Mujeres fotógrafas: Cristina Quicler
Cristina Quicler cuenta a Andalucía en imágenes para la AFP desde 2002. Recibió en 2020 el Premio Andalucía de Periodismo por una de las fotografías presentadas en este blog. Esta entrevista es parte de una serie de encuentros con mujeres fotoperiodistas de la AFP.
¿De dónde viene tu pasión por la fotografía?
Llevo muchos años de fotografía. Y la verdad es que estaba emocionada cuando comencé y lo sigo estando. Cada foto, cada momento, es mi vida.
Mi historia con la fotografía empieza en la infancia. Vivía en el norte de España, en Vigo, al borde del Atlántico, con mi madre y mi primer hermano. Mi padre era maestro en Sevilla y venía a vernos en vacaciones. En una de sus visitas me regaló una cámara Kodak Instamatic de plástico gris y negra y con ella jugué y experimenté.
Mis primeras fotos fueron en el zoológico de Vigo que fui a visitar con él. Allí quedó esa semilla que brotó años más tarde. Él era un apasionado de la fotografía, de la música, de la ciencia y de la mecánica, pasiones que transmitió a sus tres hijos. Y a mí me tocó la primera.
Mi padre estaba todo el día con la cámara Super 8 haciendo fotos, haciendo videos. Recuerdo ver videos en blanco y negro donde mi madre aparece con el ceño fruncido diciendo “¿Otra vez?”. Crecí viendo a mi padre fotografiándonos… no tenía un deseo especial de explorar mucho más allá. Los cumpleaños, las comidas, el parque... Puedo interpretar desde mi fantasía que al no vivir con nosotros, él se llenaba fotografiando recuerdos que luego guardaba para acreditar que su familia existía cuando regresaba a Sevilla, donde pasaba tiempo sin nosotros.
Durante esos primeros años en Galicia pasé mucho tiempo sola, con muchas horas para pensar. Cuando tenía 16 años nos mudamos finalmente a Andalucía. Yo venía de una ciudad pequeñita, pero contaba con autobuses, el barullo de las discotecas… De repente me encontré viviendo en un pueblo que se llama Tomares. Desde la ventana de mi habitación veía ¡vacas y olivos!
Fue un cambio radical pero me benefició emocionalmente porque en Galicia había cultivado mucho la introspección y Andalucía me dio las herramientas para sacar mis pensamientos para fuera.
Estudié imagen y sonido, me gustaba el cine, elegir planos y crear escenas. Al final era crear, pintar, colorear. Tuve una experiencia en la televisión, pero sentí que no era lo mío. Estaba saliendo con Marcelo del Pozo, el fotógrafo de Reuters aquí: él me inspiró y fue mi primer referente en fotoperiodismo.
Al verlo trabajar empecé a seguirlo en algunas coberturas y acabé consiguiendo un trabajo en un periódico local. Sin embargo algo no me acababa de conquistar. Yo quería trabajar para una agencia internacional; sabía que allí podría cubrir una gran variedad de temas, investigar y hacer reportajes. En las agencias de prensa los editores tienen delicadeza y mucho respeto hacia el fotógrafo. Las fotos lucen de otra manera. Empecé a trabajar para la Agencia France-Presse en 2002, cuando montó su equipo de fotógrafos en España.
¿Qué tres palabras definen tu trabajo?
¡Creatividad, expresión, empatía! Expresión, porque en mis fotografías proyecto mi yo, mis fantasías, mis miedos… La realidad es la realidad, pero creo que en una foto siempre se proyecta la persona que la realiza. Creatividad, porque de alguna manera, cuando hago una foto, estoy creando algo que siento como mío, lo trato con cariño, lo corto con esmero, lo edito con amor… así lo siento con cada foto de cada tema en los 20 años de trabajo que llevo. Empatía, porque tiendo a empatizar con las personas, los lugares y las cosas que me encuentro.
Esta imagen me representa bien. El burladero es un objeto, pero simboliza la lucha por la supervivencia del animal en una plaza de toros. Está rajado por los cuernos del toro, tiene sangre… empatizo con ese burladero que muestra la lucha por sobrevivir. Ese día, cuando terminó la corrida, esperé, quería hacer esa foto. Desde mi sitio había visto cómo se desarrollaba la corrida y me pareció que este trozo de madera pintada representaba lo que había vivido en ese momento.
