Normalmente, una libreta y un bolígrafo en la mano alertan –y ahuyentan– a cualquier funcionario del gobierno venezolano: "¡Un periodista!", parece que piensan con horror. No fue la excepción en la visita que hicimos a la frontera colombo venezolana para trabajar un reportaje sobre contrabando. Pero algo nos salvó: la frase "¡Vengo con la tuitera!".