(AFP / Leon Neal)

Un fin de semana en la bella Marsella

MARSELLA (Francia) – Mientras hacía cola en la tienda de bricolaje, unos días antes de partir a Francia, me sentí un completo idiota. ¿Qué diablos hacía ahí, a punto de pagar por unas gafas protectoras, un casco reforzado y una máscara de gas para pintar edificios? Después de todo, yo solo iba a cubrir un campeonato internacional de fútbol, ​​no una guerra, y se suponía que mi próxima misión debía tener más que ver con Gazza que con Gaza...

Pero no resultó ser así.

Mi pauta inicial consistía en seguir a los hinchas ingleses y fotografiar sus caras pinturreteadas y su folclórica alegría durante su viaje a través de Francia siguiendo los pasos de su equipo en la Eurocopa 2016.

Hinchas británicos llegan al Stade Vélodrome de Marsella el 11 de junio (AFP / Leon Neal)

Sin embargo, mientras me preparaba para el primer partido Inglaterra-Rusia en Marsella, los rumores que circulaban no eran muy tranquilizadores. Decían que había grupos de neonazis rusos impacientes por verse las caras con los ingleses, bandas de delincuentes marselleses que soñaban con un remake de los disturbios de la Copa del Mundo en 1998, hooligans ingleses dispuestos a comportarse... eh, bueno, como hooligans ingleses. Se hablaba incluso de posibles ataques terroristas del grupo Estado Islámico en la zona de aficionados en la que me correspondía trabajar. Genial.

Los hinchas ingleses festejan en las calles de Marsella el 10 de junio, víspera de partido (AFP / Leon Neal)

De inmediato resultó evidente que, al contrario de mis planes iniciales, mi trabajo no iba a ser caminar por las calles de la bella ciudad de Marsella con una cámara colgando desenfadadamente del cuello y algunos objetivos en una mochila.

El Puerto Viejo de Marsella el 10 de junio (AFP / Leon Neal)

No soy un fan del fútbol, ​​pero sé que la inmensa mayoría de los aficionados que viajaron a la Eurocopa 2016 eran pacíficos. Estaban en Francia sólo para asistir a los partidos y pasarla bien. No dañarían ni a una mosca. Durante la Eurocopa me hubiera gustado pasar mi tiempo con ellos, alternando entre los estadios y las zonas de aficionados para fotografiar los rostros maquillados, los disfraces grotescos, los bailes de felicidad y las banderas de colores, como tuve la oportunidad de hacer en 2008, cuando el torneo se llevó a cabo en Austria y Suiza. Desafortunadamente, como siempre, una pequeña minoría lo arruinó todo.

(AFP / Leon Neal)

Rápidamente, lo que comenzó como estruendo, cantos y bravuconería inofensiva subió de tonoy se tornó peligroso. A mi segundo día en Francia, la policía ya había utilizado gases lacrimógenos contra los hinchas.

(AFP / Leon Neal)

A partir de ese momento, cambió mi pauta de cobertura. Ahora tenía que reaccionar a cualquier cosa que pasara en los alrededores del Puerto Viejo de Marsella. La policía antidisturbios estaba por todas partes. Los mocosos alborotadores tratar de iniciar una pelea lanzando botellas de vidrio hacia los hinchas británicos. Cuando se mezclan grandes cantidades de alcohol, un sol de justicia y provocaciones, no es difícil imaginar el resultado...

(AFP / Leon Neal)

A menos que se estuviera en un grupo, no era muy prudente llevar una cámara de fotos visible en medio de ese despelote. Los ladrones y los carteristas hacían su agosto. Los hooligans rusos atacaron a los aficionados ingleses, los aficionados ingleses atacaron a los periodistas y la Policía lanzó gases lacrimógenos a todos.

(AFP / Leon Neal)

Por la noche, la policía usó perros para tratar de controlar a los causantes de problemas. Casi me da un infarto cuando, en determinado momento, un perro pasó corriendo por mi derecha y su amo por mi izquierda. La correa se enredó en mis piernas, el mastín se giró y me saltó encima. Poco tiempo antes, yo había visto a sus congéneres morder alegremente los brazos y las piernas de gente... Pero los astros estaban conmigo ese día: el perro que se lanzó sobre mí era uno de los pocos que llevaba bozal. Si no hubiera sido así, no creo que estuviera escribiendo este artículo ahora.

