Hoja de ruta a través del Sáhara
Amaury Hauchard, reportero en Bamako, Adrien Barbier, videasta y John Wessels, fotógrafo, ambos basados en Dakar, se reunieron en enero pasado en Nuakchot para hacer un largo reportaje junto a Thierry Tillet, uno de los últimos exploradores que aún cruzan el Sáhara. Un viaje de tres semanas, incluyendo cinco días mágicos en camello. Aquí está su hoja de ruta escrita a seis manos.
¡Eso es un camello alto!, Adrien Barbier puede confirmarlo. En su primer intento por permanecer sentado en la silla, el gran animal se levantó y lo expulsó. Por suerte, John Wessels estaba en una buena posición para inmortalizar el momento. El resultado fueron cinco instantáneas de la caída en cámara lenta, suficientes para asegurar una buena carcajada y olvidar rápidamente la decepción. Amaury Hauchard, también cayó. John prefirió sacrificarse e ir a pie todo el camino.

Volvimos a finales de enero con cientos de imágenes, esta incluida. Pasamos casi tres semanas en Mauritania en compañía de Tillet, de 68 años y heredero de Theodore Monod. El arqueólogo francés, ya retirado, que asistió en 2019 a un festival de la asociación Les Sahariens en Francia, aceptó por primera vez que un un grupo de periodistas lo acompañara "para que el conocimiento llegara al público en general".
Una gran oportunidad para contar una historia inusual.


Para este fino conocedor del Sáhara era una expedición entre decenas, pero para nosotros tres era la primera vez, y estábamos felices al ver a nuestros nuevos compañeros camélidos de viaje.
Al nuestro regreso, al contemplar miles de fotos, decenas de horas grabadas y múltiples cuadernos llenos de tinta nos sentimos mareados: ¿Podremos contar las mil anécdotas de un largo viaje y fruto de varios meses de preparación? Es algo poco común en una agencia de prensa acostumbrada a la información inmediata.

Después de cinco meses de haber vuelto, una pandemia global y noticias regionales fuertes, finalmente podemos publicarlo todo. Los recuerdos de este viaje en camello por el desierto de Mauritania seguían vívidos.
En primer lugar, estaba el tema de nuestro informe: este exprofesor universitario con una vida singular, que tiene la mirada de un explorador del siglo XIX, cuando va con su bastón arriba del dromedario.
Tuvimos un encuentro increíble con "Ghabidine", como llamó un amigo tuareg a Thierry Tillet. Siempre motivado, siempre sonriente, siempre mostrando una gran paciencia para explicarnos su trabajo y sus pasiones. Durante todo el día, de 5:30 am a 9:00 pm, tenía que repetir cada detalle y aceptar nuestra ingenuidad... Mientras guiaba la caravana a través del desierto por horas a pie o en camello.

Luego está el tema del dromedario, esa imponente bola de pelo que se eriza cuando quiere mostrar su desacuerdo, pero que una vez que estas sentado se puede convertir en una almohada. Sus olores, sus ruidos, el moviento de su mandíbula cuando mastica. Los nueve animales de la expedición estaban cargados con nuestras pertenencias, bidones de agua y una imponente manta que sirve tanto para abrigarnos como para suavizar la relación entre nuestros traseros y la silla de montar. Aunque en realidad eso no es cierto.

En un campamento en el camino compramos una cabra que se convirtió otro compañero de viaje. Nos acompañó durante unos días. Y fue una gran decepción cuando la degollaron en segundos antes de la hora del almuerzo, en unos minutos la destazaron, y ¡prepararon un guiso para los días siguientes!
Todos salimos al desierto deshabitado con nuestros estereotipos muy europeos... Adrien esperaba poder enviar a sus hijos fotos de las dunas de arena prístinas hasta donde el ojo pudiera ver, bajo un sol abrasador.

El resultado fue diferente. Una geología variada, a veces montañosa, a veces lacustre, una vegetación muy específica, y humanos por todas partes. El desierto está habitado. Los campamentos nómadas dispersos a unas pocas docenas de kilómetros de distancia, plantados efimeramente en medio de una extensión desértica con horizontes infinitos.

