De la ilusión al desencanto indígena en Ecuador
Nunca antes en su historia el movimiento indígena de Ecuador estuvo tan cerca de alcanzar el poder. Con el abogado del pueblo kañari Yaku Pérez en la papeleta electoral, por primera vez sintieron la ilusión de tener a uno de ellos gobernando el país andino.
Pero tras ser desplazado al tercer lugar por una mínima diferencia, esa esperanza se tornó en tristeza.
Acostumbrados a cubrir de cerca protestas del movimiento indígena, los periodistas de la AFP de las oficinas de Quito y Bogotá seguimos la campaña electoral de Yaku Pérez desde la primera vuelta hasta su reciente renuncia a Pachakutik, el partido que lo postuló.
Este es un relato en tres actos: la ilusión de la primera vuelta apalancada en la fuerza que ganó el movimiento indígena tras las violentas protestas de octubre de 2019; la lucha voto a voto para llegar al balotaje movilizando hasta Quito a cientos de indígenas que pedían un recuento de sufragios; y la amargura de la derrota junto con la difícil decisión de elegir entre el exbanquero de derecha Guillermo Lasso y el economista de izquierda Andrés Arauz, delfín del otrora popular mandatario socialista Rafael Correa (2007-2017).
La ilusión
Montado en una bicicleta, vistiendo jeans y una chaqueta azul, Yaku Pérez, un activista contra la minería, se lanzó a conquistar votantes.
En la oficina de Quito lo conocíamos desde hacía varios años: lo habíamos visto encabezar junto a otros líderes indígenas las marchas para defender el agua, para protestar contra el gobierno de Correa o para denunciar la extracción minera.
Al igual que en aquellas protestas, Pérez se mostró en la campaña como una figura descontracturada, dispuesta a conversar con la gente. Y tampoco faltó su saxofón.
Para la primera ronda, un equipo de la AFP se movilizó a Cotopaxi, una provincia andina con una importante presencia indígena.
Allí, uno de los líderes de la protestas de octubre de 2019, Leonidas Iza, hacía campaña por Pachakutik aunque evitaba nombrar a Yaku Pérez debido a la fragmentación que sufrió el movimiento luego de las violentas manifestaciones.
Sin embargo, se sentía "mucha ilusión de por fin tener un gobierno o por lo menos unos diputados que tomen más en cuenta las necesidades de la gente, la pobreza, la falta de acceso a la educación, los precios muy bajos de los productos agrícolas", dice Florence Panoussian, directora de las oficinas de la AFP en Colombia y Ecuador.
En las semanas previas a la elección, las encuestas ubicaban a Yaku Pérez en tercer lugar, más de 10 puntos detrás de Guillermo Lasso, quien luego sería ungido presidente, y que entonces figuraba segundo.
Pero tras la primera vuelta el aspirante indígena estaba peleando por un cupo en el balotaje del 11 de abril.
"Se vislumbraba una elección más clásica, entre correísmo y derecha, y al final el puntaje que obtuvo Yaku Pérez fue verdaderamente una sorpresa para muchos y creo que esto dibuja un panorama diferente para la próxima elección", consideró Florence.
Para ella, el estilo "new age" de Yaku Pérez, quien además de practicar yoga es ateo y vegano, caló en zonas urbanas y en la población joven, que deseaba una tercera salida a la disputa entre correísmo y anticorreísmo que Ecuador ha vivido los últimos 14 años el país.
El clamor de fraude
Dos encuestas a boca de urna tras la primera ronda colocaron a Yaku Pérez en el balotaje, detrás de Arauz, el heredero de Correa, quien lo criticaba por su lucha ambientalista y le desconocía como aborigen.
Pero en la misma jornada, un conteo rápido del Consejo Electoral marginó del balotaje al líder indígena, quien se volcó a las calles para defender sus votos.
Tras una larga caminata para clamar lo que consideraba un fraude, Yaku Pérez llegó el 22 de febrero a la localidad de Salcedo, muy cerca de Quito, acompañado de una de sus hijas, Ñusta (princesa en quichua) Kruskaya.
Ese día compartió con Santiago Piedra, periodista de la AFP en Quito, la experiencia que le enseñó a valorar el agua.
Contó que "debía caminar un buen trecho para llevar agua a su casa.
En una ocasión, la vasija de barro se le rompió y le bañó. "Dijo que fue un despertar, algo mágico", recuerda Santiago, quien durante esa marcha fue testigo de la diversidad de apoyos que cosechaba el postulante indígena.
"Daba igual si eran nativos o mestizos. Todos vitoreaban a Yaku, quien respondía colocando su mano derecha sobre el lado izquierdo del pecho, a la altura del corazón, para agradecer el inmenso amor que percibía", narra Santiago.
La marcha finalmente llegó a Quito. Los manifestantes se concentraron en el parque El Arbolito, desde donde caminaron hasta la sede del Consejo Nacional Electoral que los recibió cercado con vallas y alambres de púas.
La desazón
En las comunidades de Cotopaxi, donde Yaku Pérez había arrasado en primera vuelta, había tristeza a pocos días de la segunda vuelta. En cada palabra de los entrevistados había una resignación amarga. La persona en la que habían depositado sus expectativas había quedado fuera del balotaje y se sentían defraudados porque las autoridades electorales negaron el recuento total de los votos.
Cundía la idea de que los otros candidatos no lograrían entender las necesidades del campo y sus habitantes. Y también un sentimiento de orfandad en las comunidades, donde apenas había algo de propaganda pegada en las paredes de las humildes casas.
Recuerdo con dolor a un hombre que hablaba del "rechazo" que aún en este tiempo vivían sus hijos y la falta de oportunidades para poder enviarlos a la escuela. La desazón era evidente.
La indignación con la que hablaba ese hombre sobre la discriminación que vive me hizo pensar en mi papá, que es hijo de campesinos. Él suele contar como a su escuela iban maestros que comían a mano llena frente a niños que apenas habían desayunado.
En cada entrevista en los poblados de Cotopaxi los comentarios eran similares. Preocupación por la discriminación, falta de educación, pérdida de trabajo y dificultades para vender los productos agrícolas. Simplemente había que votar por alguien y eso parecía reflejar el hastío de un país sumido en una crisis económica y sanitaria por la pandemia.
Divididos entre Lasso y Arauz, los indígenas fueron a las urnas, no sin dejar de advertir que estaban dispuestos a oponerse a cualquier gobierno independientemente de su orientación política si no se cubrían sus necesidades.
El mismo Yaku Pérez, a pocos días de la investidura del nuevo presidente, aseguró que volvería a la resistencia.
Desencantado por la alianza Creando Oportunidades (CREO) entre Pachakutik y el partido de Lasso, Yaku Pérez se desafilió de su movimiento y regresó al activismo.
Redacción: Paola López. Edición: Yanina Olivera Whyte