Nos vemos después de la guerra

 Jerusalén/Gaza -  Todo se precipitó en pocas horas. El viernes 7 de mayo en Jerusalén, después de la puesta de sol, estábamos mojando los dedos en hojas de parra rellenas, llenando nuestros platos con fattoush -carne y arroz con sabor a cardamomo- cuando empezaron a arreciar los mensajes de WhatsApp: ¡tensiones en al-Aqsa!

Las manifestaciones en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén Este habían marcado las noches del fotógrafo Ahmad Gharabli durante semanas. Ese viernes, último del mes de ayuno del Ramadán, estábamos agotados y encantados con la perspectiva de una narguila (pipa de agua) después de la comida, tranquilos, hablando de la vida bajo un albaricoquero. Pero los mensajes rompían la calma a cada momento y Ahmad, exhausto, se puso de pie y dijo: ¡Me voy rápido a al-Aqsa!

 

Choques entre palestinos y las fuerzas de seguridad de Israel en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén Este, el 7 de mayo de 2021 (AFP / Ahmad Gharabli)

 

Esperábamos fuertes manifestaciones, algunos heridos, pero no lo que después ocurrió. Los resultados de los enfrentamientos entre palestinos y la policía israelí en la Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar más sagrado del Islam y punto de partida de la segunda intifada, fueron muy duros.

Al día siguiente, la Media Luna Roja Palestina informó de al menos 205 palestinos heridos, incluidos más de 80 hospitalizados. La policía israelí informó de 18 heridos en sus filas.

 

Un palestino conversa con un miembro de las fuerzas de seguridad de Israel en Jerusalén Este, el 15 de mayo de 2021 (AFP / Emmanuel Dunand)

 

El lunes 10 de mayo, todo se torció. Todo. Ahmad me despertó temprano: “Guillaume, hay enfrentamientos en al-Aqsa, hay heridos por todas partes”.

100, 200, 300, 400, 500 heridos según los rescatistas. Las alertas se sucedieron en el hilo de AFP. Los hospitales estaban desbordados en este “Yom Yerushaleim”, “Día de Jerusalén”,  que marca en el calendario hebreo la ocupación israelí de la parte oriental de la Ciudad Santa hace más de medio siglo.

 

Socorristas palestinos evacúan a un herido de la Explanada de las Mezquitas, el 10 de mayo de 2021 (AFP / Ahmad Gharabli)

 

Miles de jóvenes judíos convergieron en la Ciudad Vieja y era omnipresente el temor a una escalada tras los mayores choques registrados en Jerusalén en muchos años. La ciudad contenía el aliento. Y luego, al final de ese día, desde la Franja de Gaza, el movimiento islamista Hamás entró en el juego.

A las 17:00, Hamás lanzó un ultimátum a Israel para que retirara sus fuerzas de la Explanada de las Mezquitas en el plazo de una hora. A las 18:00, las sirenas comenzaron a sonar en el sur del país y en Jerusalén, ciudad sargada para las tres grandes religiones monoteístas y ubicada a solo cien kilómetros de Gaza.

 

El sistema de defensa israelí "Iron Dome" en plena acción, el 14 de mayo de 2021 (AFP / Anas Baba)

 

En el sur de Israel comenzaron a llover cohetes, en su mayoría interceptados por el escudo antimisiles “Iron Dome" (Cúpula de Hierro). Los que escaparon de la defensa antiaérea impactaron en el campo o sobre casas.

En los días subsiguientes, cientos de cohetes continuaron iluminando los cielos, mientras miles de palestinos aún se manifestaban en Cisjordania y Jerusalén Este. Pueblos “mixtos”, con habitantes árabes e israelíes, resultaron incendiados. En Lod, cerca de Tel Aviv, los residentes prendieron fuego a la sinagoga en respuesta a la muerte de un padre árabe, asesinado a tiros durante los enfrentamientos.

Tras el ataque de Hamás, Israel respondió la noche del lunes 10. ¿Nos dirigíamos a una escalada de 48 horas como ambas partes estaban acostumbradas? ¿O hacia una nueva guerra, la Cuarta Guerra de Gaza?

 

 

“Salí de la casa, fui a la oficina, porque filmamos los ataques en vivo desde la terraza”, dijo Yahya Hassouna, el reportero de video en Gaza.

“Mi esposa me llamó llorando. Le dije: nos vemos después de la guerra (...) pero no quería decirle que estaba en el terreno, en los hospitales, donde cayeron las bombas. Lo más difícil para un periodista en Gaza es la presión de la familia”.

