Cuando el gran barco llega tarde

Migrantes rescatados desembarcan del buque de la Armada italiana Bettica, en el puerto siciliano de Augusta en 22 de abril 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

CATANIA, Italia, 11 de mayo de 2015 – Los migrantes que desembarcan en los puertos del sur de Italia siguen un patrón antiguo. En la cubierta del barco, los hombres, las mujeres y los niños se sientan rodeados por socorristas y trabajadores sociales que visten trajes aislantes, guantes y máscaras.

Los migrantes, casi siempre de Siria o de África Subsahariana, se alinean. Se les entrega una botella de agua y un par de zapatos de caucho estilo “Crocs” antes de ser llevados a una tienda de campaña de la Cruz Roja para una evaluación de salud y si es el caso, se les da tratamiento y son enviados a refugios en la región.

Después de eso los inmigrantes se sientan en el muelle, en el piso, hasta que son llevados a una gran tienda de campaña mayor para comer y dormir. 

Migrantes rescatados desembarcan del buque de la Armada italiana Bettica, en el puerto siciliano de Augusta en 22 de abril 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

A pesar del sonido del viento y de las máquinas, lo que me choca cuando veo llegar uno de estos barcos al puerto de Augusta en Sicilia es el silencio. Qué dócil son estas personas que siguen instrucciones sin emitir una palabra. 

Cubrimos la que es una de las semanas más fatales en las crisis de migrantes en Italia y sus vecinos del sur de Europa en los últimos años. 

Noticias de cientos de migrantes desembarcando en las costas de Italia se han vuelto rutinarias en la oficina de AFP en Roma. El promedio del año pasado fue de 475 por día. Pero esta semana en particular, a mediados de abril, con el Mediterráneo en calma, por primera vez después de días de mal clima, aumentó de forma alarmante el desembarco de migrantes. 

Migrantes escuchan a un trabajador de la Cruz Roja después de desembarcar de un buque de rescate en el puerto de Augusta en Sicilia el 16 de abril de 2015 (AFP Photo / Giovanni Isolino)

Solo el domingo 11 de abril los guardacostas italianos recibieron llamados de 22 buques diferentes, que llevaban a más de 3.000 personas en total. Las llamadas de socorro seguían repitiéndose el lunes, y uno barco volcó con al menos nueve personas, que murieron.

Migrantes rescatados desembarcan del buque de la Armada italiana Bettica, en el puerto siciliano de Augusta en 22 de abril 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

Llegamos al Puerto de Augusta al sur de Sicilia el 16 de abril, a tiempo para ver un grupo de 600 migrantes rescatados de cinco botes diferentes que desembarcan de un bote de guardacostas italianos. Al día siguiente nos reunimos con un grupo de ellos en un refugio guiado por un hombre llamado Francesco Magnano, conocido como Ciccio.

Ciccio fue expulsado de su trabajo anterior al frente de un refugio para migrantes menores de edad. Su crimen fue reclamar mejoras de las condiciones de vida en el lugar y acusar a los dueños del refugio de tomar provecho económico a costa de los jóvenes. 

Migrantes arriban a Catania, en Italia el 20 de abril de 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

Su nuevo refugio, abierto en un hotel reformado, está financiado a través de un esquema de gobierno que paga alrededor de 30 euros por cada persona a diario, para cubrir sus gastos básicos, clases de italiano y ayuda legal.

Lo conocimos mientras se prepara para recibir a sus primeros 112 ocupantes, todos provenientes del grupo que vimos desembarcar en Augusta. Ellos llegan en silencio, claramente cansados luego de varios días en el mar.  

“¡Buen día!” les dice su anfitrión. “Mi nombre es Ciccio y estoy aquí para darles respeto, comida, refugio, ropas y honor”.

Los migrantes llegan al centro de inmigración Palazzolo Acreide el 17 de abril de 2015 (AFP Photo / Giovanni Isolino)

Ciccio va leyendo los nombres africanos desconocidos. El estado de ánimo comienza a suavizarse y, como el intérprete no llega, yo, que soy francesa, termino traduciendo para los francófonos entre los recién llegados - quienes me bombardean con preguntas tan pronto como Francesco se voltea: "¿Dónde estamos?, Ah, Sicilia? ¿Qué día es hoy? ¿Puedo comprar un teléfono? ¿Y cigarrillos? ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?".

A medida que el chef se ocupa con el almuerzo los jóvenes migrantes y los gerentes del hotel los instalan en sus habitaciones, charlamos.

