Una cumbre sin igual
Puerto Moresby, Papúa Nueva Guinea - He cubierto muchas cumbres. Aguanté la falta de sueño durante las negociaciones en sofocantes edificios de Bruselas cuando los líderes de la Unión Europea intentaban salvar al euro de la crisis de la deuda griega.
Me he deleitado con elegantes reuniones en las montañas nevadas de Davos, mientras presidentes, primeros ministros y adinerados empresarios enderezaban el mundo entre champañas y canapés.
Mas recientemente, observé a los locales contener las lágrimas en una cumbre entre los líderes de las dos Coreas y, apenas unos meses después, estuve en el momento histórico en el que Donald Trump y Kim Jong Un se estrecharon las manos en Singapur.
Pero nadie puede estar preparado para la absoluta y única experiencia que fue cubrir la reciente cumbre de los líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en Puerto Moresby, la capital de Papúa Nueva Guinea.
Una parte considerable de la población de Puerto Moresby es pobre y habita en suburbios precarios, haciendo lo que puedan para sobrevivir. De hoteles lujosos, ni hablar.
Además, la polvorienta y soleada capital tiene una mala reputación. Se dice que es anárquica y hay reportes de que los "raskol", integrantes de una peligrosa pandilla, asaltan y golpean a personas al azar y frecuentemente realizan secuestros en coches.
Por estas dos razones, los periodistas y delegados no fueron hospedados en hoteles de negocios comunes, sino en tres cruceros colosales que permanecieron atracados en la bahía.
"Como en ningún lugar de la Tierra" era el lema de la compañía, que ofrece una gama completa de servicios a bordo: desde actividades en cubierta hasta blackjack y ruleta en el casino "Players".
Después de un estresante día en la cumbre, los asistentes podían elegir entre tres salas de sauna o un chapuzón en el jacuzzi y las piscinas al aire libre.
Generalmente pasábamos las noches en uno de los muchos restaurantes, la mayoría con abundantes buffets. A eso le seguía una sesión de copas en el bar "Connections" o en el "Orient", con música en vivo que iba desde un jazz tranquilo a un más sonoro "Hotel California".
Esto puede sonar muy bien, pero aunque a veces sentíamos que podíamos irnos en cualquier momento, en realidad no era posible.
Habíamos recibido instrucciones de que bajo ninguna circunstancia nos aventuraramos a salir solos, especialmente después de que cayera la noche.
Uno de los mejores momentos de las cumbres es cuando el trabajo termina y el equipo de colegas sale a restaurantes y bares del lugar, normalmente guiados por el experimentado jefe de la oficina local de la AFP.
Pero Puerto Moresby es una de las pocas capitales donde la AFP no tiene ninguna presencia, así que la cumbre fue una serie interminable de traslados entre el barco Pacific Jewel y el centro Aquatic, que sirvió como sala de prensa para los periodistas internacionales.
Y eso, si podías llegar de un lado a otro.
La cumbre APEC fue el debut en el escenario internacional de Papúa Nueva Guinea, que hizo un visible esfuerzo de logística para poder hospedar a delegados de más de 21 países, además de los representantes de la prensa internacional.
Algo muy comentado antes de que iniciara la cumbre fue la compra de 40 lujosos autos Maserati para trasladar a los líderes mundiales y el efecto de este gasto en una ciudad donde decenas de miles viven en la pobreza.
Pese a ese derroche, el caos por el transporte parecía un lugar común. El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, permaneció en su auto más de cinco minutos esperando a que Peter O'Neill, anfitrión de la cumbre, llegara a recibirlo.
Actualmente trabajo en Tokio y déjenme decirles que los japoneses no aguardan ese lapso de tiempo ni para esperar el metro, mucho menos es imaginable un retraso así con el primer ministro.
Las autoridades de Papúa Nueva Guinea estaban orgullosas de sus relucientes autobuses nuevos, financiados por China, que fueron adquiridos para transportar de manera eficiente por la ciudad a periodistas y delegaciones, pero hubo numerosos retrasos y problemas.
En una ocasión, un autobús que iba "directo a la sala de prensa" llevó al equipo de la AFP al edificio del parlamento y luego al museo nacional. Solo bajo súplicas al chofer este grupo pudo impedir que se fuera hasta el aeropuerto.