No se si podría cambiar de trabajo. ¿Cómo me expresaría entonces sin esta herramienta que encontré? A medida que voy haciendo fotos descubro después similitudes con artistas que no he estudiado. Cada vez me gusta más la pintura. Impresionismo, romanticismo… ¡Todos! En ellos veo muchas cosas con las que me siento identificada: ¡me derrito!
Con Goya, por ejemplo, en su época más loca. Cuando están en su época más loca o más en contacto consigo mismos, es allí cuando más me gustan los pintores. Se atreven a expresar sus demonios, sus sentimientos.
Esta foto la tomé de noche. El halo blanco que se ve es el vaho de la respiración de los peregrinos, mezclado con el polvo y alguna luz a lo lejos de los tractores que les iluminan el camino. Cuando hice esta imagen sentí como si un ser vivo respirara y pasara a mi lado.
¿Qué representa Andalucía pata ti?
Siento mucha responsabilidad como fotógrafa de una agencia internacional. Represento a la AFP y a Andalucía en cada reportaje que hago sobre sus fiestas y tradiciones.
A esta foto le tengo mucho cariño, es como una de mis niñas preferidas, es un desfile de moda, representa la Andalucía del flamenco, de la feria, las rosas en el suelo. Me gusta por la composición que busqué: fusionar los volantes del traje de flamenca con los pétalos de rosas que habían puesto en la pasarela y dejar ver los zapatitos de la modelo, con las uñas pintadas de rojo.
La luz de Andalucía me permitió trascender mis sombras internas. Tengo a Galicia en mi corazón, crecí con ella, son mis raíces maternas, me aportó la sensibilidad que necesitaba expresar: Galicia es mi madre. Andalucía, en cambio, es el oxígeno, es la luz que me ayuda a vivir, a luchar, a sacar adelante a mis hijas, es la tierra sobre la que trabajo y que me regala múltiples posibilidades. Es como mi diamante. Andalucía es mi padre.
Hay una fotografía en particular, que aparece en portada de este blog. Es en una feria, en Sevilla, que representa un momento de libertad y felicidad: dos enamorados besándose y la gente paseando, ajena a todo. Al seleccionar las fotos sentí mucha añoranza por esos tiempos, cuando no existía la pandemia.
¿Cómo trabajas tus fotografías?
Me gusta jugar con luces y sombras, el blanco y el negro, la luz y la oscuridad. No preparo nada, me tiro a la piscina y empiezo a nadar y voy creando las imágenes, allá a donde la luz me llame. No hay luz sin sombra ni sombra sin luz.
También me gusta retratar lo absurdo, lo ambiguo. La siguiente imagen, por ejemplo, me pareció divertida: muestra a un penitente vestido para el Domingo de Ramos, y la gente, bien vestida, me está mirando.
¿Qué significa ser una mujer fotógrafa hoy?
Es necesario rendir homenaje a aquellas primeras mujeres que lucharon por nosotras y al esfuerzo que tuvieron que hacer para ser respetadas y escuchadas. Gracias a ellas podemos hoy trabajar libremente y seguir luchando contra las injusticias, que persisten, por las futuras generaciones. En mi trabajo, en cambio, no siento diferencia. Eso sí, muchas veces voy a trabajar con tacones, porque me permite ganar altura en una rueda de prensa.
Esa es una ventaja, si fuera un hombre bajito, no podría llevar tacones. Físicamente estoy en desventaja, porque no soy deportista, pero igual lo estaría un hombre poco deportista. Los equipos pesan mucho, especialmente los objetivos grandes que llevas para deportes... Sí, he sufrido mucho físicamente. Tengo hernias por cargar ese peso como una bruta sin cuidarme. Ahora intento alertar a las más jóvenes.
Como madre soltera, es complicado, sobre todo los fines de semana de fútbol. Terminas a las 12 o a una de la mañana, y entonces pienso: “¿Y yo que hago aquí?” Las niñas aquí o allá, tienes que ir pidiendo favores. Cada día es como una carrera de obstáculos. Es una vida pendiente de un hilo, no puedes saber ni lo que vas a ganar ni en lo que vas a trabajar.
En el futuro, me gustaría poder viajar con mis niñas por el mundo, regalarles conocimiento de los seres humanos que habitan en este planeta y hacer algún reportaje que implique una gran ayuda humanitaria.