Una oficina en Pyongyang
PYONGYANG – ¿Qué hace una agencia mundial de información en uno de los países más herméticos del mundo? La respuesta está en la propia pregunta. Justamente porque las imágenes de Corea del Norte son muy escasas, y la información se encuentra bajo control total y minucioso del régimen, es valioso estar allí.
Al acompañar al presidente de la AFP, Emmanuel Hoog, a inaugurar nuestra oficina en Pyongyang a principios de septiembre junto a Philippe Massonnet, el director para Asia, la necesidad de cubrir este país desde dentro me pareció aún más evidente.
Para nosotros, que sabemos poco de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), salvo que es la única dinastía comunista del mundo, todo es información: los cantos patrióticos difundidos en las pantallas de los aviones de la compañía Air Koryo que nos trasladaron desde Pekín, las grandes avenidas inmaculadas y adornadas con flores, las jóvenes agentes de policía con gorra y medias blancas que firmes, dirigen un tránsito reducido.
Y por supuesto, los retratos omnipresentes de Kim Il-sung y su hijo Kim Jong-il, padre del actual dirigente supremo Kim Jong-Un, los conductores que reducen la velocidad ante las estatuas gigantescas de los dos líderes históricos, y los afiches que exaltan la doctrina oficial del Juche, que predica la autosuficiencia y un camino autónomo hacia el socialismo.
Hay que ver y mostrar esta propaganda permanente: los grupos de mujeres “voluntarias”, apostadas en diferentes cruces de la capital, que bailan agitando banderas rojas o entonando himnos que glorifican al padre de la Nación, los adultos – hombres y mujeres– que llevan todos un pin con la imagen de Kim ll-sung y la televisión que difunde una y otra vez los documentales sobre la guerra de Corea, en uno de los países más militarizados del mundo.
Es necesario mostrar también en la medida de lo posible la vida cotidiana en este país, y no solamente en la capital, captar todo lo que ayude a comprender una nación que generalmente percibimos con algunos estereotipos. Hay que observar los cambios.
Por un acuerdo concluido en enero de 2016 con la agencia de Corea del Norte KCNA (Korean Central News Agency), un fotógrafo y un videasta norcoreano formados por la AFP producen imágenes bajo la supervisión de la dirección regional de la AFP en Asia, con base en Hong Kong.
Cuando el 9 de septiembre Corea del Norte llevó a cabo un quinto ensayo nuclear -condenado a la vez por Washington, Moscú, Pekín y París- los dos corresponsales nos brindaron rápidamente fotos y videos de la plaza de la estación de Pyongyang, donde una pantalla gigante mostraba a la presentadora estrella de la televisión norcoreana, vestida con su atuendo tradicional rosa y negro, anunciando la noticia con una sonrisa en los labios.
Para la redacción de los textos, la AFP recibe ya información de la agencia KCNA, que tratamos de acuerdo con nuestro criterio periodístico. El acuerdo nos permitirá enviar con más frecuencia y regularidad equipos periodísticos de la región. Con excepción de los reportajes que realicen estos equipos y de los factuales que transmita la agencia oficial, nuestras notas seguirán siendo redactadas y editadas fuera del país.
La AFP no es la primera agencia mundial de prensa que se instala en Pyongyang. Empezamos con una sencilla oficina de un solo ambiente, en la sede de KCNA que también alberga a las agencias Kyodo y Associated Press (AP), procedentes de dos países – Japón y Estados Unidos – que, al igual que Francia, no han reconocido a la República Popular Democrática de Corea.
Somos bien conscientes del interés que tiene Pyongyang en la apertura de estas oficinas en un país paria, sometido a severas sanciones internacionales.
La "delegación" de la AFP que visitó Pyongyang tuvo el honor de aparecer en dos oportunidades en el periódico Rodong Sinmun. Ningún lector del órgano central del Partido de los Trabajadores puede ignorar que estuvimos en la casa natal de Kim Il-sung en Mangyondae, cerca de la capital, donde “escuchamos con atención las explicaciones sobre la historia revolucionaria gloriosa del presidente y sobre las vidas patrióticas de los miembros de su familia”.
En cambio, el lector no sabrá que el libro sobre Corea del Norte de Philippe Pons que llevaba en mi valija fue confiscado a mi llegada. La explicación del agente en la aduana fue que “ningún libro que hable sobre la RPDC puede entrar al país”.
Apostemos que, a la inversa, la apertura de una oficina de la AFP en Pyongyang permitirá modestamente que la información sobre este país cruce las fronteras hacia fuera.