“Mis padres, a quienes no veía desde hacía diez días, seguían llamándome: ten cuidado, no vayas a zonas peligrosas, trata de dormir, me decían. Y yo les respondía: todo está bien, yo estoy feliz. Sabían muy bien, sin embargo,  pues viven en el centro de Gaza, que el bombardeo venía de todas partes (...) Y mi esposa me suplicó que volviera a casa”.

El fotógrafo Jack Guez dejó a su familia para ir a Ashkelon, una ciudad israelí cerca de la Franja de Gaza a la que Hamás había prometido “un infierno”.

“Fue realmente muy intenso. Estaba en el hotel, pero ante la intensidad del bombardeo y las alertas de cohetes, era imposible hacer la vista gorda. Escuchas los estruendos y te dices a ti mismo, está bien que no haya afectado al hotel, no esta vez. Pero muy bien podría haber sido víctima de un cohete en mi habitación de hotel”.

 

Dos mujeres en estado de shock en un barrio de Ashkelon impactado por cohetes, el 11 de mayo de 2021 (AFP / Jack Guez)

En esta ciudad de casi 150.000 habitantes, dos mujeres murieron y una treintena de personas resultaron heridas solo el 11 de mayo.

“Al volante, no me puse el cinturón de seguridad durante once días”, continúa Jack Guez, para “poder salir del auto rápidamente en caso de necesidad, porque siempre recuerdo la imagen de mis amigos de AP y Reuters que en el pasado se cruzaron con un misil mientras estaban conduciendo”.

“Fue mucho más intenso que en las guerras previas que cubrí: en el pasado, escuché el silbido simultáneo de tres, cuatro, cinco, seis cohetes… pero allí me encontré literalmente bajo decenas de cohetes. A veces, el cielo parecía blanco de tan numerosos y ya no sabía si debía trabajar o protegerme. Una vez, un trozo de escombro cayó sobre mi hombro. Estos once días de guerra me marcaron mucho más que las cuatro guerras anteriores ”.

Una casa de Ashkelon impactada por un cohete, el 11 de mayo de 2021 (AFP / Jack Guez)
Un israelí inspecciona los daños en una casa impactada por un cohete en Sderot, el 15 de mayo de 2021 (AFP / Jack Guez)

“Mi familia, en un pueblo cerca de Gaza, está en primer lugar. Tan pronto como escuché una alerta sobre esa ciudad, mi prioridad fue llamar a mis hijos”, dice Jack Guez.

Antes “los ataques tenían como objetivo un territorio muy pequeño, a lo largo de la frontera con Gaza, las localidades de Sderot y Ashkelon… Esta vez los cohetes llegaron al norte de Tel Aviv, donde tengo a mi familia”, dice por su parte el videoperiodista Nir Kafri.

Una habitante de Ashkelon en su casa destruida por un cohete, el 25 de mayo de 2021 (AFP / Menahem Kahana)

“Cuando comenzó la guerra, con mi esposa fuimos a visitar a unos familiares para darles el pésame, un duelo no relacionado con la guerra. Dejamos a nuestras hijas en casa. En el camino, escuchamos sirenas en la radio, que también enumeraba las localidades atacadas. De repente, mi esposa bajó la ventanilla del auto y dijo: ¡Escucho las sirenas afuera! ¡No es la radio, hay cohetes a nuestro alrededor! Nos detuvimos y allí llamaron mis hijas; era como una película de terror, no sabían qué hacer”.

 

Habitantes de Tel Aviv se refugian bajo un puente, temerosos de los cohetes lanzados desde Gaza, el 11 de mayo de 2021 (AFP / Gil Cohen-magen)
Durante una alerta en Tel Aviv ante nuevos lanzamientos de cohetes desde Gaza, el 11 de mayo de 2021 (AFP / Jack Guez)

 

Durante esos once días, además de Nir Kafri y Jack Guez, una decena de fotógrafos, reporteros y videoperiodistas se movilizaron en Jerusalén, en Tel Aviv, en el norte del país cerca de la frontera con Líbano. No sin peligro, porque pese a que el “Iron Dome” intercepta los cohetes, a veces se le escapa alguno o caen escombros.