Sus historias son todas similares, todos desgarradoras. Hablan de un viaje duro y caro a través de África, del peligroso cruce del Sahara, de su llegada a Libia. Hablan de la violencia de las milicias y los traficantes de personas. Hablan de su miedo a bordo del barco, del agua que se filtra, de los equipos de rescate que apenas llegan a tiempo. Y, por último, de tocar tierra a salvo.

Migrantes rescatados desembarcan del buque de la Armada italiana Bettica, en el puerto siciliano de Augusta en 22 de abril 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

Para algunos, el viaje duró semanas. Para otros fue años enteros, con paradas en el camino para ganar el dinero para completar su viaje. Muchos ven a Italia como una parada en ruta hacia el norte de Europa y se preocupan por quedar varados en esta pintoresca zona, pero a distancia del mundo.

Después voy a visitar un centro de migrantes mucho más grande en la región, donde decenas de personas se han quedado atrapadas aquí, en el medio de la nada, desde hace meses, a veces incluso años, mientras esperan que las autoridades italianas procesen sus casos.

Me parece un desperdicio colosal ver a estos jóvenes, con la fuerza y el coraje para emprender un viaje tan épico, reducidos al ocio forzado. Y, sin embargo, ¿qué puede hacer realmente Italia, con un desempleo en esta franja etaria de más del 40%?

La Guardia Costera italiana rescata migrantes náufragos el 20 de abril, frente a la costa de Sicilia (AFP Photo / Guardia Costera)

En el refugio de Ciccio, mientras los hombres toman una siesta por la tarde, las mujeres parecen cobrar vida. Han lavado su ropa y parece que ya han logrado sacudir su terrible experiencia. Cuando llega el momento de volar de regreso a Roma, nos despiden con grandes sonrisas.

Una de ellas nos mira, con ojos honestos y cansados y nos desea un "buen viaje". Viniendo de alguien en su posición, se va directo a mi corazón.

Por la misma época en Libia, cientos de personas están a punto de subir a un barco pesquero, que se vuelca en la noche del 19 de abril. Sólo hay 28 sobrevivientes conocidos.

Migrantes rescatados desembarcan del buque de la Armada italiana Bettica, en el puerto siciliano de Augusta en 22 de abril 2015 (AFP Photo / Alberto Pizzoli)

La noticia me cae mal. Me imagino a los hombres y mujeres jóvenes que acabo de conocer luchando desesperadamente en el agua.

Al día siguiente estoy de vuelta en Sicilia, en el puerto oriental de Catania, donde se espera que atranquen los pocos sobrevivientes. Es casi medianoche cuando el buque guardacostas italiano llega al muelle, donde cientos de periodistas de todo el mundo están esperando.

El buque guardacostas es enorme, y debe parecer más aún cuando se ve desde una pequeña barca en el mar. Poco sorprende, entonces, que los migrantes todos se refieren a él como el "gran barco". A cierta distancia, vemos trabajadores de rescate enmascarados y funcionarios ocupados, antes de que los migrantes sean llevados a un refugio.

El portavoz de una asociación de migrantes llora durante una manifestación de los solicitantes de asilo ante el parlamento en Roma, el 23 de abril de 2015 (AFP Photo / Gabriel Bouys)

Sólo veo a través de los lentes de mis colegas fotógrafos, y no hay posibilidad de hablar con ellos. Más tarde, después de que casi todo el mundo ha dejado el muelle, recibimos la información presentada por los portavoces de la OIM y ACNUR. Han pasado todo el día y parte de la noche aquí, pero podemos leer algo más que el cansancio en sus rostros.

Después de interrogar a los testigos sobrevivientes, han reconstruido la imagen horrenda de lo que sucedió en el naufragio esa noche. Había 800 personas a bordo. Hombres, mujeres y niños que desaparecieron sin dejar rastro, atrapados en el casco, en el peor desastre del Mediterráneo en su tipo en décadas.

Pero no termina ahí. Esta noche, también, otras personas desesperadas están ahí fuera esperando ayuda, perdidos en las negras aguas. Y habrá más mañana, y el día después, y durante todo el verano. Y todo el mundo sabe que el "gran barco" no siempre puede llegar a tiempo.

Fanny Carrier es la directora de la corresponsalia de AFP en Roma

Una inscripción que significa "Demasiadas muertes, no es bueno", en manos de un solicitante de asilo en una manifestación ante el Parlamento en Roma, el 23 de abril de 2015 (AFP Photo / Gabriel Bouys)

Fanny Carrier