"Vistos de cerca, los miembros de la Pandilla 18 resultan ser muy respetuosos, hasta afectuosos. Ni siquiera dicen malas palabras", escribe Noé Leiva, el corresponsal de la AFP en Tegucigalpa que tuvo la infrecuente oportunidad de visitar la prisión donde son recluidos los pandilleros de esta agrupación originada en Estados Unidos y cuyo territorio se extiende hasta México y Centroamérica. La policía teme dejarlo pasar al centro de reclusión. Pero estos jóvenes, que según las autoridades se especializan en narcotráfico, secuestros y extorsiones, le ceden a Noé un asiento en la primera fila para que pueda ver jugar a Honduras en el Mundial.