Real Madrid's Colombian midfielder James Rodriguez celebrates after scoring during the Spanish league football match Granada CF vs Real Madrid at the Nuevo Los Carmenes stadium in Granada on November 1, 2014. AFP PHOTO/ JORGE GUERRERO

James sin James

El astro del Real Madrid, James Rodríguez, después de anotar un tanto en un juego de la Liga, en Granada, el 1 de noviembre de 2014 (AFP Foto/Jorge Guerrero)

BOGOTÁ, 20 de abril de 2015 - Acabada de llegar a Colombia, mi primera misión fue rastrear los pasos de James Rodríguez en Ibagué, la ciudad dónde empezó a jugar fútbol. Preparar un reportaje sobre una persona a la que no vas a ver ni entrevistar es siempre un desafío. Y que yo fuera de una ciudad cerca de Barcelona, el equipo antagónico del Real Madrid –donde juega hoy James-, me obligaba a despojarme de prejuicios.

James estuvo poco tiempo en Ibagué, hasta los doce años. Pero es la ciudad con la que más se identifica, donde aún vive su abuela, hoy postrada en la cama de una casa que el nieto le compró en la zona más acomodada de la ciudad.

La entrada de la Academia Tolimense de Fútbol, donde James Rodríguez comenzó a jugar en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Antes de viajar, conocí a Nelson Padilla, autor de "James, su vida", un periodista acostumbrado a cubrir la guerra colombiana, que por una vez, escribió de uno de sus ídolos futbolísticos. Él me habló de un chico muy esforzado, con una disciplina mental impensable en un niño, de libros de autosuperación, y mucha presión.  

Un niño religioso, nacido en el mismo año en que el narcotraficante Pablo Escobar se entregó a las autoridades en la cancha del Envigado de Medellín, que pertenece a una generación de futbolistas colombianos brillantes, con otro contexto y perspectivas a las de la generación del “Pibe” Valderrama.

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Una vez en Ibagué, Yul Calderón, el primer DT de James, nos recibió en una pausa de sus tareas diarias. Jugaba Colombia contra Bahrein en un partido amistoso a esa hora, pero renunció a verlo para atendernos. Ese día, de todas maneras, James no jugaba porque estaba lesionado.

Su primer DT sabía que por algún lado estaba la codiciada carpeta con las fotos, carnés y recortes de periódico de aquellos años con el pequeño James en el equipo. "Si hubiera sabido, hubiera hecho más fotos para tenerlas ahora", dijo cuando la encontró. Las miraba con nostalgia.

Yul Calderón, el primer técnico de James Rodríguez, muestra la inscripción del astro en la Academia Tolimense de Fútbol en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Según Calderón, James jugó en un equipo con niños de mucho talento. Pero la disciplina, el apoyo familiar y la literal obsesión de James por el fútbol lo llevaron mucho más lejos que a los otros. Y el azar; porque Calderón también dice que la suerte siempre ha acompañado a ese niño. 

En su presente, Calderón sueña con tener una cancha propia para su academia de fútbol. Recibieron un poquito de dinero de la FIFA por haber formado a James. - ¿Qué hicieron con eso? -le pregunté. "Está guardadito", para cuando puedan comprar un terreno. Mientras, juegan en el Jordán, una pista arrendada, a la que esperan que James se acerque algún día "cuando baje la marea" y pueda moverse con más facilidad. Ahora, reconoce el DT, es imposible.

Carnés de James Rodríguez cuando jugaba en la Academia Tolimense de Fútbol en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Con Beto, un compañero de equipo de James, nos encontramos en la sede del primer club de ambos: la Academia Tolimense de Calderón, quien lo citó para que nos contara sus recuerdos de esa época. El resto de amigos no pudieron llegar, porque no les dieron permiso en el trabajo. La última vez que Beto vio a James en Ibagué, lo encontró comprando videojuegos, explica. Justo había dado el salto al Banfield de Argentina. 

Beto vino para hablarnos del éxito de James. Pero la historia de Beto es la de la mayoría de niños futbolistas, y no de los casos aislados como James. Despuntaba, también lo ficharon en otros clubes, se dedicó profesionalmente al fútbol y estuvo elegido entre los mejores, pero un día se lesionó. Y con las lesiones, su éxito se fue apagando, y dejó de recibir llamadas de amigos que quizás no eran tan amigos, y que solo se deslumbraban por la fantasía del fútbol. 

Alberto Bustos, antiguo compañero de equipo de James Rodríguez en la Academia Tolimense de Fútbol en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Hoy se dedica a los negocios financieros. "No estoy orgulloso de haber jugado con James, sino de la historia de James", de aquél chico que salió del barrio y llegó a donde quería llegar, explica ahora. Pese a su juventud, Beto viene de vuelta de muchas cosas, como muchos de los niños futbolistas que ven pasar el éxito y el fin de su carrera futbolística antes de haber terminado su adolescencia o juventud, en este semillero en el que se ha convertido Sudamérica. De su capacidad para superar ese trance y reincorporarse a la vida laboral, depende su futuro. 

Las afueras del estadio Manuel Murillo Toro en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Nos llevó a lugares donde James jugaba en la calle, y que ahora están llenos de viviendas de nueva construcción. La ciudad había cambiado mucho desde que ellos eran niños, pero Beto quería encontrar espacios que James pudiera reconocer si veía nuestro video. Con él encontramos la casa en la que el astro vivía en el Jordán, un barrio de clase media en la calurosa y verde Ibagué. Guardaba la camiseta y el balón que les regalaron cuando ganaron el Ponyfutbol, el primer gran torneo de James. "Estoy seguro que él ya no tiene este balón", sonríe Beto.

La casa donde vivía James Rodríguez en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

El padrastro de James llegaba a la ciudad la noche que nosotros nos íbamos y no pudimos encontrarnos con él. Por esos días estaba preparando una escuela de perfeccionamiento futbolístico para talentos. 

Terminé el reportaje sin haber hablado nunca con James Rodríguez, pero con la sensación de que lo conocía un poquito más. 

Un niño juega en la Fundación Colombia Somos Todos, de James Rodríguez, en Ibagué, Colombia, el 26 de marzo de 2015 (AFP Foto/Eitan Abramovich)

Nos despedimos de Calderón en la cancha del Jordán. Una decena de niños lo escuchaban atentos: "Acuérdense, mañana tenemos campeonato, y todos deben llevar las medias del mismo color, también la camiseta. No importa si en casa no la pueden comprar, busquen una del mismo color". Todos lo entendimos. Lo que importa es el futbol, y no la marca de las zapatillas.

Roser Toll es corresponsal de AFP en Colombia

James Rodríguez luego de que Brasil eliminara a Colombia en la Copa del Mundo 2014, en Fortaleza, Brasil, el 4 de julio de 2014 (AFP Foto/Gabriel Bouys)