“Hermanos, pasadme el balón”
Cerca de la pequeña aldea suiza de Econe, conocida por albergar la ultraconservadora fraternidad católica devota de San Pío X, el fotógrafo de AFP Fabrice Coffrini capturó a los sacerdotes en el sudoroso trance de idolatrar un balón de fútbol.
Seminaristas de la fraternidad ultraconservadora San Pío X juegan fútbol el domingo 25 de mayo de 2014, en una cancha en Riddes, cerca de Econe, en el sur de Suiza (AFP / Fabrice Coffrini)
RIDDES, Suiza, 4 de junio de 2014 – Todos los domingos, los curas y seminaristas de la Sociedad de San Pio X en Econe, en Suiza, se alejan de sus quehaceres divinos de intenso estudio y oración. Algunos salen a trotar, otros juegan un poco de básquet, pero la mayoría de ellos se baten en un partido de fútbol.
Pero los sacerdotes deben vestir sus sotanas, aunque éstas les hagan sudar como locos y el partido no abunde en túneles. Pero no hay alternativa: para los católicos más tradicionales, este atuendo debe usarse en todas las situaciones sociales como prueba visible de que los hermanos “están en este mundo, pero no son de este mundo”.
La doctrina parece tener un vacío legal en lo que respecta al calzado, así que las zapatillas de fútbol y las medias hasta las rodillas completan el dicotómico atavío.
(AFP / Fabrice Coffrini)
Yo quería tomar estas fotos desde hacía años, pero ahora que se acerca la Copa del Mundo, llega el momento propicio. Conseguir el permiso de la Sociedad fundada por el arzobispo Marcel Lefebvre es cosa de un momento. Y allá voy, al cantón del Valés en el sur de Suiza, para presenciar el partido que los curas juegan en Riddes, la aldea vecina a Econe.
La cancha está debajo de un puente carretero. Muchos de los automovilistas que pasan por allí tocan la bocina al ver el insólito espectáculo que ofrecen estos sacerdotes de sotana disputándose un balón. Pero, aparte de estos curiosos casuales, no hay más público. Tampoco hay árbitro. A excepción de Dios, naturalmente, que todo lo ve.
(AFP / Fabrice Coffrini)
El partido es duro y muy físico, como cualquier otro encuentro de fútbol. Los jugadores chocan y forcejean como si nadie hubiera dictaminado jamás que hay que amar al prójimo como a sí mismo. Pero, además del atuendo, hay otra gran diferencia respecto al fútbol mundano: el lenguaje. No hay maldiciones, no hay palabras blasfemas ni expresiones subidas de tono. Tampoco se escucha la menor protesta cuando hay polémicas faltas o jugadas fuera de juego. Todo es dicho de una forma impecablemente cortés: “Hermanos, pasadme el balón”. Así se comunican.
Durante el medio tiempo, quiero alinear los escuadrones sacerdotales y fotografiarlos alzando los brazos con entusiasmo. Pero ¡anatema! Se niegan vigorosamente. Cuando se viste el manto de Dios, hay que mantener la compostura.
(AFP / Fabrice Coffrini)
(AFP / Fabrice Coffrini)
Fabrice Coffrini es reportero fotográfico de la oficina de la AFP en Ginebra.