Después de horas en nuestros altos mamíferos, fue una sorpresa encontrar dos jeeps con turistas europeos mirándonos, con nuestros turbantes como en una película antigua. Pero decepcionante sacaron cuando los vimos sacar sus teléfonos inteligentes para tomarnos una foto.
De vuelta en Dakar (en el caso de Adrien y John) y en Bamako (Amaury), las primeras preguntas fueron todas sobre la "vida" en el desierto. "¿Qué pasa con los animales? ¿Qué pasa con el calor? ¿Y la comida?" ¿Qué decir? ¿Deberíamos explicar que después de acampar en medio de las dunas, la gente solía lavarse desnuda detrás de una de ellas con una pequeña tetera en la mano? ¿Y qué hay de la cabeza de Amaury cuando vio delante de él un arbusto agitándose extrañamente, antes de descubrir un dromedario asomando la cabeza, que parecía satisfecho después de haberse devorado la mitad?


Caminando sin preocupación, el animal no prestaba atención de sí mismo y avanzaba lentamente hacia otros arbustos, muy feliz de poder pastar sin problema toda la noche.
Después del baño ritual y la cena llegaron las noches frescas y ventosas, la calma bajo un cielo estrellado, un cine al aire libre a la hora de dormir, sólo perturbado en la madrugada por el explorador que despertaba a un Amaury gruñón a las cinco y media de la mañana.

En general, la comida no dejó un gran recuerdo: ¡pasta, pasta, pasta! El sabor del guiso de queso de cabra fue interesante al principio y luego detestable. Finalmente, el "zrig", esa leche concentrada y diluida en agua podrida no es indiferente para nadie: deliciosa para unos, asquerosa para otros.

El arribo a cada campamento iba acompañado de té y zrig, un regalo común para los que van de paso. Este sacrosanto té, que se bebe en todas las circunstancias, nunca ha cambiado de sabor. Pero cuidado con los que rechazan los tres vasos fuertemente endulzados - se bebe en tres etapas - que pasan de mano en mano.

El aspecto de la seguridad fue un tema central en la preparación de la expedición, especialmente en un desierto engañosamente tranquilo, donde los yihadistas pueden "hacer el viaje de ida y vuelta en camioneta en un día" desde su fortaleza en el noreste de Malí, dijo un diplomático en Nuakchot.
Las precauciones no impidieron el entusiasmo mesurado de nuestros jefes cuando les explicamos que nos íbamos unos diez días, la mayoría de ellos para estar en la "zona roja", sin acceso a la red de comunicación excepto por teléfono satelital.
Finalmente, una cuidadosa preparación y largos intercambios con fuentes especializadas dieron como resultado que el editor en jefe de París diera su visto bueno. En una agencia acostumbrada a la información inmediata, fue un lujo desconectarse y estar lejos de los chats de WhatsApp y la avalancha de correos.

El último recuerdo importante: un viaje de regreso en un vehículo 4x4 hasta Nuakchot. El trayecto sería de tres días en brechas y carretera. Los primeros días avanzamos a través de dunas, luego kilómetros de piedras, a veces enterradas y otras veces cayendo con la fuerza del viento. Se trata de un camino poco transitado: "Si tienen un problema en esta zona, no hay nada que hacer más que esperar al siguiente automóvil. Un día, dos días, una semana", nos había advertido un conocedor de la zona.
Así que cuando el vehículo comenzó a fallar y a despedir humo negro, una dosis de tensión se apoderó del compartimiento de pasajeros. ¡Dejar que el conductor cargara la parte trasera del camión con todo tipo de objetos fue una mala idea! Finalmente, luego de un susto y diez horas más de camino llegamos a la carretera pavimentada, que no abandonamos hasta el final del viaje. El coche estaba sobrecargado. En una escala, tuvimos que separar parte de la carga, para que un camión se la llevara unos días después.

Thierry Tillet continuó solo con los camelleros durante otros diez días de viaje. El arqueólogo nunca ha tenido dificultades para montar su dromedario ni para vivir al ritmo del desierto. Incluso, a medida que pasaban los días se veía más apuesto. Cuando lo dejamos, tenía una sonrisa radiante en el rostro. Nosotros por nuestro lado, estábamos mal de la espalda, teníamos los muslos deshechos y dolor por todas partes. 50 años de expediciones con dromedarios no se pueden inventar en un día.