 

Guerra de 360 grados

Numo en la zona aledaña al puetro de Gaza tras un bombardeo israelí, el 17 de mayo de 2021 (AFP / Mahmud Hams)

 

En la guerra, los periodistas a menudo van durante el día a la línea de frente y en la noche regresan al hotel o a sus hogares, dependiendo de si son enviados o locales.

Tenemos al frente y la retaguardia y, a veces, también al cielo, con los ataques aéreos. Pero Gaza es una guerra de 360 ​​grados.

No hay una posición de repliegue. Sin frente ni espalda. Solo guerra por todas partes, en el cielo, e incluso bajo tierra con los laberintos de los túneles de Hamás. Los periodistas de Gaza no tienen a sus familias lejos, protegidas, inmunes. Viven bajo las bombas como ellos, dando lugar a una intensa conciliación entre familia-trabajo-bombardeo.

 

Una mujer recoge efectos personales tras la destrucciòn de su casa en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, el 16 de mayo de 2021 (AFP / Said Khatib)

 

“Ningún lugar era seguro. Mi familia vivía en constante angustia, teníamos que tratar de tranquilizarnos a cada momento. El miedo, la ansiedad, se mezclaba con mi sentido de la responsabilidad: tenía que cumplir con mi trabajo de periodista”, subraya Adel Zaanoun, reportero emérito que normalmente responde “doblemente bien” cuando uno le pregunta cómo está; como un acto reflejo, también esa fue su respuesta durante la guerra.

“El séptimo día fue el momento más difícil, cuando un bombardeo israelí destruyó la casa de un vecino; la mía resultó dañada y mi esposa e hijos tuvieron que irse”, continúa. Las paredes de la planta baja se rompieron, las ventanas se hicieron añicos. La casa del vecino, que había recibido una llamada de las FDI para adevertirles que se fueran, no era más que un montón de escombros entremezclados con zapatos, ropa y juguetes.

 

Gaza, el 22 de mayo de 2021 (AFP / Mahmud Hams)

 

Cuando comenzó la guerra, Sakher Abou El Oun, el decano de la oficina, ya estaba de luto: había perdido a su único hijo, Madhat, de 13 años, debido a una enfermedad. Por tanto, estaba en casa con su familia. “Las bombas golpeaban mi vecindario, al-Rimal, y vimos como el estallido de las bombas sacudía nuestras paredes. La ansiedad estaba a tope. No me avergüenza decirlo: todos tomamos sedantes. Varias casas fueron atacadas, justo al lado de la mía; hubo muchos muertos entre mis vecinos ”.

Sakher volvió a trabajar en medio de la guerra para ayudar a sus colegas y para escribir un informe sobre la destrucción de su barrio y otro sobre niños traumatizados, donde evoca un niño que repite: “Ana khaïf, ana khaïf, ana khaïf”. “Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo” ....

En tiempos de guerra, ver niños en peligro suscita fuertes reacciones, como en el caso de Mahmud Hams, fotógrafo experimentado en terreno hostil.

“Cuando vas a la morgue y encuentras niños, piensas en los tuyos. Vi a uno que fue allí. Alguien le gritó: tu padre murió. El chico no lo sabía. ¿¡Qué!? Se me llenaron los ojos de lágrimas. A veces lloro cuando hago un informe pero trato de ocultarlo, para mantenerme profesional. Pero también me di cuenta de que a veces es necesario, contener todo no es algo bueno. Somos humanos, no hielo. Vamos a los hospitales, vamos donde hubo bombardeos y vemos a la gente desgarrada, viva o muerta, entre los escombros ”.

Suzy y su padre Ryad en el barrio Rimal de la ciudad de Gaza tras un ataque en el que murió el resto de la familia, el 16 de mayo de 2021 (AFP / Mahmud Hams)

Mohammed Abed, acostumbrado a los grandes honores del fotoperiodismo, había llorado “una vez” durante la guerra de Gaza de 2014, en el quirófano de un hospital donde un cirujano atendía a Yamin, un pequeño de tres años con grandes quemaduras, único superviviente de un ataque que mató a 20 miembros de su familia.

Esta vez lloró dos veces: “Tomé una foto de un joven en la calle Wehda buscando a miembros de su familia entre las ruinas, estaba agachado con la cabeza inclinada sobre los escombros y gritaba: mamá, mamá. Lloré. Y vorlví a llorar cuando me llamó mi hija. Ella, que sigue todo lo que pasa a través de las redes sociales, constantemente me mandaba mensajes para decirme que tenía miedo y yo temía por ella”.