Cuando finalmente retomamos nuestro camino estuvimos en riesgo de perder una entrevista, a pesar de que habíamos salido con dos horas de anticipación, porque el vehículo en el que íbamos bajó una colina a toda velocidad y la parte delantera del autobús quedó destruida.
El resultado: más de una hora y media de viaje en un trayecto de cinco kilómetros.
Otro autobús que iba "directo a la sala de prensa" solo me llevó a la puerta del crucero vecino, para luego regresar al mismo lugar en el que lo había abordado.
Pero no solo era el transporte. Otros pequeños detalles comunes y corrientes para anfitriones experimentados en la organización de cumbres se convirtieron en algo complicado para los novatos de Papúa Nueva Guinea.
La "foto familiar" de los líderes mundiales se retrasó debido a que una delegación se dio cuenta de que no había luz para los fotógrafos y que estaba muy oscuro. Se armó un revuelo alrededor del hotel que finalmente sacó una luz provisional, pero las fotos igual quedaron muy lejos de ser perfectas.
Asimismo, unos minutos antes de la ceremonia de la firma en la que participó el vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, un funcionario local con ojo de águila se dio cuenta de que su propia bandera estaba al revés.
Esto terminó convirtiéndose en el símbolo de un país en aprietos, que fue particularmente desafortunado ya que el tema de la ceremonia era llevar electricidad a millones de personas que viven sin luz en Papúa Nueva Guinea.
Si bien la cumbre probó ser un desafío cuesta arriba en materia logística, la frustración fue mucho menor gracias a la gente de Puerto Moresby que fue contratada para ayudar a que las cosas funcionaran mejor.
Los ayudantes de la cumbre fueron invariablemente gentiles, amigables y sonrientes, incluso cuando enfrentaron los gritos furiosos de los periodistas por la caída del internet dos minutos después del discurso principal de Pence.
Pero la verdadera joya de la cumbre estuvo fuera de la sala de prensa.
Sin una oficina en Puerto Moresby, la AFP cubre este país desde Sydney, así que este viaje se convirtió en una oportunidad de oro para contar historias desde un lugar raramente visitado por los periodistas de la agencia.
Con un chofer y "arreglador" local, los integrantes del equipo de la AFP nos aventuramos a reportear sobre el Puerto Moresby real, que desde la cumbre parecía estar a un millón de millas naúticas.
Visitamos mercados, asentamientos y centros comerciales. Hablamos con grupos minoritarios, amas de casa y peatones que nos dieron una pequeña muestra de su lengua tribal ante la cámara para una pieza sobre las más de 800 lenguas de Papúa Nueva Guinea.
A todas partes a donde fuimos, nos recibieron con calidez genuina. Rápidamente se agolpaban multitudes de locales que no creían que la prensa internacional se pudiera interesar en ellos. Saber un poco sobre su vida fue la parte más interesante de la cumbre.
Y a pesar de las advertencias, en ningún momento me sentí amenazado. Admito que no salimos a las calles después de la puesta de sol pero no me sentí más inseguro que deambulando por las noches en algunas partes de París o en mi natal Londres.
En cambio, nos encontramos con personas locales sonrientes que tenían los dientes manchados de rojo por masticar nueces de betel, un narcótico omnipresente en ese lugar y prohibido en casi todos los países. Nos dijeron que querían ver que algunos beneficios de la APEC permearan en su vida.
Visitamos un asentamiento pobre, de miles de viviendas construidas sobre pilotes en la profundidad del mar, con precarias tablas de madera que servían de "calles". La mayoría de las chozas tenían afuera un cerdo enjaulado.
Eso no lo consigues en una cumbre en Estados Unidos o del G20.
Cuando los recuerdos de la caótica logística se mezclen con los de otras docenas de cumbres, será la calidez de la gente de Papúa Nueva Guinea lo que perdurará.
He cubierto muchas cumbres. Pero nada se iguala a la de APEC en Puerto Moresby y dudo que haya alguna que se vuelva a parecer.
El equipo de la AFP que cubrió la APEC contribuyó con las anécdotas más importantes de este blog.