A la caza de una sombra
RÍO DE JANEIRO, 03 de junio de 2015 - "¡Observar antes de ejecutar!" "¡Atención al sujeto!" "¡Cuidado con la composición!" "¡Más disciplina!" Las enérgicas instrucciones son dictadas en un rústico portugués inyectado de fuerte acento francés.
La asignación de hoy: cazar las sombras. El arma: una cámara fotográfica.
"Allons, meninos", dice el veterano fotógrafo de la Agence France-Presse (AFP) Christophe Simon a los 10 jóvenes de su curso de fotoperiodismo que dicta con la ONG Casa Geraçao (Casa Generación) de la favela Cidade de Deus, mundialmente conocida por ser el escenario de la película que mostró la cruda realidad de bandas de jóvenes narcotraficantes en las barriadas pobres de Rio y que justamente relata la vuelta de vida de un joven a través de la fotografía.
Los estudiantes tienen entre 13 y 16 años, y agarran la cámara como expertos: la cinta en el cuello o enrollada en la muñeca por seguridad, mano derecha en el lente, la otra en el disparador.
Y ahí comienza una ráfaga de disparos: clic a esto, clic a lo otro... Una y otra vez, sin parar, cazando las sombras.
En los seis meses que dura el curso, los alumnos deben captar en la cotidianidad fotos relacionadas a las disciplinas que se disputarán en los Juegos Olímpicos de 2016.
El maratón y la marcha se disputan en el asfalto. Pero es mediodía y la luz, perfecta para un día de playa, es terrible para fotografiar.
Por eso la asignación es capturar sombras de quienes corren por la avenida el domingo, cuidando la composición y valiéndose de recursos como las flechas en la calle o la sombra de las palmeras en el acomodado barrio de Ipanema.
"¡Christophe también queremos ir al mar!", dicen los chicos a coro.
El trayecto de Cidade de Deus a Ipanema es de 35 km. La playa no está a la vuelta de la esquina para estos futuros fotógrafos, que cumplen la asignación pensando en el chapuzón que les espera al final.
Todos se ponen atentos al escuchar que se acerca un grupo de corredores, o sea, muchas piernas en movimiento y muchas sombras. Clic, clic, clic.
"La foto es un momento, hay que prestar mucha atención. Si perdiste la foto, la perdiste, no hay vuelta atrás", comenta serio Christophe, de 53 años, con su cabellera y barba abundante.
El curso de fotografía comenzó el año pasado, como parte de un proyecto hermano a un programa de fútbol en la favela llamado Olhar bom de Bola. La primera cohorte, más joven, hizo fotos increíbles con cámaras no profesionales que fueron publicadas en el mundo entero por revistas de prestigio, entre ellas la francesa Paris Match.
Después de la experiencia, el curso logró conseguir una donación de Nikon de 11 cámaras profesionales de última generación, que son las que usan estos chicos ahora. La AFP entregó computadores a la escuela para que los alumnos se familiaricen con otra parte fundamental de la profesión de fotoperiodista: la selección de las mejores fotos y su edición.
El aula mezcla la experiencia de 30 años de Christophe como fotógrafo de agencia, con los otros 30 que lleva el carioca Tony Ramos fotografiando la Cidade de Deus, donde nació y vive hasta hoy. Tony está en el proyecto desde el inicio.
"Las fotos que tomo ahora, hasta con el celular, han cambiado del cielo a la tierra. Ahora tengo como otro ojo", celebra Larissa Rodrigues da Silva, de 15 años.
Desde la red
Además de las sombras, los fotógrafos aprovecharon la visita al mar para registrar también otra disciplina olímpica, el vóley de playa.
Las fotos de José Daniel de Souza Caetano (15) son simplemente brillantes. En la pantalla, el fondo azul del cielo invadido por el torso del jugador rematando una pelota: la nitidez, la composición y la expresión del sujeto.
José Daniel fue inteligente. Valiéndose de su cuerpo menudo, se ubicó justo debajo de la red para disparar. Así, tiene también la perspectiva de un balón suspendido en el aire a punto de sobrepasar la red.
"Mi experiencia eran fotos con el celular, ya pensé en ser fotógrafo, pero de moda", dice el muchacho, que poco después se acomoda el cabello en un rincón para tomarse un selfi.
Sus fotos de las sombras no fueron tan buenas, pero su trabajo con el vóley compensó cualquier falta.
El curso se realiza en dos sesiones semanales. El fin de semana se hace la excursión de campo y los miércoles de noche, la edición en los computadores donados por la AFP en la sede de la escuela en Cidade de Deus.
Para esa sesión a media semana, Christophe toma un taxi y después de sobrevivir al infernal tránsito de Rio de Janeiro se sienta paciente a analizar y comentar foto por foto.
"Esta está muy buena, mira la composición, el mensaje con esa flecha y la sombra de la palmera y del cuerpo corriendo", explica observando con atención la pantalla, usando sus pequeños lentes de lectura de pasta negra. Tony, a su lado, da también sus comentarios.
"No es disparar por disparar, no es tomar fotos por tomar. Hay que pensar antes de hacer clic", le dice Christophe a una alumna a la cual no le fue tan bien. Le cuenta como hasta hace relativamente poco tenía que administrar una película de 36 fotos para dos pautas.
Pero estos jóvenes son de la era digital.
Todos prestan atención en silencio y uno de los compañeros va anotando el número de las fotos que serán consideradas para la exposición final.
El curso es cada vez más popular: los cupos se agotan y los aspirantes se anotan en lista de espera. Después de graduados, los exalumnos podrán usar los equipos, que son muy caros, para seguir desarrollando su trabajo.
Tony aplaude el entusiasmo de los participantes, muchas veces con una vida dura que implica hacerse cargo de la casa y cuidar de sus hermanos, y padres poco motivadores. A veces para castigarlos, los amenazan con prohibirles ir a clase.
"A mis padres les encanta, es la manera perfecta de deshacerse de nosotros por un rato", dice Daniel Nascimento (14) quien siempre está riendo e imitando acentos, pretendiendo que habla varios idiomas.
Tony explica que aunque la familia siempre es bienvenida a acompañar las excursiones, nadie viene. Entiende que son personas que trabajan en exceso durante la semana y sólo sueñan con una pizca de descanso durante el fin de semana.
Las pautas futuras incluyen un paseo en un bote para grabar los veleros en la contaminada bahía de Guanabara y paseos con atletas olímpicos, algunos naturales de favelas, como muchos deportistas en Brasil.
Y alguna otra escapada a Ipanema, donde esta vez después de las sombras vino el esperado baño de playa.
Javier Tovar es corresponsal de AFP en Rio de Janeiro