 

Una familia palestina llega al hospital Al-Shifa en Gaza tras un bombardeo, el 16 de mayo de 2021 (AFP / Mohammed Abed)

- La torre Jala - 

El sábado 15 de mayo pudo haber marcado un punto de inflexión en esta guerra relámpago. Adel me llamó desde Gaza. “Se ordenó a AP y Al-Jazeera evacuar su edificio. Tienen una hora para salir del lugar”. Los reporteros de la agencia estadounidense y del canal catarí se llevaron cámaras y laptops y salieron corriendo de la torre “Jala”.

Frente a este edificio de hormigón de más de diez pisos, los reporteros presentes en la Franja de Gaza -cerrada a los periodistas extranjeros durante los enfrentamientos- se congregaron para filmar la escena. Boom, boom. El edificio se derrumba. 

Una idea surge rápidamente de los periodistas en Gaza: albergar a AP y Al-Jazeera. Los equipos se conocen y se aprecian. El teléfono está activo entre Gaza, Jerusalén, Doha, París y Nueva York. Una llamada es particularmente grave: Ahmed Eissa, técnico de la oficina de la AFP en Gaza, dice que la torre destruida también albergaba antenas clave para la conexión a Internet.

 

El bombardeo de la Torre Jala el 15 de mayo de 2021 (AFP / Mahmud Hams)

 

 

“La Torre Jala está ubicada justo al lado de mi casa. Cuando llegó la advertencia, quería ir a casa para cuidar a mis hijos, mi esposa, mi madre y mi padre, que viven en el mismo edificio que el mío. Pero no pude ir: sabía que si la torre se derrumbaba tendríamos un desastre en la oficina porque nos privarían de Internet”, relata Ahmed Eissa.

 

Combatiente de las Brigadas de Resistencia Nacional, brazo armado del Frente Democrático de LIberación de Palestina, a pocos metros de la Torre Jala, el 23 de mayo de 2021 (AFP / Emmanuel Dunand)

 

“Llamé a mi familia y les pedí que abrieran las ventanas del apartamento para evitar que se rompieran bajo la presión de la explosión. Les dije que se fueran, lo más lejos posible. Tiendo a anticipar lo peor. Ya había instalado un sistema de respaldo de TI en la oficina en caso de crisis. Nuestras dos primeras conexiones a Internet se rompieron, así que cambié a la tercera y me comuniqué con nuestro proveedor para aumentar la velocidad de esta conexión única. Esa misma noche, AP, Al-Jazeera y el equipo de AFP pudieron transmitir en vivo desde la oficina de AFP”.

El viernes 21 de mayo, con el alto el fuego tras 11 días de implacables bombardeos sobre Gaza y 4.300 cohetes disparados contra el sur de Israel, se reanudó una apariencia de normalidad, que también mide los daños.

 

Celebraciones tras el anuncio del cese al fuego, el 21 de mayo de 2021 (AFP / Mohammed Abed)

 

La guerra mató a 260 palestinos, incluidos más de 60 menores, según las autoridades locales. En Israel, 13 personas murieron, entre ellas un niño de seis años y una adolescente, dijeron los rescatistas.

En Gaza, mil edificios fueron destruidos y sufrieron millones de almas. “Es como si todos los bombardeos aéreos de la guerra de 2014 (50 días) se hubieran condensado en 11 días”, señala el videoperiodista Yahya Hassouna.

Después de la guerra, “mi esposa me abrazó y me dijo que fuéramos a celebrar el Aíd”, celebración que marca el final del Ramadán, que comenzó en Gaza con diez días de retraso.

 

(AFP / Mahmud Hams)

 

Luego del diluvio de fuego, viene la reconstrucción, pero sin el ejército de “psiquiatras” sin duda necesario. “Después de la guerra de 2014, a veces pasaba malos momentos, de llanto. Y cuando hay escaladas militares, guerras relámpago, estoy de mal humor porque chocan con guerras pasadas”, dice Mahmud Hams. Pero es un error decirle al médico que todo está bien, todo está bien para mí; al contrario, hay que hablar”. 

 

Una madre juega con su hija en una playa de Gaza, el 22 de mayo de 2021 (AFP / Mahmud Hams)

Por Guillaume Lavallée, con los periodistas de la AFP en Israel y Gaza. Edición: Michaëla Cancela-Kieffer en París. Traducción: Yanina Olivera Whyte en Montevideo.

Guillaume Lavallee