicleta cubana.
Una nueva libertad: viajar
El horizonte de los cubanos se amplió enormemente con la reforma migratoria de enero de 2013: ¡se acabaron los “permisos de salida” para viajar al exterior!
Y los viajes se multiplicaron por diez: más de 300.000 en un año y medio, un tercio de ellos para Estados Unidos. Sin embargo, con un salario medio de 20 dólares mensuales, no todos pueden pagar un pasaporte (150 dólares), una visa (cuyo precio depende del país emisor) y un billete de avión (a partir de 400 dólares para América Central).
Cubanos hacen cola para sacarse la visa en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana el 11 de marzo de 2013 (AFP/Adalberto Roque)
Algunos han descubierto una vocación de “hormiga”. Importantes bienes básicos de consumo, que alimentan una economía paralela que el Estado no ve con buenos ojos, y se financian el viaje.
Pero también viajan como ventana política: muchos opositores han aprovechado la nueva ley para recorrer el mundo y predicar en el extranjero una palabra que les está prohibida en Cuba.
Porque la información sigue siendo crucial. Y ahí, la bicicleta patina.
Internet limitado al “uso social”
Todos los medios están bajo control del Partido Comunista de Cuba, que no deja espacio para la crítica.
Las antenas parabólicas están prohibidas e internet está limitado a un “uso social”: en las universidades, los hospitales y las administraciones se puede acceder a un “intranet” cubano, que excluye los principales sitios web globales.
Un cibercafé de La Habana en junio de 2013 (AFP)
Las “salas de navegación” —cerca de 125 en toda la isla— permiten un acceso bastante libre a un internet real, a 4,5 dólares por hora. Una pequeña fortuna para un cubano, cuyo salario medio mensual es de 20 dólares mensuales.
El rey del apaño, el cubano ha recurrido a la memoria USB. Mucho más allá de la música y las fotos. Y su nombre es suficientemente ilustrativo: “el paquete”.
Gracias al “paquete” los cubanos han accedido virtualmente a todo: películas, deportes, transmisión de TV, juegos, pequeños anuncios. Todo lo que se puede descargar en un soporte informático. Hasta un terabyte de programas, renovado todas las semanas. La mayoría de los cubanos se conforman con algunos megabytes a cambio de unos pesos. Lo cual enriquece un monótono paisaje audiovisual público.
“No es fácil”
Los cubanos siguen “en la lucha” para mejorar una cotidianidad difícil (“No es fácil”, otro leit motiv) soñando a veces con soltar los frenos.
Y a la espera de un futuro que en parte está escrito, con la desaparición próxima de los hermanos Castro y de la generación “histórica” de octogenarios que dirigen el país desde 1959.
La muerte de Fidel, que cumplió 88 años el 13 de agosto, tendrá un impacto más sociológico que político. Extraordinaria explosión de lágrimas y pena —no en todos los casos sinceras—, será una shock para muchos, un alivio para otros.
Fidel Castro y Vladimir Putin en La Habana el 11 de julio de 2014 (AFP/Alex Castro/HO/www.cubadebate.cu)
Se montará, sin duda, un gran show mediático, capitalizando la muerte del último “Grande” del siglo XX.
Fidel se retiró ya voluntariamente de la escena política, pero sigue siendo “el Padre” de la Revolución. Frente al periodista europeo, muchos cubanos prefieren declararse “fidelistas” y no “comunistas”.
¿A dónde irá esa lealtad tras la desaparición del “comandante”?
La eventual desaparición de Raúl, de 83 años y menos carismático que su hermano mayor, sería claramente más contundente en el corto plazo. Respetando las limitaciones de mandato, anunció en 2013 que el actual, que se acaba en 2018, sería su último periodo en el poder. La sucesión es clara: recaerá en Miguel Díaz Canel, 54 años, el primer dirigente “no histórico” nombrado en febrero de 2013 como número dos del gobierno. Pero las reacciones a la desaparición de los cabecillas del gobierno resultan imprevisibles.
¿Sabrá la revolución cubana continuar su “actualización” con éxito y sobrevivirá a la desaparición de su generación histórica?
Habría que preguntarles a Paula y a Tina. Que, como buenas cubanas, no hablan con un periodista europeo.
Un partido de fútbol improvisado en una calle de La Habana en junio de 2014 (AFP/Yamil Lage)
Jean-Hervé Deiller dejó el 15 de agosto su puesto de director de la oficina de la AFP en La Habana tras cuatro años en Cuba.