Los guardias fronterizos de Alemania Oriental demoliendo una sección del muro el 11 de noviembre de 1989 (AFP / Gerard Malie)

El mundo que se desmoronó ante nuestros ojos

Click for English version

La multitud se atropella en un punto del paso abierto en el Muro de Berlín el 12 de noviembre 1989 (AFP / Patrick Hertzog)

Berlín, 7 de noviembre - Está a sólo unos pasos de la oficina de la AFP. A través de la gran ventana del sector de fumadores casi se puede ver, entre dos edificios futuristas que se aferran ahora a la Potsdamer Platz. Cada mañana, cada tarde, al dirigirnos al trabajo o irnos de él, caminamos, corremos, pedaleamos o conducimos sobre el asfalto delineado por dos hileras hechas con trozos de piedra y la inscripción “Berliner Mauer 1961-1989".

Hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, el Muro se derrumbó en medio de la algarabía. Fue tirado abajo en pocas horas por decenas de miles de berlineses que acudieron allí a recuperar una libertad que les había sido sustraída 28 años antes, la noche del 13 de agosto de 1961, cuando se construyó el "Muro de la vergüenza".

Esa noche, un pueblo eufórico coreaba: "¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta! "(" Tor auf! Tor auf!") ante los ojos de los asombrados periodistas de AFP, conscientes de que les tocaría escribir esa historia.

"En toda mi vida, creo que este fue el único acontecimiento en el que lloré mientras reporteaba. Fue tan fuerte que todavía puedo recordarlo", confiesa Luc de Barochez, entonces jefe de redacción de la oficina de Bonn y enviado especial a Berlín Oriental el 9 de noviembre. "A veces, en un momento de tristeza –raro en mí– pienso en ese día, que uso como un barómetro de cosas hermosas", dice Richard Ingham, quien también presenció el colapso de la construcción de hormigón. "Tuve la sensación de estar cubriendo una información que cambiaría el mundo y de que eso era un privilegio", dice.

Un torbellino provocado por dos simples palabras

"Vimos un mundo desmoronarse ante nuestros ojos, fue asombroso", relata por su parte Yacine Le Forestier, entonces un joven reportero en la oficina de Bonn, la capital de Alemania Occidental. Pero recuerda también el estrés en ambos lados, “la dificultad de entender lo que estaba sucediendo en ese momento, la estupefacción general".

Porque antes de que los primeros golpes de picos y martillos rompieran el hormigón, antes de saltaran por los aires los corchos de los espumosos en esa helada noche, los reporteros vivieron un rocambolesco torbellino provocado por dos simples palabras: "sofort, unverzüglich". "Inmediatamente, ya mismo".

Berlineses festejan la caída del Muro el 15 de noviembre de 1989 en la Puerta de Brandenburgo (AFP / Gerard Malie)

Dos palabras pronunciadas durante una conferencia de prensa en Berlín Oriental por un miembro del Politbüro del régimen comunista, Günter Schabowski, frente a periodistas de todo el mundo, cambiaron el curso de la historia del siglo XX.

Para entonces, la RDA está en ebullición. Los manifestantes protestan bajo las ventanas de un tenso régimen estalinista mientras que el gran hermano soviético apuesta por la Perestroika. Por decenas de miles, los alemanes del Este huyen al Oeste a través de Hungría y Checoslovaquia.

Son las 18H53 del jueves 9 de noviembre de 1989. Günter Schabowski, quien había acudido a explicar las últimas decisiones del comité central del partido comunista SED, saca de su bolsillo un pedazo de papel. En una sala llena a reventar del Centro de Prensa Internacional, anuncia que los dirigentes de Alemania Oriental decidieron autorizar los viajes al extranjero para sus ciudadanos. "¿Cuándo entra esto en vigor?", pregunta un periodista en la sala. Günter Schabowski no lo sabe, los dirigentes no le dieron detalles. Así que improvisó: "Hasta donde sé... inmediatamente, ya mismo".

El Muro de Berlín no tenía razón de ser si los alemanes del Este eran libres de desplazarse. Pero los periodistas no pueden imaginar lo inverosímil. Con la excepción del corresponsal de la agencia de noticias italiana ANSA, Riccardo Ehrman. Él fue el único que entendió en el acto lo que estaba ocurriendo, salió de la sala  a toda velocidad y le envió un telegrama a su jefe de redacción en Roma: "El muro cayó". Pero su jefe, escéptico, se hizo de rogar durante largo rato para difundir el despacho.

