¡Señores, se derrumbó Luyanó!
La Habana - Vivo en Luyanó, Municipio de 10 de Octubre, en La Habana. El domingo 27 de enero había salido a poner combustible al auto para movilizarme en la semana. Antes, decidí pasar por casa de una tía a dejar una memoria USB con unas fotos familiares. Luego quería volver rápido a casa porque habían anunciado lluvias fuertes para esa noche, algo habitual en mi país en esta época y que no implica mayor alarma.
Antes de llegar a casa de mi tía, entró un mensaje de WhatsApp a mi celular. Sí, desde hace dos meses en Cuba tenemos internet móvil en los teléfonos. Giré en una esquina y me detuve a un lado a responder. Cuando levanté la cabeza, vi que una especie de columna gris venía rápidamente frente a mí. "¡Qué clase de aguacero!", pensé.
De pronto todo se oscureció y sentí un ruido como de una turbina de avión. Fueron segundos. Vi como un tanque de agua de 55 litros venía volando directamente hacia mí. Atiné a reclinar mi cabeza hacia el asiento del copiloto y a cubrirme.
Sentí como si mi carro estuviese siendo apaleado por un gigante furioso. Una roca hizo estallar la ventana que queda de mi lado, me golpeó las costillas y luego se escurrió por mi pierna izquierda, rasguñándola. Una lluvia helada entró y me bañó completo. El tornado -hasta ese momento no tenía idea de qué era- me había pasado por encima.
Apenas todo se despejó, salí corriendo del auto. La casa de mi tía estaba muy cerca. Me fui a guarecer allí. Mientras caminaba, sólo pisaba escombros. Me topé con dos automóviles volteados, que no había visto cuando me estacioné. Sus propietarios llegaron de varias cuadras más atrás. Habían sido arrastrados por el viento. Pedazos de paredes ya no estaban, varios techos habían caído al piso. Eran cerca de las 20H30.
Me temblaban las manos. Tomé mi celular y alcancé a escribir en el grupo de la AFP: "¡Señores, se derrumbó Luyanó!" Todo el personal de la oficina estaba en sus casas. Por donde la mayoría vive sólo había caído lluvia, así que no tenían idea de la magnitud de lo que estaba pasando.
En otro grupo, el de los colegas corresponsales, uno de ellos comentó que el viento se había llevado a un gato de un balcón de un cuarto piso. Algunos contaban que el ulular de las ambulancias era constante. Pero, como se trataba de un fenómeno que había afectado a áreas específicas, los daños eran muy difíciles de dimensionar a esa hora.
Es la primera vez que sucede una tragedia climática desde que los cubanos tienen servicio de datos en el teléfono. Así, las fotos domésticas con autos volteados, árboles caídos, calles inundadas, comenzaron a llegar vía Facebook. Con la ayuda de un primo, volví hasta mi auto, que aún estaba encendido, despejé la vía, quité los cristales rotos del asiento y las ramas de árboles que aún estaban encima y fui a mi casa por mis equipos fotográficos. Metí el auto al garaje y lo tapé. No quería verlo.
Mi familia entiende mi trabajo. Cuando entré en casa -allí no había pasado nada- mi madre me vio y me dijo que me alistaba ropa seca porque sabía que iba a salir a hacer fotos. Tomé mi cámara. En el camino había visto un hospital desbaratado, el Hijas de Galicia. Llegué en el momento en que los rescatistas lo estaban evacuando. Disparé mis primeras fotos. Allí me dio el alcance mi colega de video Maylin Alonso.
Volví hasta donde el tornado me había golpeado. Encontré a personas desesperadas buscando a sus vecinos. Ya era de noche. La Habana es una ciudad poco iluminada. Peor si se ha cortado la luz, así que casi estábamos en penumbras, lo que hace más difícil capturar imágenes. Mientras hacía mis fotos llamé del celular a emergencias para avisar de mi ubicación y del derrumbe de algunos predios.
En ese momento me impresionó mucho la reacción de la gente al salir de sus casas. Me sensibilizó ver a los rescatistas, que era lo que la gente necesitaba, y eso quise capturar. Yo lo viví y era lo que hubiera querido, que alguien me hubiera salvado si quedaba atrapado dentro del carro.
Y son rescatistas que ya me he encontrado en otras ocasiones. Por ejemplo, en una reciente inundación en diciembre por penetración de aguas de mar en las costas de La Habana.
En Cuba no son comunes los tornados. Este es el primero desde 1940. No es un fenómeno que se pueda predecir, como sí ocurre con un huracán, a lo que estamos acostumbrados y que sabes cuándo viene, por dónde viene y cómo viene. La Defensa Civil es efectiva, por la radio uno se informa y sabe qué medidas tomar.
A diferencia de los huracanes, cuya área de devastación es amplia, el tornado solo golpea la línea por donde circula. Por eso es más difícil ubicar dónde fue la tragedia. Al llegar a la ciudad todo parece normal, pero luego te encuentras con dos cuadras de calles devastadas. En su ruta hacia el mar el tornado dejó seis muertos, centenares de heridos y más de 1.000 viviendas afectadas.
Nuestro jefe de fotografía Adalberto Roque ya estaba en la calle, peinando 10 de octubre y enviando material, y luego fue hasta el municipio costero de Regla. Por allí había salido el tornado, tras recorrer 11 km a una velocidad de rotación de 300 km por hora. Con poca luz, hicimos el mayor esfuerzo, cada uno desde su ubicación, para enviar las fotos fuera de la isla.
Unos kilómetros más allá, el colega de texto Moisés Ávila, sin energía eléctrica, había encendido un motor a combustible para levantar señal y enviar las primeras informaciones. Cerca de las 03H20 el presidente Miguel Díaz-Canel informaba por Twitter de las primeras víctimas y heridos. Nos pasamos la madrugada de largo y aprovechamos los primeros rayos de sol para hacer más imágenes.
Vivir en Cuba y trabajar en la AFP me ha permitido recorrer la isla con mi cámara, atrás de los huracanes y las penetraciones de mar. Estar en contacto con las personas en esas coberturas me permite acompañar sus dificultades y tratar de apoyar solidariamente desde mi profesión. Pero siempre fueron las desgracias de otros. Esta vez me tocó a mí y felizmente se los puedo contar.