China enfrenta los "demonios" de su pasado

Mujeres chinas participan en un acto conmemorando el inicio de la guerra con Japón en Pekín, el 7 de julio de 2014 (AFP / Wang Zhao)

PEKÍN, agosto de 2014 – Completamente rodeados, los soldados japoneses parecían nerviosos. Sus bigotes falsos se agitaban con la brisa de la tarde, reflejando los neones de los avisos luminosos del centro comercial. 

A su alrededor había una docena de mujeres de mediana edad que llevaban boinas rojas y portaban ametralladoras de plástico, o en su defecto espadas de imitación de estilo pirata. Sin que aparentemente les quedara ninguna otra opción, las tropas con cascos verdes de Tokio levantaron sus manos en señal de rendición. Pero su humillación no acababa allí. 

Una orquesta tocaba una marcha alegre mientras las mujeres armadas ponían a los soldados de Tokio a formar un círculo y les confiscaban sus armas, también con aspecto de haber sido suministradas por una tienda de juguetes local. 

La escena representada por un grupo de danza en Pekín tenía visos de comedia. Pero se trataba de una fecha seria, 77 años después de los hechos que desataron una larga y salvaje guerra entre China y Japón, que causó la muerte a millones de chinos. 

(AFP Photo / Wang Zhao)

Para el aniversario de este año, los medios oficiales de China se volcaron a impulsar el mensaje de que la agresión japonesa no debe ser nunca olvidada, con la inequívoca implicación de que Tokio y el actual primer ministro nacionalista Shinzo Abe siguen siendo una amenaza. 

"Nunca olvides la humillación nacional", reiteraba una bandera roja detrás del presidente Xi Jinping, mientras hablaba en un multitudinario mitin transmitido en directo, por supuesto, por la televisión estatal para conmemorar la fecha. 

El mensaje caló profundo en la sociedad desde los libros de historia chinos, que resaltan la invasión de China por las potencias occidentales en el siglo XIX y los crímenes de guerra cometidos por las tropas japonesas, con el lanzamiento del gobernante Partido Comunista como la única fuerza capaz de resistir a los enemigos extranjeros. Naturalmente, las millones de muertes causadas en los años 50 y 60 por el gobierno del Partido Comunista apenas cuentan. 

Y es difícil explicar cuán omnipresente está la guerra en los televisores chinos, en los que cada año los canales transmiten decenas de dramatizaciones de astutos soldados chinos derrotando a las malignas tropas japonesas. 

Así que no le resultaba extraño a los miembros de la Beijing Nanguan Art Troupe -en su mayoría de mediana edad-, que bailan todas las noches afuera de la imponente fachada de cristal del Raffles Mall, en el centro de Pekín, incorporar un episodio sobre la caza de un soldado japonés en su rutina escenográfica. 

Mujeres chinas representando al Destacamento del Ejército Rojo de la Mujer aceptan la renuncia de un soldado japonés durante una puesta en escena en Luanchuan, provincia de Henan, centro de China (AFP)

Me uní a las decenas de espectadores –algunos paseantes agobiados con bolsas de compras recientes, trabajadores de la construcción quitándose sus chalecos en una noche calurosa- a ver el show, que también había recibido una fuerte cobertura mediática de cara al aniversario. 

Me sentí un poco perturbado cuando una de las bailarinas, o "tías", como los medios de comunicación chinos se refieren a ellas cariñosamente, se acuclilló y miró fija y seriamente apuntando con su fusil a los transeúntes. 

Dado mi carácter de forastero -y europeo- yo estaba un poco inquieto respecto a acercarme a las tropas al terminar el show, lo que sucedió tras dos agotadoras horas, cuando el indicador nacionalista estaba de seguro bastante alto. 

Pero una vez que apilaron sus armas de plástico, los bailarines-soldados no podían haber sido más amables. 

Armas de utilería del espectáculo del grupo de danza de Pekín (AFP / Wang Zhao)

“El orgullo de vencer a los demonios”

"Tenemos armas y disparamos a los demonios, somos la única compañía de danza que lo hace", dijo la líder del grupo, Dai Ping, de 52 años, utilizando un adjetivo peyorativo común para referirse a los soldados invasores. 

"Es por el aniversario del 7 de julio, cuando el pequeño Japón invadió China", explicó, empleando otro apodo despectivo común para referirse a ese país. "Agregamos más bailes con armas de temática militar". 

Curiosamente, un cartel en el área de la actuación callejera decía que la compañía era patrocinada por un banco estatal, pero Dai insistió en que las banderas chinas, los fusiles y los uniformes a rayas los habían comprado ellos mismos. 

Con la frente brillante de sudor, su compañera de baile Zhang Jinsu, de 58 años, me dijo que había sentido “sinceramente” la representación.

"Tú sientes un orgullo por tu país al vencer a los demonios", añadió. 

Grupos de danza formados por personas de mediana edad y ancianos son un lugar común, y generalmente encantador, en las calles de China donde los habitantes se reúnen para cultivar amistades. 

Y había una estética de cómic en el espectáculo con el que pretendí agregar color a las sombrías palabras ese día del presidente Xi Jinping, a quien al parecer la mayor parte de la compañía no se había molestado en mirar en el tedioso canal de noticias estatal de China. 

"Se trata de hacer ejercicio y de divertirnos, no es político", insistió Zhang. 

Un hombre muestra un anuncio a página entera en un diario local que dice "Japón quiere una guerra otra vez", en Chongqing, suroeste de China (AFP)

Aumento de las tensiones por las islas en disputa 

Los bailes temáticos de la guerra contra los japoneses representaban menos de una cuarta parte de toda la actuación, que incluía una imitación de una danza tibetana, así como una interpretación de la propaganda clásica de la década de los 50, con su lema "Sin el Partido Comunista, no habría una nueva China". 

Para la compañía, el odio hacia los invasores japoneses parecía ser parte de un repertorio de imágenes y recuerdos -como viejos temas de propaganda- que podrían despertar esas emociones en el presente, pero resultaba absurdamente lejana de las preocupaciones más acuciantes sobre cómo salir adelante en la China actual. 

Y a pesar de los rápidos y a veces alienantes cambios en el país, la compañía puede estar segura de que mantiene intactas estas imágenes y memorias colectivas, casi como lo son para sus pares de Occidente las canciones pop de los años 60. 

Las actitudes chinas hacia Japón pueden llegar a bordear la esquizofrenia. Los productos japoneses son con frecuencia preferidos por los compradores por su buena calidad, y decenas de miles de turistas chinos atraviesan el Mar de China Oriental cada mes para conocer una cultura que muchos –haciendo referencia a su aire limpio o a sus inmaculadas colas- dicen que es más "civilizada" que la suya. 

Pero las tensiones se han incrementado en los últimos tiempos entre China y Japón por las islas en disputa, las Senkaku, que Pekín reivindica bajo el nombre de Diaoyu, con aviones de ambos lados jugando a un peligroso el gato y el ratón sobre el Mar de China Oriental. 

Pocos creen que puedan volverse a repetir el pasado, pero algunos temen que un error de cálculo de uno u otro lado desate un conflicto. 

Y comparado con esa perspectiva, el destello de los rifles de plástico en las calles de Pekín parece mucho más divertido. 

Un niño visita el Museo de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa en el puente Marco Polo, o Lugouqiao, en el oeste de Pekín el 7 de julio de 2014 (AFP/Wang Zhao)

Tom Hancock es corresponsal de la AFP en Pekín