(AFP / Issouf Sanogo)

El último sobreviviente

La idea era simplemente escapar del ruido y tráfico infernales de Abidjan, la metrópolis costera en el sur de Costa de Marfil. Pero terminé conociendo a Ponso, el último residente de la “Isla de chimpancés”.

(AFP / Issouf Sanogo)

Durante mis vacaciones viajé a Grand-Lahou, una pequeña isla en el Atlántico que me pareció el lugar ideal para huir del estrés, junto a aguas más calmas y playas menos visitadas que en el popular balneario de Gran-Bassam, cercano a Abdijan. Además tenía un ‘plus’ para un aficionado a la historia como yo, porque también podía visitar la antigua “Lahou”, donde en 1920 desembarcaron misionarios blancos para evangelizar el oeste marfileño.

Llegué a “The Ravin”, un hotel perteneciente a  Francoise Stephenson, una franco-estadounidense que se instaló en la zona en 1990. Francoise llegó de vacaciones, se enamoró del lugar y nunca más se fue. Esta mujer, de unos sesenta años, también tiene un rol en la historia de Ponso.

(AFP / Issouf Sanogo)
(AFP / Issouf Sanogo)

 

Caminé hacia un pueblo al otro lado de la laguna con la idea de encontrar la playa y recolectar conchas y los restos de jarrones de porcelana de 1940 que las olas expulsan a la orilla, y dónde también podría mirar los restos de antiguas casas coloniales.

 

Cuando estaba dando el paseo, encontré un letrero que decía: “Isla de chimpancés”, en una casita, con una flecha que indicaba un camino a seguir.

Intrigado seguí la flecha y llegué a final del camino, a un lado de un rio, pero solo vi un abandonado puesto de comida hecho de paja, junto a una casa.

De repente, un grito rompió el silencio.

(AFP / Issouf Sanogo)

Miré en dirección al quejido y vi una pequeña isla a unos pocos metros de distancia. Entonces divisé a un chimpancé enorme y a un hombre de unos 20 años que estaban jugando como si fueran viejos amigos, abstraídos del mundo.

Los miré fascinado por el inesperado espectáculo, y enseguida empezó a brotar la curiosidad periodística: ¿quién es ese hombre?, ¿quién es ese chimpancé?, ¿qué hacen?, ¿cómo llegaron aquí? Las preguntas se multiplicaban mientras esperaba que el hombre regresara de la isla. 

Junior, el joven, y su padre Germain Djenemaya Koidja, de 60 años, me contaron la historia de este magnífico primate.

(AFP / Issouf Sanogo)

Ponso era parte de un grupo de 20 chimpancés que llegaron en 1993 desde Liberia para ser usados en experimentos sobre el cáncer. Con el paso de los años se adaptaron a su nuevo hogar, donde no eran molestados por otros humanos, y el padre de Germain, un pescador, fue entrenado para cuidar a los animales.

A medida que me contaban la historia, iba teniendo la sensación de haberla escuchado antes, así que llamé a mi colega de trabajo, el fotógrado Issouf Sanogo, que me ayudó a refrescar la memoria: en 1990 hicimos un reportaje sobre el parque nacional Azagny, que está junto a la “Isla de chimpancés” y fuimos en canoas al islote, donde entonces vivían una decena de aquellos primates. 

Issouf se sorprendió de que solo quedara un chimpancé de todos lo que solían habitar la isla.

(AFP / Issouf Sanogo)

Los chimpancés fueron muriendo uno a uno, a pesar de los cuidados del padre de Germain y del seguimiento que les hacían los investigadores que los trasladaron al lugar. Muchas veces las muertes eran súbitas e inexplicables. Se pensaba que las causas eran las mordeduras de serpientes, que inundan el inhóspito bosque, o los cazadores furtivos que buscaban su pelaje, muy apreciado por los marfileños.

Quedaban cuatro primates vivos en 2010 cuando el padre de Germain falleció. Entrenado para cuidar de los animales, Germain se hizo cargo de ellos, pero en 2015 murieron otros tres chimpancés, dejando a Ponso como el último sobreviviente.

(AFP / Issouf Sanogo)

Mientras escuchaba la historia, pensaba cuán representativa era la dramática desaparición de chimpancés en Costa de Marfil, que llegó a tener la mayor población de estos magníficos primates de toda África.

En 2002, se estimaba que más de 15.000 ejemplares vivían entre Costa de Marfil y Liberia, pero, según la Fundación para los chimpancés salvajes (WCF), en los últimos años esa cifra cayó a “menos de 1.000”.

En parte, esta mengua de primates se debió a la guerra civil en Liberia entre 1989 y 2002, que causó unos 250.000 muertos, y que contribuyó a un aumento de la caza furtiva y a la destrucción del hábitat natural de los chimpancés.

(AFP / Kambou Sia)

Cuando regresé al hotel, Francoise Stephenson me contó su parte de la historia: al quedar Ponso solo, Stephenson trabajó muy duro para que otros dos chimpancés fueran transferidos a la isla desde un parque nacional al oeste del país. Pero la aventura fue corta. Ponso los mató porque no los aceptó como familia. Son animales territoriales que viven en clan y, en materia de intrusos, generalmente sólo toleran hembras.

Sin desmoralizarse, Francoise contactó entonces a la veterinaria francesa Estelle Ramada, quien trabajó con Germain para que Ponso viviera contento pese a su soledad.

(Christophe Koffi)

Dos semanas después volví a Grand-Lahou, pero esta vez para trabajar junto a Issouf  y la videasta Evelyne Aka en un reportaje sobre Ponso.

Entrevistar a Germain era fácil, pero grabar a Ponso era otro tema. Nos acercamos a la isla en canoa pero, como gran parte de los marfileños, la mayoría no sabíamos nadar.

(AFP / Issouf Sanogo)

En un momento dado, el chimpancé rompió una rama y el ruido hizo que Evelyne e Issouf saltaran, moviendo la canoa de un lado a otro. “Me dio el susto de mi vida”, dijo ella más tarde. 

No nos tomó mucho tiempo enamorarnos de Ponso, aunque era muy triste verlo solo en esa lujosa vegetación. Comprendimos que este primate, que comparte un 90% de sus genes con los humanos, es un animal que necesita cariño, cuidado y amor.

(AFP / Issouf Sanogo)