Detienen a un hincha inglés el 11 de junio (AFP / Leon Neal) (AFP / Leon Neal)

Ah, y para aquellos que nunca han experimentado este placer, el gas lacrimógeno es algo interesante. Si piensas que se puede evitar manteniéndote alejado del humo visible, te equivocas: los vapores de alrededor son igualmente efectivos. Tienes dificultad para respirar, y si cometes el error casi inevitable de tocarte los ojos con los dedos, se exacerban los efectos desagradables. No es fácil trabajar cuando no ves nada y las botellas de vidrio vuelan en todas direcciones... Afortunadamente, mis gafas de protección de 6,99 libras cumplían su función a la perfección y mi casco me daba una cierta sensación de seguridad frente a los proyectiles.

(AFP / Leon Neal)

El día del partido, los hooligans rusos, que hasta ese momento se habían mantenido discretos, lanzaron ataques organizados contra los aficionados ingleses en los callejones que están detrás del Puerto Viejo. Un hombre fue golpeado reiteradamente con una barra de hierro y quedó tan mal herido que un policía tuvo que hacerle reanimación cardiorrespiratoria en el lugar.

Policías tratan de reanimar a un hincha inglés gravemente herido durante una riña en Marsella el 11 de junio (AFP / Tobias Schwarz)

Después de ese trágico evento, tuve la impostergable necesidad de hacer una pausa. Me uní a mis colegas Tobias Schwartz, de AFP, y Carl Court, de Getty, en un café un poco lejos del campo de batalla. Nos instalamos en una mesa y comenzamos a editar las fotos que habíamos tomado.

(AFP / Leon Neal)

Pero unos minutos más tarde, los empleados del local cerraron precipitadamente puertas y ventanas y bajaron la persiana de hierro. En la calle estallaron nuevos enfrentamientos. De pronto, estábamos en una situación surrealista: atrapados en un café deglutiendo unas pizzas mientras los horribles ruidos de una riña nos llegaban del exterior. Para ponerle la guinda al pastel, cuando finalmente se levantó la persiana de hierro, un cliente comenzó a discutir violentamente con los camareros, con un cuchillo en la mano... “La cuenta, por favor”.

Detienen a un hincha inglés herido (AFP / Leon Neal)

Se acercaba la hora del partido. Junto con mi colega Carl Court, decidimos dirigirnos al estadio. Finalmente, vimos verdaderos hinchas con sus caras pintadas y sus sombreros extraños. Por desgracia, este momento de respiro se acabó pronto. Escuché un grito. Entonces vi a un tipo atravesando la multitud a toda velocidad. Me pasó por un costado y escuché que algo caía a mis pies. Era una navaja. El tipo siguió como una bala, nunca supe si trataba de provocar una pelea, defenderse de alguien o si había sido un robo que salió mal. Media hora después ya no nos sentíamos para nada seguros. Todos intentaban constantemente arrebatarnos nuestro material. Tuvimos que retirarnos.

Un hincha inglés celebra el gol de Eric Dier, el 11 de junio en la zona de aficionados de Marsella (AFP / Leon Neal)

Nos fuimos a la playa, donde estaba instalada la fan zone oficial. ¡Qué alivio encontrarnos finalmente entre gente que estaba allí sólo para ver deportes! El sol ocultándose y la pantalla gigante me permitieron tomar bellas imágenes.

En la zona de hinchas inglesa de Marsella el 11 de junio (AFP / Leon Neal)

Cuando el partido terminó con el marcador 1-1, los hinchas comenzaron a caminar en columnas hacia el centro de la ciudad. La noticia de que en el estadio también se estaban produciendo disturbios comenzaba a correr. Grupos de rusos bien organizados atacaron a los aficionados ingleses en las gradas, frente a las cámaras de televisión.

Pelea entre aficionados ingleses y rusos en el Stade Vélodrome al final del partido (AFP / Valéry Hache)

Para ese momento, se había vuelto demasiado peligroso trabajar en las calles de Marsella. Una vez que un fotógrafo es visto con su equipo, es declarado blanco de todos los bandos al mismo tiempo y se expone a que le roben o estropeen su material.

El domingo por la mañana, cuando me subí al tren a París suspiré de alivio. Durante las cuatro horas de viaje, a mí alrededor, los aficionados contaron una historia de terror tras otra. Ataques, violencia, amenazas: todos juraron que nunca más volvían a poner un pie en Marsella. En cuanto a mí, cuando recuerdo el encanto que tenía esta ciudad cuando llegué unos días antes, me pregunto cómo algunos habían podido ir allí para algo tan distinto del "juego bonito".

(AFP / Leon Neal)

 

Leon Neal