"Ni la promesa de mal tiempo ni la incomodidad de los modestos barcos disuaden a los exiliados cubanos, algunos de 60 o 70 años, de hacer cada año esta travesía de 16 horas. La misión consiste en navegar hasta el límite donde comienzan las aguas cubanas, a una veintena de kilómetros de La Habana, y lanzar fuegos artificiales con la esperanza de que sus luces sean vistas desde la isla", cuenta Diego Urdaneta, que acompañó a la flotilla del grupo anticastrista de Miami Movimiento Democracia.
