"Las coberturas de violencia en El Salvador siempre son arriesgadas, pero cuando el periodismo está en la vena, uno se abstrae al punto de no pensar en las consecuencias y lanzarse a una aventura que, muchas veces, acaba en tragedia. Cuando baja la adrenalina, al finalizar la jornada, es cuando se vienen a la mente las imágenes de la familia y de los hijos, y termino preguntándome si merece la pena. Hasta hoy, mi respuesta siempre ha sido la misma: sí. Por mí, por ellos, por mostrar al mundo la realidad cruel de un país que, a pesar de todo, está lleno de belleza", cuenta el fotógrafo Marvin Recinos, desde San Salvador. "Toparse con la mirada de un pandillero, que observa desafiante, que dispara con los ojos, siempre atemoriza. Pero al otro lado del lente me siento obligado a vencer esa especie de batalla psicológica porque se me hace necesario que el mundo conozca la realidad de mi país".