El otro lado oscuro de la Fuerza
PARÍS, 18 de diciembre de 2015 – Caprichos de las estrellas en entrevistas de cuatro minutos por cronómetro, como periodista de cine, he visto de todo tipo. Pero con “Star Wars: El despertar de la fuerza”, gigantesca operación comercial de la compañía Disney y filme de culto rodeado de un enorme secreto, la excentricidad alcanzó una dimensión galáctica...
Como sucede con casi todas las películas, el estreno de la séptima entrega de la saga creada por George Lucas, el 16 de diciembre en algunos países de Europa y el 18 de diciembre en Estados Unidos y América Latina, estuvo precedido de proyecciones para los VIP y la prensa. Lo que diferencia a Star Wars fueron las inéditas condiciones draconianas que impuso también Disney a los medios para impedirles “estropear el placer” de los espectadores revelando cualquier giro de la trama.
El estreno mundial tuvo lugar el 14 de diciembre en Hollywood para 5.000 afortunados elegidos, estrellas de cine y celebridades de toda índole. Mi colega Veronique Dupont, de la oficina de AFP en Los Ángeles, estuvo entre los periodistas invitados a cubrir esta fiesta VIP. Pero ellos, me explicó Disney, no tenían derecho de escribir “nada sobre la trama”.
Mail misterioso
En París también, la proyección para la prensa, prevista para el día antes de la salida comercial, siguió un guión más parecido al de un filme de espionaje que al de esa saga intergaláctica.
A principios de diciembre, recibí un correo electrónico misterioso de un tal “Star Wars”, invitándome a una “proyección excepcional” que me permitiría no solo “contarme entre los primeros en Francia sino también en todo el mundo en poder presenciar esta película tan esperada”. “SOLO las personas que recibieron este mail están invitadas a venir a presenciar la película”, me advierten. No será “posible asistir con un acompañante”. Una mala noticia para los fans de Star Wars que intentarían sobornarnos...
Escudo anti-spoiler
El mensaje no se autodestruyó en los siguientes diez segundos. Pero me pidieron firmar un “acuerdo de confidencialidad” en el que me comprometí a “no revelar la trama de la película ni los vínculos entre los personajes para no "spoilear" (revelar cosas de la trama) a los primeros espectadores” y no publicar “ninguna crítica de la película antes del miércoles 16 de diciembre a las 09H01”. Cualquier violación, advertía el acuerdo, constituiría para Disney un “perjuicio que da lugar a indemnización”...
Los embargos de publicación no son raros para las grandes películas estadounidenses. Pero aquí, esas restricciones no son bien recibidas. El diario Le Monde denunció una “vigilancia de la crítica”.
Fenómeno social
En AFP iremos a esta “proyección excepcional”. De todos modos, nosotros no hacemos nunca “crítica” propiamente dicha, y no solemos revelar en los detalles los giros de una película. En este caso, nos interesa más contar el fenómeno social que constituye Star Wars que la historia que cuenta: las reacciones de los espectadores, el entusiasmo de los fans en todo el mundo, los distintos eventos organizados en torno a la salida de la cinta, la cultura Star Wars, el número de entradas vendidas, el marketing de Disney, los ingresos esperados... Temas sobran.
Tras aceptar el acuerdo de confidencialidad, recibí un código QR. Este código de barras será mi ábrete sésamo “nominativo, personal e intransferible”, que debo presentar en mi teléfono celular para entrar a la sala.
Proyección ultrasecreta
Sabía que la sesión sería el martes. Pero, para que no se filtrara absolutamente ninguna información sobre esta proyección ultrasecreta, la hora y el lugar exactos nos fueron dados a conocer recién el lunes por SMS a unos 300 periodistas invitados. En general, las proyecciones para la prensa tienen lugar varios días o varias semanas antes, y el horario es conocido con mucha antelación. Sin duda, esta vez se trata de la forma en que Disney decidió evitar aglomeraciones intempestivas de fans o la llegada de personas que no habían sido invitados frente a la sala de cine, muy lejos del centro de París.
Alrededor de las 15h del lunes, el SMS del enigmático “Star Wars” llega. Por fin sé el horario de la proyección. Uf. El cansancio se siente ya entre los periodistas a fuerza de tanto misterio.
Revisé mis Star Wars, vi de nuevo los episodios anteriores, me preparé. Estaba con indigestión antes de haber empezado. Pero vamos allá. “No olvide su código QR”, nos volvieron a recordar.
El día D, delante del cine, los colegas, divertidos, terminamos teniendo la sensación de estar yendo a cubrir un evento clandestino de máxima importancia... Las puertas del cine se abren una hora antes de la proyección, para que todo el mundo tenga tiempo suficiente para pasar los diferentes controles. Hacemos la fila esperando nuestro turno. Se nos piden nuestros códigos QR y nuestros documentos de identidad. Normalmente, los encargados de prensa se limitan a comprobar que está nuestro nombre en una lista en la entrada, pero aquí endurecen drásticamente los controles en el dispositivo.
Vigilantes revisan cuidadosamente nuestros bolsos. Luego otros toman nuestros teléfonos celulares y los guardan en bolsas selladas durante el tiempo de la proyección. No hay manera de recuperarlos antes. Nos vuelven a preguntar en la entrada de la sala si estamos completamente seguros de no habernos quedado con “ningún teléfono o cámara grabadora”. Confiscar los teléfonos móviles durante las proyecciones no es una práctica inédita, algunos estudios de Hollywood no dudan en hacerlo. Pero esta vez, las medidas de seguridad –“un poco estrictas”, según Disney– de la “proyección e-x-c-e-p-c-i-o-n-a-l” rayan en la paranoia.
“Guardias de seguridad equipados con binoculares de visión nocturna estarán esparcidos por la sala”, nos advirtió Disney, en caso de que nos viéramos tentados de grabar videos piratas con un teléfono metido con trampa. ¿Binoculares de visión nocturna? Caramba. Se me mete en la cabeza que voy a ver vigilantes parecidos a los soldados del Imperio Galáctico. El distribuidor no nos había enviado ningún dossier de prensa por adelantado, e incluso los que trabajan en prensa van a ver la película al mismo tiempo que nosotros. Al igual que nosotros, el espectador tiene que llegar a la sala “con la mente virgen de cualquier información”, nos repiten hasta la saciedad.
Una vez completada esta carrera de obstáculos, los periodistas ya al borde de una crisis de nervios podemos instalarnos en la sala. Luego siguen largos minutos de espera, y finalmente la película comienza, acompañada por la legendaria música de John Williams... Apenas se ven algunas sombras furtivas --los famosos “guardias de seguridad”, que tienen el mismo aspecto que cualquier guardia común y corriente- pasearse a hurtadillas entre las filas de sillas. Al cabo de dos horas y media, finalmente salimos de la proyección más atípica del año.
¿Qué pensar de “El Despertar de la Fuerza”? El séptimo episodio de la saga ha cumplido con su misión, respetando el universo de la primera trilogía salida en los años 1970 y 1980. Llena las expectativas de los fans. ¿Y el periodista? Finalmente puede disponerse a escribir, con la sensación de haber cumplido una misión increíble y peligrosa digna de James Bond, el héroe de otro gran éxito de taquilla de este fin de año. Aunque, de hecho, sólo fue al cine.
Sophie Laubie es periodista de la sección de cine de AFP en París. Síguela en Twitter (@slaubie).