Casi nadie entiende la situación

"No pulsamos de inmediato la tecla" para enviar el despacho, cuenta Yacine Le Forestier, que siguió la conferencia de prensa a través de la televisión de Alemania Oriental desde Bonn. Casi nadie entendió realmente la magnitud de lo que este funcionario, con su traje gris y su entrecejo fruncido, acababa de decir. "No anunció que se abría el muro, anunció algo mucho más administrativo. Todos entendimos que aquello iba a ser implementado en breve, pero no esa misma noche", agrega Luc de Barochez, que estuvo presente en la rueda de prensa.

Son las 19H04. La agencia oficial de noticias de Alemania del Este, ADN, informa sobre el anuncio del camarada "Schabo". Y escupe "hojas y hojas con todos los detalles burocráticos de las nuevas medidas de flexibilización para las autorizaciones de viaje", sonríe Yacine Le Forestier.

Unos minutos más tarde, la AFP publica su primer urgente. "Hubo un momento de silencio en el que todos nos miramos en la redacción" de Bonn, cuenta Yacine Le Forestier. La información comienza así: "Alemania del Este decidió el jueves abrir totalmente sus fronteras con efecto inmediato a aquellos de sus ciudadanos que quieren emigrar definitivamente, anunció en Berlín Oriental Günter Schabowski, miembro del buró político del Partido Comunista (SED)". A continuación, siguió otro urgente anunciando que la nueva directriz también se aplica a aquellos que quieren viajar al Oeste. Y luego, un torrente de noticias, "toda la noche, toda la madrugada".

Mientras tanto, los medios de comunicación de Alemania Occidental empiezan a entender. El principal noticiero televisivo de la cadena pública de Alemania Occidental, ARD, comienza su edición de la tarde: "La RDA abre sus fronteras", y más adelante: "Debemos manejar los superlativos con precaución (...) Pero esta noche podemos arriesgarnos a decir que el 9 de noviembre es un día histórico".

Checkpoint Charlie en junio de 1968 (AFP)

20H22. En Bonn, los diputados de Alemania Occidental interrumpen su sesión. Se levantan. Entonan el himno nacional. El excanciller Willy Brandt, arquitecto de la política de acercamiento con el bloque comunista en los años 70, llora. "El anuncio de la decisión de la RDA de abrir la frontera interna alemana fue acogido con una explosión de aplausos en el Bundestag (parlamento federal de Alemania Occidental)", relata sobriamente en un despacho Frederic Bichon, corresponsal en Bonn, que partiría al día siguiente a Berlín Oriental.

Mientras tanto, Luc de Barochez regresó de la conferencia de prensa a la pequeña oficina de AFP en Berlín Este, en la que el ambiente era de infarto. Pero los periodistas aún no han visto nada. La historia, una vez que se pone en marcha, no se detiene."Luego de saber que estaban ocurriendo cosas en el Muro, fuimos a Checkpoint Charlie, el único punto de paso para los extranjeros entre Berlín Occidental y Berlín Oriental", recuerda Luc deBarochez. Del otro lado, en el Oeste, estaba Richard Ingham, también con su cuaderno de notas y su bolígrafo. "Hacía mucho frío, afortunadamente tenía un gabán y era prácticamente el único que estaba allí". La noche avanzaba, y el boca a boca fue haciendo su trabajo. La multitud empezó a llegar, a amontonarse  ante el muro tapizado de graffittis del lado Oeste, inmaculado del lado Este.

Los alrededores de Potsdamer Platz en 1984 (arriba) y en 2014 (AFP / Joel Robine - Odd Andersen)

“Comenzaron a corear: ‘Queremos ir a beber un café a la Alex (la plaza principal de Berlín Este)’.  Del otro lado, se escuchaban los silbidos, los gritos de los berlineses del Este”, explica Richard Ingham. “Una suerte de escalofrío se apoderó de la multitud”, prosigue, evocando también el temor porque las cosas no degenerasen. “Solo habían pasado cinco meses desde la masacre de Tiananmen”, recuerda.

“Tomamos botellas de espumoso, bautizamos los coches…”

Y después de la confusión general, los guardias de fronteras, que no sabían ya cómo contener a la multitud pero no recibieron ninguna orden de arriba, acabaron por abrir un primer punto de paso, hacia las 23H30. Luego un segundo, un poco más tarde. “Y entonces eso fue la locura. ¡La locura! ¡El delirio!”, exclama 25 años más tarde Richard Ingham. “Tomamos botellas de espumoso, bautizamos los coches…”

Luc de Barochez, también entusiasta, prosigue: “Era como un fregadero lleno, y de repente se abre el tapón”. “Las personas saltaban sobre el muro, se agarraban, pasaban por encima. Los guardafronteras de Alemania del Este estaban ahí pero no se movían”.

