La Pipa mordida
Una de las preguntas más frecuentes que nos hacen a los periodistas es si visitamos tal o cual sitio turístico durante una cobertura. "JA", dice Mauricio Arbilla, editor de Deportes en Montevideo y ahora enviado a cubrir el Mundial en Brasil. Algo tan simple como parar a almorzar puede encontrar los más insólitos obstáculos, según este divertido texto sobre el partido Uruguay-Italia, el mordiscón de Suárez, la lluvia y el dengue.
Una calle inundada tras una lluvia torrencial en Recife, el 26 de junio de 2014 (AFP / Patrik Stollarz)
RECIFE, Brasil, 26 de junio de 2014 - Una de las preguntas más frecuentes que nos hacen a los periodistas es si visitamos tal o cual sitio turístico durante una cobertura. La respuesta que solemos dar en estos casos es: “No, realmente no mucho”, con una sonrisa triste debajo de dos ojeras que llegan hasta las rodillas. En cumbres, conferencias y eventos deportivos como el Mundial, apenas hay tiempo para mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de dónde estamos.
Pero Brasil es Brasil y yo aún no había perdido la fe. Conjurando la maldición del corresponsal, un individuo que en este caso está condenado a relatar el disfrute de los otros a costas del propio, me propuse la insana idea de ir a la playa.
El lunes de noche, tras cubrir el partido que México le ganó a Croacia en Recife por 3-1 y lo clasificó para octavos de final, tomé el autobús que me llevó a Natal, donde al día siguiente cubriría el Uruguay-Italia. Un juego en el que, como uruguayo, me interesaba mucho trabajar. La idea era volver el miércoles a Recife en coche con un colega del servicio anglófono, Justin Davis, un escocés con quien me vengo llevando muy bien después de una semana prácticamente de convivencia.
El viaje de regreso de Natal a Recife nos iba a tomar unas cinco horas de auto, pero estaríamos bien de tiempo y Justin propuso que paráramos a mitad de camino para comer en Pipa, una de las playas más lindas de Brasil, según dicen.
Luis Suárez celebra el gol de Diego Godín en el partido ante Italia en Natal, el 24 de junio de 2014. Uruguay ganó 1-0 (AFP / Javier Soriano)
Plan perfecto, pienso. Si gana Uruguay y clasifica, festejamos conociendo Pipa. Y si no gana y no clasifica, me saco la calentura conociendo Pipa.
Sólo tenía que contar con la improbable eventualidad de que saliera el sol. Hacía días que no paraba de llover en la región. Es “invierno” en el noreste de Brasil, o lo que sea que ellos llamen a la temporada de lluvias. Son aguaceros tropicales que hoy, jueves, han dejado calles inundadas y enormes embotellamientos en Recife, por ejemplo.
Pero hacer una danza a los dioses para rogar que dejara de llover ya no sería ser suficiente. Las cosas no iban bien el martes en Natal. Si bien Uruguay le ganó a Italia y se metió en octavos de final (una nueva gran alegría que me dio la selección de Óscar Tabárez), ya la perspectiva de conocer Pipa se comenzaba a complicar: a las lluvias intermitentes, se sumó el apetito de Suárez por Chiellini y la clasificación celeste quedó en un perfecto segundo plano.
Fue un torbellino mediático. El mordisco era tapa de los principales diarios del mundo, motivo de bromas y burlas en medios de prensa y redes sociales, y además generaba interminables discusiones en Uruguay, donde la apasionada hinchada celeste defendía a su delantero favorito con uñas… y dientes.
Trabajé hasta la madrugada con el “tema Suárez” y, al día siguiente, tendríamos que posponer nuestra salida a Recife para asistir a una improvisada conferencia de prensa de Uruguay sobre el tema.
Bueno, pensé. Tal vez no podremos pasar un rato muy largo en Pipa, pero igual podemos ver la playa en el camino, cuando vayamos a Recife después de la rueda de prensa, que era a la 1 de la tarde. Me levanté muy temprano el jueves, bajé a desayunar en el hotel y comencé escribir sobre el tema Suárez. Súbitamente, los dioses se pusieron de mi parte: no llovía y hacía un calor bárbaro. Pipa era un hecho. Un hecho reducido, tal vez, pero un hecho.
El delantero francés Olivier Giroud, en cambio, sí va a la playa con su esposa Jennifer. Rio de Janeiro, 26 de junio de 2014 (AFP / Franck Fife)
No obstante, Justin no bajaba de su habitación. Se acercaba la hora de ir la rueda de prensa y comencé a preocuparme. Subí. Le dolía todo el cuerpo y ardía en fiebre. No podía levantarse de la cama. Dengue, probablemente, pensé.
Bajo un sol radiante, llevé a Justin al “mejor hospital de Natal”, como me dijeron. Otro colega fue a la rueda de prensa, mientras yo me quedaba sirviéndole de traductor a mi amigo, que estaba enchufado a un suero para tratarle la deshidratación. Al final aprendí a decir varias enfermedades en portugués, como "alergggía". Pero los médicos confirmaron después mi diagnóstico inicial: tenía “a dengue”.
¿Pipa? Para la historia. Suárez también. Suspendido por nueve partidos oficiales. Al menos a mí la alegría de la clasificación no me la saca nadie. En cuanto a Justin, se recuperó rápido y pudimos partir a Recife esa misma noche, aunque ahora aquí llueve de nuevo.
Y luego, cuando terminan las coberturas, nos preguntan a los periodistas por qué no fuimos a la playa.
* Mauricio Arbilla es editor del desk de Deportes en español en Montevideo, ahora enviado a cubrir el Mundial en Brasil.