Un grupo de personas trata de tumbar un pedazo del Muro el 11 de noviembre de 2989 cerca de Potsdamer Platz (AFP / Gerard Malie)

Entonces los enviados especiales no contaban con internet ni transmisión instantánea. informar un evento histórico en tiempo real parecía misión imposible. ¿Celular? “Era una maleta”. “Hay que imaginarse esos aparatos que pesaban mucho y que debíamos llevar encima”, subraya Luc de Barochez. “Las redes telefónicas fijas eran muy débiles y bastaba que tres personas telefonearan al mismo tiempo para que no funcionaran más”. En el Oeste, la última cabina antes de llegar al Muro estaba a varios cientos de metros, cuenta Frédéric Bichon. “Corrimos, era agotador”. 

En cuanto a la transmisión escrita, “estaban los télex, cintas perforadas. Golpeábamos las teclas, eso perforaba la cinta y luego la hacíamos pasar y esto salía en París”, explica Luc de Barochez, que hoy es redactor jefe digital del diario L’Opinion.En el informe, cuenta Yacine Le Forestier, “había que encontrar un hotel,  destornillábamos la mitad del teléfono y metíamos el aparato”. “La transmisión podía ser interminable, se hacía prácticamente letra por letra con interrupciones a veces,  y había que comenzar de nuevo todo”.  En resumen, sudábamos frío. “El volumen de los despachos que escribíamos no tenía comparación con las de hoy porque técnicamente era duro”, explica Frédéric Bichon. “Si llegamos a escribir un artículo y a transmitirlo en el día, era lo mejor del mundo”.

Sin embargo, la AFP produjo despachos y reportajes el 9 de noche y en los días y meses que siguieron. Periodistas de las oficinas de Bonn y París partieron en el acto para Berlín.

El carnet de prensa de Alemania del Este del periodista de AFP Frédéric Bichon y una autorización especial permitiéndole cruzar el muro en varios puntos y no solo en el Checkpoint Charlie, como era la regla para los extranjeros

Actualmente corresponsal en El Vaticano, Jean-Louis de la Vaissière acompañó entonces a los primeros alemanes del Este al descubrimiento del mundo capitalista durante el fin de semana de euforia que siguió a este jueves histórico. "El metro estaba tan abarrotado que no se podía salir de la estación”, recuerda. Así, llegó al Ku’damm, los Campos Elíseos del Oeste, y sus escaparates lujosos sobre los cuales los berlineses del Este, maravillados, fueron a aplastar su nariz. El periodista escribió en sus despachos “filas monstruosas de 250 a 300 metros de largo se extienden ante los bancos” que ofrecen una gratificación a los habitantes de la RDA.

Sexo ‘made in West Germany’

Todos los aspectos de esta revolución pacífica fueron tratados. Entre otros el descubrimiento del sexo ‘made in West Germany’ por los habitantes de la RDA. En uno de sus artículos, Jean-Louis de la Vaissière describe “un afiche sobre el escaparate del ‘peep-show’ Sexyland que anuncia: ‘Hoy apertura a las 14 horas en lugar de las 10. Las dos vedetes del peep-show, Nora y Charly, se reponen tras un duro domingo”.

Alemanes del Este descansan delante de un cabaret en la Kurfürstendamm el 12 de noviembre de 1989 (AFP / Gilles Leimdorfer)

De estas tumultuosas semanas, los enviados especiales conservan emociones muy vivas. “Cuando el Muro fue por primera vez taladrado en la Puerta de Brandeburgo, me encontraba sobre una plataforma de vigilancia con un colega estadounidense. Él había visto de todo porque era reportero de guerra. Y sin embargo se puso a llorar”, cuenta Frédéric Bichon, hoy director de la oficina de Berlín.

Veinticinco años más tarde, Berlín está transformado. A la hora del almuerzo, cuando los periodistas de la oficina van a los cafés de la Potsdamer Platz, aminoran el paso. Y fantasean con que hace 25 años, torres de vigilancia, alambres de espino, una tierra de nadie y dos muros de hormigón de 3,60 metros de altura les habrían impedido ir a comerse un bocadillo. La estación de metro Potsdamer Platz, a donde vamos a comer tras el trabajo, era una estación fantasma. Los metros del Oeste pasaban por allí. Pero no se detenían.

Yannick Pasquet es corresponsal de la AFP en Berlín.

Una caravana de autos de Alemania del Este llega a Berlín Oeste el 21 de noviembre de 1989 (AFP / Gerard Malie)
Yannick Pasquet